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Toponimia tabarquina

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La toponimia, también conocida como onomástica geográfica, es una disciplina de la onomástica que consiste en el estudio etimológico de los nombres propios de un lugar. Según la Real Academia Española (RAE), el término «toponimia» deriva etimológicamente del griego τόπος (tópos, «lugar») y ὄνομα (ónoma, «nombre»), y tiene dos acepciones:
1. Estudio del origen y significación de los nombres propios de lugar.
2. Conjunto de los nombres propios de lugar de un país o de una región.
Por otra parte, la talasonimia es la parte de la toponimia que se refiere a los nombres con que se designan los mares u océanos, así como los accidentes costeros. Y, del mismo modo, la antroponimia u onomástica antropológica, sería la rama de la onomástica que estudia el origen y significado de los nombres propios de las personas, incluyendo los apellidos.

El contenido de este artículo está basado, fundamentalmente, en los apéndices del trabajo realizado por Cosme Aguiló i Adrover y Joan Miralles i Monserrat, con motivo del XIV Col·loqui d’Alacant, celebrado por la Societat d’Onomàstica en 1989, y publicado con el título La toponímia de l’Illa de Tabarca. Está complementado y revisado con otras fuentes, en especial el magnífico plano de Felio Lozano Quijada, Vadum Maris Nova Tabarca Insulae, publicado anexo al n.º 60 de la Revista Canelobre del Instituto Alicantino de Cultura «Juan Gil-Albert».

Cosme Aguiló i Adrover, filólogo mallorquín, es doctor en Filología Catalana, destacado especialista en toponimia, dialectología y etimología; miembro del Institut d’Estudis Catalans, y colaborador del Departamento de Filología Catalana y Lingüística General de la Universitat de les Illes Balears. Joan Miralles i Monserrat, filólogo y folklorista también mallorquín, es igualmente doctor en Filología Catalana, y catedrático de la Universitat de les Illes Balears, siendo director de su Departamento de Filología Catalana y Lingüística General; es miembro de la Sección Filológica del Institut d’Estudis Catalans.

Fragmento del Atlas de Gerardus Mercator, 1632

Sirva para ilustrar este interesante trabajo que, para la redacción de su extensa introducción histórica, los autores se basaron en la conocida obra y tesis doctoral de José Luis González Arpide, publicada en 1981 por el entonces denominado Instituto de Estudios Alicantinos, bajo el título Los tabarquinos. Estudio etnológico de una comunidad en vías de desaparición, así como en la tesis de licenciatura de 1975, en la fecha del estudio todavía inédita, de Ana María Ramos Vara, con título Orígenes del pueblo tabarquino, gestiones para su abastecimiento en la isla de San Pablo (Alicante 1770) y vida del mismo en la Nueva Tabarca, completado con notas de la Gran Enciclopèdia Catalana (1978). Y que fue estructurada en cuatro partes: L’Illa de Tabarca (Santa Pola), L’altra Illa de Tabarca (Tunísia), Emigració de tabarquins a l’Illa de S. Pietro, y De nou a Tabarca (Santa Pola).

Por otra parte, cabe destacar que, para llevar a cabo la investigación, los autores se sirvieron fundamentalmente de informaciones orales, proporcionadas por las siguientes diez personas: Rafael Arques Chacopino, «El Païto» (1942), José Antonio López Baile, «Jose» (1957), José López López (1944), Tomás Parodi Ruso (1909), Pascual Ramírez Parodi (1931), Roque Ruso Chacopino (1922), Anto­nio Ruso Garzón, «Antoniet» (1935), José Ruso Mulet (1919), Estanislao Ruso Que­sada (1906), y Francisca Salieto Ruso (1905).


Un breve apunte de antroponimia tabarquina

Lo verdaderamente interesante del estudio está contenido en sus apéndices. Para empezar, confeccionemos una lista de los apellidos de tabarquinos procedentes de territorio italiano o corso, que aparecen en diversos listados de los siglos XVIII y XIX, tal como constan en las citadas obra de referencia, aun sin cotejarlos con los manuscritos originales, lo que nos lleva a que esta lista pueda contener algún error de transcripción. Pero valga como muestra útil, para comprender así el alcance y consecuencias de la inmigración genovesa en esta antroponimia tabarquina.

Matrícula de los tabarquinos, 1769.
Archivo Municipal de Alicante (AMA)

Pues bien, alfabéticamente, y partiendo de la acepción más general, entre paréntesis se incluyen las formas en femenino y las variantes gráficas:
Acheno (Achena), Arti.
Bacala, Barabín, Basalo, Belando (Belanda, Belenda), Beroti, Biso, Brusi, Bruzo (Bruso), Brusoni, Bruzono, Burguera (Burgero), Buzo (Buza, Buso, Busa).
Capriata, Capriona, Caprista, Carrosino (Carozino, Carosino), Casteli, Cereceto (Zerezeto), Cereto, Cantagalo (Contagalo), Compiano, Crestadoro, Colomba (Columba, Columbo, Colombo).
Chena, Chinchones, Chipolino (Chipolina).
Daniele (Damiele), Due.
Fabiani, Ferrand, Ferrandi, Ferraro (Ferrara).
Gandulfo, Ganucho, Graso, Groso, Gerra (Gierra, Guiera, Guerra).
Jacopino (Chacopino, Chacupino).
Lahora, Leoni, Luchoro (Luchora).
Manzanero (Manzanaro), Marcenaro (Marzenaro, Marzanaro, Mercenaro, Macenaro), Mendrice (Mendrise), Milelire, Moinare, Molino, Morino, Montecatini.
Noli (Noly, Nolis).
Olivero (Olivera, Oliveros), Opiso, Oregio.
Parodi, Pelerano (Pelerana), Perfumo (Perfuma), Pianelo, Pitaluga, Pomata.
Repeto, Rivano, Ribera (Rivera), Riverola, Reynaldi, Rochena, Rochero, Romba, Rumba, Ruso (Rusa).
Sales, Saly (Sally), Sarti, Sele, Sevasco (Sevasca).
Taverso, Timón, Timoni, Tubino.
Utrera.
Vila.



Talasonimia tabarquina: litoral, islotes y escollos

L’Algamassa / La Roca de l’Algamassa. Situada al SO del islote de La Cantera. La argamasa es una mezcla de cal y grava, usada en la construcción. Pudiera ser que de aquí se hubiera extraído algún tipo de material para fabricarla.
L’Amerador / Els Ameradors. Al S de la punta más cercana a La Cantera. En la isla se fabricaba cuerdas de esparto. No sería extraño que este lugar fuera uno de los puntos donde se ponían a remojo («amerar» en valenciano significa empapar).
Baix del Cementeri. Al final de la Platja Gran, en la parte S de la isla.
Baix de Ca Ferrandis / Baix de la Bòvida. Ambas denominaciones provienen de los nombres de dos edificios del pueblo, situados en las proximidades de este lugar. Está al N, al pie de las murallas.
Baix del Forn. Probablemente hace referencia a un horno de cal. Se sabe que hubo uno en las proximidades de La Platja, en la parte S.
Baix de les Paleres. Toma el nombre de la zona de El Camp donde abundan las chumberas, hacia la parte S de la isla.
Baix del Piló. En la costa del N. Debe el nombre a un hito, mojón o pilón, situado en la parte alta de la costa.
Baix del Pouet. El pozo en cuestión está situado a la parte alta de las murallas.
El Banquet. Ahí se pescaba. También era un punto donde la gente se bañaba.
El Bol de l’Espet. En la parte N de la isla, cerca del Cementerio. «Bol» es una parte de un arte de pesca con red, y «espet» en valenciano es el pez denominado espetón, o usualmente barracuda.
El Cagalló. En la parte del S, junto a la Roca Foradada. Es un pequeño escollo alto y cilíndrico.
El Cagalló del Serrallo / El Cagalló. Al N, al principio de la población.
Cala Menaca. Más que una verdadera cala, es una sinuosidad de la costa S. Es un topónimo poco claro, tal vez un arabismo. Un mapa de 1766 registra la denominación Cala de Menacha. Después de los temporales, los tabarquinos iban allí a recoger esponjas.
Cala Rata. Tampoco se trata de una entrada del mar. Está también en la costa S, delante del islote de La Galera. No se ha registrado que en este punto abundaran las ratas de un modo especial que justificara esa denominación. Un mapa de 1766 sitúa la Cala de las Ratas en la actual Platja de la Faroleta. 
La Calanca de Garbí / La Calanca de Fora / La Calanca de la Nau. Al SE del islote de La Nau. Es uno de sus puntos de acceso. «Calanca» es sinónimo de «caleta».
La Calanca de Llevant / La Calanca de la Nau / La Calanca. Paradójicamente está al N de La Nau.
La Caleta. Dentro del actual puerto. Aquí varaban antaño los laúdes («llaüts»).
El Camí dels Moros / El Blanc de la Nau. Está entre La Naueta y La Nau. Es una franja de rocas a menos de tres metros de profundidad. Se dice que los moros quisieron hacer un camino para unir los dos islotes. La realidad es que los estratos de este lugar están levantados hasta la vertical, dando un aspecto de camino en el fondo del mar.
El Canal. Es el nombre de un pequeño escollo, medio partido, de la parte N de la isla, a la altura del Cementerio.
La Cantera. Islote situado en la parte O de Nueva Tabarca. Lugar del que se extrajo, en el siglo XVIII, la piedra para construir las murallas de la población. En algunos puntos se llegó a rebajar a ras de agua. Está separado de Tabarca por un pequeño estrecho que, en ocasiones, se puede franquear sin necesidad de mojarse los pies. Este estrecho muestra la huella de una intensa actividad extractiva, lo que hace sospechar que, antes de la construcción del pueblo, no era una isla, sino una península. Así se observa en el mapa de Fernando Méndez de 1766. La Cantera era el lugar donde se iban a bañar las mujeres.
El Canyó del Moll. Delante del Portal del Moll está este cañón de hierro, encastrado en la roca, que debía servir de noray, ya que este era el primer lugar que sirvió de puerto, según testimonios.
Cap Falcó / Punta Falcó. Constituye el extremo oriental de Tabarca. Un pequeño estrecho le separa del islote de La Naueta. Los vocablos «cap» i «punta» normalmente no llevan artículo. Algunos informadores dudan de la situación de este topónimo. Aparece Cabo Falcón en mapas de 1766 y 1807.
Cap Llobarros / Cap de Barros. Es una punta al S del pueblo. El nombre puede venirle del pez conocido como lubina o róbalo, popularmente «llobarro».
El Cap de Moro. En esta ocasión, «cap» no significa cabo, sino cabeza. Pequeño escollo de la parte S, a modo de una especie de cabeza negruzca que sale del agua. Consta como Peña del Moro en el mapa de 1766.
Cap de Rata. Situado al S de la isla, frente a La Galera. Hay quien dice que esta punta tiene la forma de una rata.

Fragmento del Vadum Maris Nova Tabarca Insulae, de Felio Lozano Quijada.
En él podemos encontrar los talasónimos: en la costa N, El Piló, La mina, La Xanca,
El Moll, La Cova, La Caleta, El Serrallo, La Poera, El Port Vell
y La Roca del Moll;
hacia el O, Gomes, El Passet, La Cantera, La Roca del Camell, La Punta del Bol,
La Roca del Forat, El Cagalló, La Roca del Bol, La Roca dels Garrets
y Cap de Moro;
y en la costa S, La Cova de les Armes, La Cala dels Birros, La Cala del Francés,
La Roca Pobra, La Cova del llop Marí, La Platja, La Cala Menaca
y La Seca de Felipe.

Caparrós. Es un escollo que apenas sobresale del agua, entre La Naueta y La Nau, pero más cerca de la primera. Caparrós es un apellido, no sería extraño que fuera el de alguien que hubiera chocado en él con su embarcación. Existen numerosos ejemplos en la toponimia, de escollos cuya denominación es un apellido, y cuyo significado podría ser éste.
La Cova dels Birros / La Cova. En una calita del S de la población. Por las descripciones de los informadores, que dicen que el «birro» es un pájaro pequeño, negro y bullicioso, de alas curvadas, al parecer se trataría del vencejo común.
La Cova dels Coloms. Está sobre el islote de La Galera, en la parte de levante.
La Cova de les Llagostes / La Coveta de les Llagostes. Dentro de El Port, cerca de La Caleta. Antigua­mente los tabarquinos tenían allí los viveros de langostas.
La Cova del Llop Marí / La Cova dels Llops Marins. En un rincón de la parte S de la población. El «llop marí» o lobo marino es, en realidad, la foca monje o foca mediterránea. En Nueva Tabarca se dice que siempre hubo una pareja. Parece ser que el último ejemplar desapareció víctima, como siempre, de la persecución humana, a finales de la década de los años veinte a los treinta del siglo XX.
La Cova de la Nau / La Cova del Contrabando. Situada en la parte alta del islote de La Nau, y hay constancia de que, en ocasiones, se escondió tabaco de contrabando en ella.
La Cova del Sucre / La Cova. Actualmente coincide con una playita en el interior de El Port, y se desconoce la ubicación exacta, ya que cuando se construyó el muelle actual, quedó destruido en parte aquel sector. No se conoce la razón de tal denominación.
La Coveta del Cementeri. No es más que una pequeña oquedad en la parte N de la isla, a la altura de la necrópolis. Cuentan que hace mucho tiempo vivía allí una persona.
Darrere el Port. Pequeño rincón a levante de El Moll.
L’Escull Foradat. Es un escollo perforado, frente a la punta del mismo nombre, en la costa del N de la isla.
L’Escull Negre. Al S de la isla, muy cerca de La Galera. El adjetivo responde a la coloración de la roca.
L’Escull Roig. A levante de La Galera, delante de Les Pedres Roges. La coloración es ferruginosa.
L’Estufador. Al SE del islote de La Nau. Es lo que también se conoce como un «bufador», una cavidad con un conducto por el que corre una corriente de aire, conforme baten las olas en ella, sonando como un soplido.
El Faralló Pla. Está cerca del centro de la aglomeración de escollos conocida como Els Farallons.
El Faralló del Tio Campiste / El Faralló Campiste. No se conoce la localización exacta. Unos dicen que dentro del conjunto de Els Farallons, otros lo sitúan fuera de La Llosa. Presumiblemente, este Tio Campiste debió ser alguien que chocó allí con su embarcación. No hace sino reforzar lo dicho para Caparrós.
Els Farallons. Es un cúmulo de escollos y rocas planas, apenas cubiertas por el agua («tenasses»), extendido hacia levante en el extremo oriental del archipiélago. Al estar a flor de agua, constituyen un grave peligro para la navegación.
El Freuet / El Freu. Es un paso, practicable por embarcaciones menores, que separa los islotes de La Naueta y La Nau.
La Galera. Es un islote situado al S de Tabarca. Parece que antiguamente ahí vivía una colonia de conejos. Su denominación se entiende abarcando todo el conjunto de puntas y escollos bajos, que recuerdan la silueta de un navío. Documentada en mapas de 1766 y 1888.
Gomes. Es un escollo casi unido a la población, en la zona que da a Les Bòvedes. Debe llevar el nombre de alguna persona de apellido Gómez. Con ello se entra en reiteración de lo ya comentado de otros escollos que llevan nombres personales.
La Llosa. Bajofondo situado a alrededor de media milla de distancia de la Punta dels Farallons. Está a una profundidad de 18 palmos, y está señalizada con una boya por la parte de fuera.
La Lloseta. Bajofondo a unos 200 metros de la Punta dels Farallons, en dirección a La Llosa.
El Mal Pas. Está situado en Els Farallons, próximo a La Nau. Parece que no se trata de un paso para embarcaciones, sino terrestre. Vendría a significar que, el que camina sobre los escollos, al llegar a este lugar encontraría ciertas dificultades para pasar.
Les Maries / Les Dos Maries / Les Tres Maries. Se trata de unas rocas, sumergidas unos dos metros, situadas entre La Naueta y La Nau, más cerca de esta última. A pesar de la segunda denominación, los informadores suelen coincidir en que son tres piedras. Podría tratarse de una metáfora, queriéndolas comparar con las estrellas del Cinturón de Orión, pero no sabemos si estas estrellas son conocidas con el mismo nombre en Tabarca, como para justificar este topónimo.
La Merdosa. Es un escollo prominente, prácticamente unido a La Nau por la parte de levante. El nombre se explica por la acumulación de defecaciones de aves marinas.
La Merdoseta. Escollo similar a La Merdosa, pero al S de La Naueta. Su denominación obedece a la misma explicación.

En este segundo fragmento de la obra de Felio Lozano, quedan reseñados los
talasónimos: en el N, Les Pedres Reones, Romptimons y L'Escull Forat; al S,
Cala Rata, El Sortior, La Galereta, La Galera, L'Escull Negre, La Platja de la Faroleta,
La Roca Reona, La Sabata, L'Escull Roig, Les Pedres Roges
y La Platja Gran;
y hacia el E, La Perla, La Tanda, La Naueta, La Merdoseta, El Freu y El Saltaor.

La Mina. Oquedad, hoy cegada, de la parte N de la isla, en las inmediaciones de El Port. El poeta Salvador Rueda, que tuvo durante años su residencia en la isla, al parecer tenía ahí su embarcación. Por la costa N se observan vetas ferruginosas que forman parte del subsuelo. El nombre debe recordar algún intento de su explotación.
El Moll / El Moll Vell / El Moll Antiu / El Port Vell / El Moll Nou. Al N de la población, al lado de La Pouera. Es el lugar que se utilizaba para llegar a la isla antes de la construcción del puerto actual. Para unos es «vell» porque es anterior al actual. Para otros es «nou» porque recuerdan otro todavía más antiguo.
El Moll Vell. Al N de la isla, delante del Portal del Moll. Una pequeña entrada del mar, de la que se dice que fue el primer puerto de la isla.
El Mollet de l’Americà. Pequeño desembarcadero cerca de El Serrallo. Dicen que fue construido por un americano.
La Nau. Islote alto, situado entre Els Farallons y La Naueta. Vista de lejos, recuerda la silueta de un barco. Ya citada con ese nombre a finales del siglo XV.
La Naueta. Islote muy parecido a La Nau, entre éste y la isla de Tabarca, de la que le separa un pequeño paso. Desde Tabarca se puede llegar a él casi sin mojarse los pies. Es también bastante alto y recuerda igualmente un barco navegando.
El Passet. El pequeño brazo de mar que separa Tabarca del islote de La Cantera. No es practicable por ningún tipo de embarcación, pero sí a pie. Probablemente, y debido a la intensa actividad de extracción de piedra que tuvo lugar en esa ubicación, este pequeño paso sea artificial, y quedó como hoy lo conocemos en el siglo XVIII, a consecuencia de la construcción de las murallas.
Les Pedres Roges. Aglomeración de escollos al S de la isla, entre ésta y L’Escull Roig.
La Peladilla. A flor de agua, en la costa N, no muy lejos de L’Escull Foradat.
La Perla. Bajofondo al NE de La Naueta. Se dice que «sale cuando están las aguas secas», es decir, cuando están bajas y en calma. Se desconoce el motivo de esta denominación, que pudiera estar inspirada en alguna metáfora. Documentada en 1766.
La Platja. El gran arenal inmediato a la población, al S de El Port.
La Platja de la Faroleta / Baix de la Faroleta / Baix de la Farola / Baix del Faro. En la costa S, frente a La Galera. En la parte alta está La Balsa de la Faroleta. El nombre debe provenir del faro de la isla.
La Platja Gran. Situada al SE, es la playa más larga de la isla.
El Port. Es el punto por donde actualmente se puede acceder a la isla. No fue sino hasta el año 1944, cansados de pasar peripecias, cuando los habitantes de Nueva Tabarca vieron realizado su sueño de tener un lugar medianamente seguro para anclar sus embarcaciones.
El Portet de l’Americà. Al N, junto a El Serrallo. Al parecer, construido por un americano.
La Pouera. Es una pequeña playa de la zona N, al lado mismo de la población. La denominación puede tener su origen en el Pou del Pal, pozo situado en la parte alta de la muralla, en sus inmediaciones.
La Punta de Baix del Forn. Es la punta que cierra La Platja.
La Punta del Bol. Está en el extremo de poniente de La Cantera. Ya aparece con este nombre en la carto­grafía de 1766.
La Punta de Cala Menaca. Al S, junto a la cala de dicho nombre.
Punta Cap Falcó. Este nombre, que se ha situado en un extremo de La Galera, no es seguro del todo. Sí que lo es, en cambio, la identificación de Cap Falcó con el extremo oriental de Tabarca. Pudiera ser, sin embargo, que esta denominación tenga su origen en el hecho de que, dicha punta de La Galera, esté mirando hacia el Cap Falcó.
La Punta de l’Escull Foradat. Al N, a la altura de La Casa del Camp.
La Punta dels Farallons. Constituye la primera tierra emergida del archipiélago, por su parte oriental.
La Punta del Femer. Está justo detrás del muelle actual. Se dice que ahí tiraban el estiércol («fem») cuando limpiaban los establos de La Casa del Camp.
La Punta del Moll. Junto a La Pouera, al N del núcleo urbano.
La Punta del Piló. En la costa N, junto a La Mina. El nombre le viene de un mojón situado en las inmediaciones.
La Purissimeta. Dentro de una hornacina excavada en la roca, hay una imagen de la Virgen. Según cuentan, la colocó ahí un fraile hace un cuarto de siglo.

Tercer fragmento del Vadum Maris Nova Tabarca Insulae, en su parte más oriental,
en el que podemos observar: La Nau, L'Estufaor, La Merdosa, Els Farallons y La Llosa.

La Roca de la Cantera. Es un escollo al SE de La Cantera.
La Roca de l’Emperador. Es un bajofondo, entre La Galera y L’Escull Roig, a tres metros de profun­didad. Puede tratarse de una referencia al pez espada o emperador.
La Roca Foradada / La Roca del Forat. Al S, cerca de El Cagalló. Horadada, como su nombre indica.
La Roca del Mero. Frente a Cala Menaca. Es obvia la referencia al pez denominado garopa, más conocido como mero.
La Roca de la Mina. Una roca alta al lado de El Port.
La Roca Pobra. Es un escollo cercano a La Cova del Llop Marí. Según los marineros, su denominación proviene de que se coge poca pesca en sus alrededores.
La Roca Redona. Un pequeño escollo al NE de La Galera.
La Roca del Serrallo. Al lado de El Port, junto a El Serrallo.
La Roca de la Tanda. Pequeño escollo al final de La Platja Gran, muy cerca de La Naueta. No hay una explicación satisfactoria del origen de esta denominación, si bien parece probable la acepción en referencia a un período de tiempo, de esta palabra.
Romptimons. Sugestiva denominación que designa un bajofondo al NE del Cementerio. Está a una profundidad tal que permite pasar a la embarcación, rompiendo, sin embargo, la pala del timón.
La Sabata. Escollo en forma de zapato («sabata»), entre Cap de Rata y La Roca Redona.
El Saltador. Es el lugar por el que se puede acceder a la parte alta de La Nau por su cara SO.
El Sec de la Punta del Bol / El Sec de la Cantera. Es un amplio bajofondo al NO de La Cantera.
La Seca. Pequeño escollo cercano a la Punta del Piló. La denominación no es demasiado segura, dadas las discrepancias entre los informadores.
La Seca de l’Escull Negre. Se encuentra a una distancia de unos veinte metros del escollo, y a una profundidad de tres.
La Seca de la Nau. En los alrededores de La Nau, sumergida a unos ocho palmos. El emplazamiento no está exactamente definido.
La Seca del Piló. En la costa N, cercana a La Mina.
La Seca de la Punta dels Farallons. Es el primer escollo que sale del agua por la parte de levante.
El Serrallo. Rincón en un lateral de El Port. Por el hecho de ser un lugar abrigado dentro del puerto, cabe pensar que se trate de un italianismo a partir de «serràglio», que viene a significar lugar cerrado. Si lo fuera, sería un pequeño testimonio superviviente de la lengua de los colonizadores del siglo XVIII.
El Tamboret. Es una punta al SE de La Cantera. El topónimo invita a pensar que el traslado de la piedra que se extraía de La Cantera, se hacía por mar, ya que se denomina «tambor» al cilindro de madera del cabrestante donde se enrolla la cuerda, y que se utilizaría para alzar las piedras con la finalidad de embarcarlas. En ese caso, en la citada punta estaría instalada en su tiempo dicha máquina.
El Trajo del Tio Bertomeu / La Platja del Tio Bertomeu. Al N del islote de La Cantera. Al parecer, ahí varaban laúdes («llaüts»), y «trajo» o «trájol» es el nombre que se le da al espacio de la playa reservado para cada barca, dispuesto de manera que, por un plano inclinado, se pueden lanzar al agua o traer a tierra.
La Vària del Tio Bertomeu. Al lado del topónimo anterior. Una «vària» o «vaira» es una mancha arenosa dentro de un algar.
La Xanca. Junto al actual muelle. Aquí estaba antiguamente el edificio de La Almadraba, hoy ocupado por el Museo Nueva Tabarca, que albergaba una industria de salazón, especialmente de melva y bonito. Se denominaba «posar en xanca» a la acción y efecto de colocar el pescado en salmuera para conservarlo.
La Xapa / La Xapada del Bol. Al S de La Cantera. Muy probablemente se trata de una derivación de la palabra «sapa», una mata de algas vivas que crece en el mar.

Mapa de las zonas de la Reserva Marina de Nueva Tabarca, en el que se
hacen constar algunos de los talasónimos de referencia para las mismas.

Sin embargo, encontramos algunos términos talasonímicos un tanto diferentes en el fragmento del mapa de 1859, obra del Teniente Coronel de Ingenieros Francisco Coello de Portugal y Quesada (1820-1898), que en 1846 fue destinado a la Dirección General de Ingenieros y comenzó a colaborar con Pascual Madoz en la publicación de su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, encargándose de la confección de los mapas que conformaron el Atlas de España y sus posesiones de Ultramar (1848-1880), del que se publicaron cuarenta y ocho hojas de la más alta calidad.


Fragmento del mapa de la provincia de Alicante, obra de Francisco Coello,
fechado en 1859, que se conserva en el Instituto Geográfico Nacional

En el mencionado fragmento, encontramos como Punta de Tierra ó del Val, lo que conocemos como La Punta del Bol, en el extremo de poniente de La Cantera. Denomina Las Herrerías a toda la costa N de la isla, muy probablemente por los yacimientos ferruginosos dispersos que en ella aparecen, algunos de los cuales, al parecer, intentaron ser en algún momento explotados, como quedó constancia en la oquedad antiguamente conocida como La Mina. Menciona y sitúa de forma correcta La Perla y La Nave (La Nau), así como Cala (tal vez refiriéndose al extremo E de La Platja Gran)y Cabo Falcón (Cap Falcó). Por su situación cercana a La Torre de San José, es de suponer que Coello bautiza Islas de la Guardia a La Galera y el conjunto de islotes que la rodean y se extienden paralelos a la costa S de El Camp. Y, por último, deja constancia de El Faro, entonces de reciente construcción, con la indicación: Faro de luz fija. Alcance 15 millas.


Otros talasónimos tabarquinos

La Barbada de l’Almadrava. La barbada es un pez de la familia del bacalao, más conocido en esta zona como «maruca». Posee una aleta dorsal rectilínea que le cubre casi todo el lomo. Probablemente el topónimo viene dado por la similitud con esta aleta, de una extensa serie lineal de rocas que afloran en el fondo del mar, aproximadamente a la altura de donde se calaba la almadraba, alrededor de un kilómetro al S de La Galera.
La Barbada de la Punta del Bol. Otra cresta rectilínea de rocas submarinas, en este caso a cierta distancia frente a La Punta del Bol.
La Barbada del Reclau. En la zona así denominada, al SO de La Nau.
La Barreta. Amplia y escalonada franja arenosa situada frente a La Platja Gran, densamente cubierta por pradera de posidonia.
El Clot. Zona situada al S de La Nau, a unos quince minutos a motor, con una profundidad de cerca de veinte brazas (una braza española equivale a 1,852 metros, una milésima parte de una milla náutica).
Els Fanals. Es un conjunto de rocas submarinas de localización imprecisa al S de Tabarca y, por esa misma razón, de toponimia injustificada.
Els Garbells. Algueros situados alrededor de El Clot. Un «garbell» es un alguero con poca fijación al lecho marino, que por ello se puede arrancar o desprender con facilidad.
Montnegre a les Forques. Es una sierra de rocas, localizable si desde la isla se pone proa a Alicante. Hay unas siete u ocho brazas de profundidad, y en ella se pescaba abundante atún. Su denominación probablemente responda tanto al color de las rocas como a formaciones ahorquilladas que puedan dibujarse en su morfología en el fondo marino.
El Reclau. Un «reclau» es una faja de piedra diferente, por su consistencia y color, del resto de rocas que forma una pedrera. Está al SO («a garbí») de La Nau, a cerca de veinte brazas de profundidad.
La Serra del Cap. Es una amplia y prominente zona arenosa, según se dice situada de forma imprecisa mirando desde La Nau hacia Alicante.



Toponimia urbana de Nueva Tabarca

En 1913, están documentadas las siguientes calles de Nueva Tabarca: A. Marco, Barón de Petrés, Bóvedas, Calaboset, Plaza de la Caleta, Carmen, Desierto del Sáhara, Gobernador, Muelle, Retiro, San Pedro, Serrallo y Tabarca.

Las calles de la isla reciben su nombre definitivo en 1965, coincidiendo con la publicación de un apéndice a la Guía de la Ciudad publicada cinco años antes. Según escribe Fernando Gil Sánchez en el Diario Información, se rotularon las vías públicas: Arzola, Bergantín, Camarada Maciá, Carlos III, Corsario, Escuela, Gaviota, Génova, Generalísimo, Iglesia, José Antonio, Muelle, Poeta Salvador Rueda, Pósito, Soledad y Virgen del Carmen.

En 1979 cambian de nombre: la calle del Camarada Maciá por carrer del Motxó, la calle de José Antonio por carrer d’Enmig, y la plaza del Generalísimo por plaça Gran.


Aguiló y Miralles, en su trabajo toponímico de 1989, definen todo lo siguiente, precisando el contenido de cada vía en dicha fecha, por lo que puede no coincidir con denominaciones o situaciones actuales.

El Poble
Calles, plazas y casas. Ocupa la pequeña península amurallada de la parte occidental de Tabarca o, dicho de otro modo, todo el espacio no ocupado por El Camp.

El Carreonet. Nombre popular, cuya denominación oficial desde antiguo era Callejón del Muelle, según los informantes.

Carrer del Bergantí. Denominación oficial, no popular.

El Carrer del Carmen / El Carrer de la Mare de Déu del Carmen. Nombre oficial: Carrer de la Verge del Carme. En él se sitúan, o lo estaban:
- Ca Úrsula.
- Ca Juana. En la fecha del estudio era un bar.
- Ca l’Arnat.
- Ca Manola. Antes Ca Roig de la Fillola.
- Ca Tio Maestro. Era maestro de escuela y pescador.
- Les Calderes del Tio Gallegues. Era un lugar en el que se teñían las redes.
- Cal Tio Victoriano de Mestret. Era también maestro de escuela.
- Ca la Coixa / Cal Tio Xan.
- Ca Cristino. Era un hombre que falleció ahogado.
- Cal Pistolero. Había un bar.
- Ca Tio Pepe Forces.
- Ca la Tia Rafaileta / La Casa de Tia Rafaileta.
- Ca Tio Capelo. No se trataba de un apellido, por lo que probablemente fuera una pequeña muestra de supervivencia lingüística italiana.
- La Casa de la Muda.
- La Casa de la Duenda. En Tabarca es cuentan muchas historias referentes a apariciones de seres sobrenaturales. Probablemente este topónimo haga referencia a uno de estos casos.
- Ca Tia Issabel.
- Ca Jaume de la Cardona.
- El Forn del Tio Burrero.
- Ca Ana.
- Ca Tia Taneta.
- Ca Vissitassion.
- La Casa del Polero. En referencia a un nativo de Santa Pola.
- Cal Tio Roig del Piu.
- La Casa de la Tia Matilde.
- La Casa de Colau el Llarg.
- La Casa del Tio Cranc.
- La Casa del Moreno.
- La Casa del Tio Carlos.
- Ca Tia Pepica. Había una carnicería.
- La Casa de Ferrandis.
- La Casa de Gerardo.
- La Casa d’Amadeo.
- La Casa del Aspero. Era de un nativo de Aspe.
- La Casa de la Reina. La propietaria era conocida con este mote.
- Cal Tio Mineta.
- Ca Tia Conxa.
- La Casa de Maria la Xata.
- El Calabós. Se dice que hubo un horno.
- Ca Vicent de Xólo.
Carrer de l’Escola. Nombre oficial, no recogido popularmente.

Carrer d’els Gavines (sic). Nombre igualmente oficial, no recogido por tradición oral.

Carrer de Gènova. También oficial, no recogido vía oral.
- La Casa de Juanjo.
El Carrer de la Església.
- Ca la Xata / La Casa de la Xata.
- Ca la Bartola.
- Ca Doloretes de Ganàncies.
- Cal Xiquet de Mercé.
- Ca Rafael el Xan.
- Ca Tio Mercé.
- Ca la Tia Xon. «Xon» es un apelativo familiar (hipocorístico) de Con­cepción.
- Ca Tio Juanet.
- Ca la Pessiganya. La «pessiganya», en castellano la pizpirigaña, es un juego infantil en el que los participantes colocan las manos con los dedos extendidos y las palmas hacia abajo, y un niño o un adulto pellizcaba suavemente en los dedos mientras iba cantando una canción. Había una tienda de comestibles.


El Carrer Major / El Carrer del Mig. Nombre oficial: Carrer d’en Mig.
- La Casa del Portal / La Casa de Tio Juan del Portal. Está situada junto al Portal de la Caleta.
- Ca Tio Blai.
- La Casa de Sento el Gangallo. «Sento» es Vicente.
- La Casa de Salvadorico / Cal Birro.
- La Casa de Pura. «Pura» equivale a Purificación.
- La Casa de la Xata la Cardenala.
- Ca Tio Uenso.
- Ca Tio Tomàs el Viudo / Ca Tio Viudo.
- Cal Tio Bartolo de l’Estanc.
- Ca Tia Esperança del Tio Caín.
- Cal Tio Bancalets.
- Ca Sola. «Sola» es hipocorístico de Soledad.
- Ca Tomàs el Viudo.
- La Casa de Don Alvaro. Era un médico.
- Ca María de l’Estanc. Había una tienda de comestibles. A la propietaria le llamaban La Maria de l’Estanc.
- La Habana. Era un restaurante.
- El Taller del Tio Enrique. Era una carpintería.
- La Casa del Rojo. «Rojo» con el significado de rubio.
- La Casa de Colau. «Colau» es Nicolás («Nicolau»).
- La Casa d’Eugenio / La Magazent d’Eugenio.
- La Casa de Pasqual.
- Ca Tia Conxon. «Conxon», hipocorístico de Concepción.
- La Casa de la Pelilla. «Pelilla» es hipocorístico de Josefa.
- La Casa del Tio Pepe Galeta. La «galeta» es una pieza redonda aplanada que va colocada en el extremo superior del palo de una barca.
- La Casa d’Obdúlia.
- La Casa de la Francesa.
- La Casa del Forner. Del panadero.
- Cal Tio Gerreta. Se le llama popularmente «gerreta» al naipe as de copas.
- Ca Tio Carlos.
- El Cassino.
- Ca Paquita.
- La Casa del Tio Peixet.
- Ca Tio Tunico Mele. «Mele» es una población italiana muy cercana a Génova.
- Ca Tio Morenico.
El Carrer del Moll. Es su nombre oficial.
- Ca Tio Uelo. «Tío abuelo».
- Ca Tio Pajarito / La Casa del Tio Pajarito.
El Carrer dels Motxos. Nombre oficial: Carrer del Motxó. Al parecer, antes se denominaba Calle San Benito. «Motxo» es la rama de una escoba, pero también un antiguo apellido catalán, por lo que no queda claro su significado.
- La Casa del Tio Burrero.
- La Casa de la Tia Alemana. Su nombre era Ute.
- La Casa de Gonsales Vicent. Luis González Vicén, médico de Madrid y Gobernador Civil de Alicante en los años cuarenta, pasaba largas temporadas en la isla. Realizó gestiones para la construcción del actual puerto, y, al no contar con recursos económicos suficientes, utilizó mano de obra propia de la isla, así como la piedra del desmonte de un tramo de la muralla sur.
- La Casa de Sepulcre.
- Ca la Tia Carmeleta.
Posteriormente fue vivienda de veraneo de un matrimonio francés, Norbert y Françoise, y actualmente es un hostal.
- La Casa del Tio Silvestre.
- Ca Aldeguer.
- La Casa de Pitxó. «Pitxó» es un tipo de molusco, pechina o tellina. No se conoce la relación.
- La Casa de Quen. Pertenece a un inglés.
- La Casa de Maria de Lérida.
- La Casa de la Tia Carolina.
- La Casa de Colauet. Diminutivo de Nicolás.
- La Casa de Ferrandis.
- La Casa de Diego.
- Ca la Tia Saïca. Probablemente un mote, del que se desconoce su origen.
- La Casa de Pepa Rafaela.
- La Casa de Juanjo.
- La Casa de Juanico la Grossa.
- La Casa de Ferrandis.
- La Casa de Manolita.
- Cal Tio Hilario / La Casa d’Hilàrio.
- Cal Tio Andarí / La Casa de Carlota.
- L’Escola dels Xiquets.
- Ca Xon. Hipocorístico de Concepción.
- Ca la Bolla. «Bolla» es cada uno de los abultamientos esféricos situados uno en cada extremo del cepo de hierro de un ancla. Se desconoce el por qué de esa denominación.
- Ca la Ferranda.
- Ca Adelina.


El Carrer del Pati. Nombre oficial: Carrer d’Arzola.
- Ca Jaume Saboreo.
- La Magazent de Collonet. Era un hombre adinerado, que dirigía la almadraba.
- La Casa de Don José. Era un practicante.
- La Magazent del Forner.
- La Casa del Milà.
- Cal Malaguenyo.
- Ca Tio Tonet de Uïsos.
- Ca María Tintom.
- La Casa de Tia Rossa de Palet.
- La Casa de Doloretes de Tari. «Tari», hipocorístico de Trinitario.
- La Casa de la Lleona.
- La Casa del Paito. Mote de uno de los informadores.
- Ca Balta. Reducción del nombre propio Baltasar.
- La Casa de Parrenyo. Apellido ilicitano.
- Ca Taño de Xolo. Tanto «Taño» como «Tano» son hipocorísticos de Cayetano.
- Ca Tio Falet. «Falet» es un diminutivo de Rafael.
- La Casa del Governador / El Pati / El Pàtil. El conocido edificio de arcadas interiores y patio posterior, del que se dice que La Cova dels Birros llegaba hasta sus sótanos.
Carrer del Poeta Salvador Rueda. Nombre oficial, no popular, en honor a Salvador Rueda, que residió durante un tiempo en la isla.

Carrer de la Soledat. Nombre oficial, no popular.
- Ca Tio Gato.
- Cal Tio Hilàrio.
- Ca Don Emilio.
- La Casa de la Francesa.
- La Casa de Pepeta.
- Ca Don Jerónimo. Fue un famoso capellán, de costumbres excéntricas.
- La Magazent d’Elissa.
- La Casa del Tio Calistro.
- La Casa de María Tintom.
La Plaça Gran. Nombre oficial: Plaça Gran.
- Ca Madalena.
- La Casa de Peixet.
- La Casa de la Pelilla.
- La Casa d’Alberto. Un dentista de Madrid.
- La Casa del Tio Pepe Gallegues.
- La Casa de Tomàs.
- La Casa de la Tia Xata.
- La Casa de Tunico Cabessa.
- La Casa de Teresa la Cardona.
- La Casa de Manolico la Cardona.
La Plaça de la Església / Davant de la Església.
- La Església.
La Plaça del Pati. En sus alrededores están:
- La Casa de les Monges. Era un colegio.
- El Forn de la Tia Cardona.
- La Casa del Francés. Se llamaba Pierre.
La Replaceta / La Replaceta de la Caleta / La Plaça de la caleta / La Plaça Menudeta / La Plaça del Pósit. Nombre oficial: Plaça Carloforte.
- La Casa de l’Antoniet.
- El Pòsit / L’Escola del Pòsit / L’Escola.
- Ca Tio Sento el Pipante. Era un hombre que siempre fumaba en pipa.


Els pous del poble
- El Pouet de la Bòvida. En él se ponía a remojo el esparto.
- El Pou del Cura. Delante de la Iglesia.
- El Pou de Ca Maria Tintom / El Pou del Cura. Es uno de Els Quatre Pous.
- El Pou de Ca la Morra / El Pou de Ca Peixet. Es otro de Els Quatre Pous. «Morra» es un juego en el que dos jugadores cierran una mano, y la abren simultáneamente a la vez que dicen un número inferior a diez, ganando aquél que, con el número que ha elegido, adivina la suma de los dedos extendidos de ambas manos.
- El Pou de Ca Taneta / EI Pou de la Tia Taneta / El Pou de Vissitassion. Otro de Els Quatre Pous.
- El Pou de la Cantera. Está junto al Portal de la Cantera. En la fecha del estudio, convertido en el pozo negro de la red de alcantarillado.
- El Pou de Maria la Xata / El Pou de Maria de l’Estanc.
- El Pou del Pal / El Pou de la Pouera.
- Els Quatre Pous. Situados en cada uno de las cuatro esquinas de la Plaça Gran.


El sistema defensiu
Murallas, portales y accesorios defensivos.

La Bòvida / Les Bòvedes. Construcción subterránea del sector NO de la muralla. Se dice que en ellas había ruedas de hilar, y que se hacían cuerdas de esparto.
La Casserna. Era un cuartel destinado a alojamiento de tropas, que fue derruido para construir con su piedra El Faro, ya que no era de utilidad y sí hacía falta ese nuevo edificio.
Les Covetes. Cámaras construidas dentro de la muralla del SE, que sirvieron de viviendas.
La Garita de Baix del Forn. Todas las garitas de las murallas han desaparecido.
La Garita de la Bòvida.
La Garita de Cap Llobarros.
La Garita de la Pouera.
La Muralla de Cap de Barros.
La Muralla de Ferrandis. En la parte del NO, junto a La Bòvida.
La Muralla de la Església.
La Muralla de la Pouera.
El Pla de la Muralla. Sobre La Muralla de la Pouera.
El Portal de la Caleta. Abierto hacia El Campo. Contiene la Puerta de San Rafael.
El Portal de la Cantera. Una inscripción muy deteriorada, ocupando las dos jambas de la Puerta de San Gabriel, coronada por la flor de lis, recuerda su construcción en tiempos de Carlos III.
El Portal del Moll. Era el lugar de entrada a la población, cuando se llegaba por mar. La cerraba la Puerta de San Miguel. 


El Camp
Lugares, caminos, edificios, depósitos de agua.

La Balsa de la Faroleta / Les Balses de la Faroleta / La Faroleta. Depósito de agua que da nombre a La Platja de la Faroleta.
Les Balses de la Casa del Camp / Les Balses de la Torre. Son dos depósitos de agua, situados no muy lejos de La Torre.
Les Balses del Poble. Están en la parte más estrecha de la isla, cerca de La Purissimeta.
Les Calderes del Burrero. Era el lugar donde se teñían las redes. El edificio ya no existe. Ahora es una zona de palmeras, en las afueras de la población.
El Camí de Cala Rata.
El Camí de la Casa del Camp / El Camí del Faro.
El Camí del Cementeri.
El Camí de les Paleres.
El Camí de la Torre / El Camí del Castell / El Camí del Quartel.
El Camp. Es toda la parte de la isla no ocupada por la población, a partir del Portal de la Caleta.
La Casa de l’Almadrava / La Magazent de l’Almadrava. Servía para guardar los utensilios de la almadraba.
La Casa del Camp / La Caseta del Camp. Edificio medio derruido, entre El Faro y La Torre, donde vivían los labradores de la isla.
La Caseta de la Balsa. Cercana a Les Balses del Poble.
La Caseta de Cala Rata / La Caseta de l’Almadrava / La Casa de l’Almadrava. Pequeña caseta sobre La Cala Rata, frente a La Galera, donde se guardaba parte de los aperos de la almadraba.
La Caseta del Peix. Ya no existe. Era un edificio que servía de lonja, situado en las afueras de la población, no muy lejos de El Serrallo.
El Cementeri / El Cementeri Nou. En el extremo oriental de Tabarca, en la parte más alejada de El Poble. Los antropónimos que aparecen a las lápidas sepulcrales delatan el origen italiano de los po­bladores tabarquinos.
El Cementeri Vell. Estaba al lado mismo del muelle actual. Todavía se pueden apreciar sus cimientos.
La Escalera del Tio Americà. Al lado de El Poble, baja hacia El Mollet de l’Americà.
La Farola / El Faro. Está situado hacia la mitad de El Campo.
El Jardinet. Es una especie de mirador situado al lado de La Caleta.


La Magazent del Tio Blai. Este edificio era de madera, y estaba al lado mismo de El Poble, pegado a la muralla. En él se construían embarcaciones. En Tabarca se utilizan los términos «magatzem» o «magazent», según la denominación del edificio al que se refiera sea en masculino o en femenino, respectivamente.
Els Merenderos. Establecimientos comerciales emplazados en el istmo de la isla, junto a La Platja. Estos son algunos de los nombres mencionados por los informadores:
- Amparín / El Merendero Amparín / Juan.
- Frigolàndia.
- La Casa de Glòria / Glòria.
- El Mar Assul.
- El Merendero Tere / Tere / Teressina.
- Los Pesca­dores.
- El Rincón de Ramos...
Les Paleres. Chumberas en gran número entre La Torre y La Casa del Camp. Parece ser que las primeras crecieron en los alrededores de Cala Menaca.
El Piló. Es un mojón o pilón antiguo, cuya función exacta se desconoce. Está situado junto a La Mina. 
La Terra Roja / La Terra Blanca. Es la punta situada frente a Les Pedres Roges. El Tabarca la palabra «roig» se aplica a cosas de coloración rubia. Esto explica la dualidad roja / blanca del nombre de este lugar.
La Torre / El Castell / El Quartel. La tercera denominación es moderna, castellanizada («quarter» sería lo correcto) y da testimonio de la ocupación del edificio en tiempos recientes por la Guardia Civil. Es una construcción troncopiramidal, robusta, con aberturas rectangulares a la altura de la primera y la segunda plantas. El acceso está en la fachada del N, y se hace al primer piso. Tuvo una garita en cada una de las esquinas superiores. Se sabe que no es la primera torre que fue construida en la isla.



Topónimos desaparecidos del mapa de Fernando Méndez

El famoso plano de Fernando Méndez, documento cartográfico que lleva la fecha del 15 de agosto de 1766, por la toponimia que contiene es un mapa de gran interés. Como es anterior a la colonización por los italianos redimidos, podemos observar que los recién llegados han mantenido una gran parte de las denominaciones preexistentes, pero por otro lado hay otras que han desaparecido. Veamos estos últimos.

Cala de l’Espalmador. Debe coincidir con lo que actualmente es La Pouera. El «espalmador» era el lugar donde se volcaban las embarcaciones de costado, para limpiarlas de las adherencias biológicas. Era fundamental que presentara unas determinadas condiciones naturales, como son la profundidad adecuada para llegar a la costa, y el litoral arenoso.

Cala de l’Espáragol. Daba nombre a la ensenada que por la parte S formaba La Cantera, unida todavía a la isla. Lo que ahora es El Passet, era entonces un estrecho istmo que resguardaba esta caleta. Más adelante, con la extracción de la piedra para construir las murallas, La Cantera quedaría convertida en un islote. Existen dos teorías acerca de su etimología. La primera propone la derivación del griego παραχόλπος, que significa cala secundaria. La segunda considera que podría ser un diminutivo de la palabra ligur «spelüca», que lo hace como «esperuga», «espeluga» o «esplugola», que designa una cueva o cavidad sumergida, apta para dar cobijo a una embarcación. De una forma o de otra, se cae en la redundancia desde el momento en que se dice Cala de l’Espáragol.

Cala de la Guardia.Es la rinconada de La Cova del Llop Marí. El topónimo hace referencia a un punto de vigilancia situado en el lugar que ocupa la actual población, donde podría estar situada la torre documentada ya en el año 1337.

Cala pequeña de la Guardia. Vecina de la anterior, a la altura de La Cova dels Birros.


Cala de las Ratas. El mapa la sitúa vecina de la actual Cala Rata, lo que ahora se denomina Platja de la Faroleta.

Las Caletas. Al N de La Cantera.

Las Cuebas de Anguilas (tal como consta en el plano de Méndez). Donde ahora está La Cova de les Llagostes y estaba La Cova del Sucre.

Cuerbos Marines (textual de Méndez). Actualmente L’Escull Roig.

Las Ferreryas. Toda la parte N de Tabarca, desde El Port hasta La Naueta, donde se observan vetas de materiales ferruginosos que, a juzgar por el topónimo La Mina, debieron someterse a una posible explotación.

Punta del Moro y Peña del Moro. Hace pensar en la posibilidad de que el actual Cap de Moro prestase antiguamente su nombre al que ahora es Cap Llobarros.

Punta de Tierra. En La Cantera, cerca de La Punta del Bol.

La Punta Roja. Donde actualmente está La Terra Roja, cercana a La Platja Gran.

La Trancada. En el antiguo istmo de La Cantera, donde ahora está situado El Passet. Es un lugar que muestra las huellas de la actividad extractiva (proviene del verbo valenciano «trencar», romper). Hay indicios de que la antigua torre preitaliana fue construida con materiales de este lugar. El Portal de la Cantera está documentado, entre otras denominaciones, como Puerta de la Trancada.


Por último, toda colaboración es poca para salvaguardar este importante patrimonio que supone la riqueza toponímica de Nueva Tabarca. Es por ello que pido a los lectores de este blog que, si encuentran algún error en este artículo, o conocen algún topónimo no recogido en estas líneas, por favor, describan en un comentario toda la información que posean al respecto, para así completarlo o corregirlo de forma precisa, las veces que sea necesario. Les doy las gracias de antemano.

 

El insólito ejercicio foguerer del '43: «Fogueres de Sant Pere»

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Artículo publicado en la Revista Actualidad Hogueras, Extra Hogueras 2013

En 2008 se dio la curiosa circunstancia de que la semana grande de las Fallas de Valencia coincidió en buena parte con la Semana Santa. Muchos meses antes, se especulaba casi a diario, en medios de comunicación y en la calle, con el cómo se combinarían tales eventos, y si uno prevalecería ante el otro. Por una parte, era lógico pensar que, si había que mover fechas, éstas serían las de Las Fallas, pues la Semana Santa es la Semana Santa, pero por otro lado estamos hablando de las Fiestas Oficiales de la Ciudad de Valencia, referencia además de estas fiestas en muchos otros municipios, no sólo de Valencia ni de la Comunidad Valenciana, sino de multitud de lugares a lo largo y ancho del mundo. Y, por supuesto, San José es San José.

Este hecho ya ocurriría en 1913, pero se solucionó fácilmente, dado que el programa de festejos de Las Fallas no era, ni por asomo, el que es ahora. Ni Valencia era como es ahora, ni la participación festera era lo que ahora, claro está. Sin embargo, la solución para Falles'08 parecía evidente, había que volver a hacer convivir ambos festejos y, pese al clamor que levantó en el colectivo religioso, y la ambigüedad a que quedaron sometidos los festeros adscritos a ambas celebraciones, todo se saldó con un buen número de columnas en la prensa, de todos los colores y tendencias, un buen número de procesiones desviadas de sus itinerarios tradicionales, variaciones en algunos horarios, algún que otro cambio de ubicación de lugares de plantà de fallas y casales falleros, un sinnúmero de viales cortados no habituales, y unas bandas de música que tenían que multiplicarse para atender pasacalles, desfiles y procesiones. Así que las calles de Valencia quedaron convertidas en un improvisado plató de rodaje de Misión Imposible 2, película en la que la escasa y despreocupada información previa por parte del equipo de rodaje, hizo que Tom Cruise se viera inmerso en una ciudad de Sevilla en plena Semana Santa, que por momentos mezclaba saetas con aderezos de falleras, fallas de atrezzo y fuego de bote, en una mezcla imbebile.

Revista Oficial de las Hogueras de San Juan 1943.
Llum de Fogueres, diseño de Melchor Aracil
(Archivo Armando Parodi)

Pero, claro, ni 1913 ni 2008 son fechas comparables a que una circunstancia similar se diera, como ocurrió en Alicante en plena posguerra y dictadura franquista, en concreto en 1943, cuando coincidieron en 24 de junio las festividades del Corpus Christi y de San Juan Bautista. No hay que pensar mucho para deducir quién se llevó entonces el gato al agua. Así pues, y siguiendo las páginas de un atípico programa festero, vamos a desgranar qué fue de este caprichoso ejercicio foguerer, no exento de otras anécdotas al margen de las propiamente sujetas al calendario.

Para empezar, nos encontramos con un Cartel Oficial, de cuya existencia sabemos gracias a que quedó plasmado en las páginas de la prensa de la época, así como en el interior de la Revista Oficial, porque, hoy por hoy, no se conserva ningún ejemplar del mismo, careciendo de él incluso el Archivo Municipal de Alicante, en su magnífica colección. Erróneamente, se ha tratado al que obtuvo el segundo premio como oficial, cuando éste sólo se utilizó como portada del programa de mano. Llaman poderosamente la atención las fechas de Fogueres 1943, «del 23 al 30 de junio» y, cómo no, en perfecto castellano: «Hogueras de San Juan».

Cartel Oficial de las Hogueras de San Juan 1943.
Resplandor, de Manuel Moreno Pezzi
(Revista Oficial 1943)

El cartel ganador fue titulado Resplandor, obra de Manuel Moreno Pezzi, siendo el lema del segundo premio Tradición, cuyo autor fue Jota Ene, seudónimo de José Navarro Pérez. Mientras, la portada de la Revista Oficial, titulada Llum de Fogueres, estaba ilustrada con un diseño de Melchor Aracil Gallego.

Programa Oficial de las Hogueras de San Juan 1943.
Portada: Tradición, de José Navarro Pérez
(Archivo Armando Parodi)

En este insólito ejercicio, y siguiendo el Programa de Fiestas, el día 23 se inauguraba la Exposición del Ninot, y desfilaban por las calles de Alicante, tras unos años de ausencia, los «Nanos i Gegants»; el 25 por la noche se celebró, en la plaza de toros, un Concurso Nacional de Pasodobles, interpretando la Banda Municipal las doce composiciones, previamente seleccionadas, de entre las cuarenta y una presentadas; el 26 quedaban oficialmente plantados, según los expedientes que se conservan en el Archivo Municipal, veintiún monumentos de fogueres y cerca de una veintena de barraques; el 27 desfilaba la Entrada de Bandas, participando tantas formaciones musicales como fogueres se habían constituido, y, por la noche, también en el coso alicantino, un merecido homenaje al maestro Francisco Alonso, organizado por la Comisión Gestora; el día 28 fue la Misa en Honor a la Virgen del Remedio y a San Juan Bautista, en la Colegiata de San Nicolás, seguida de la Ofrenda de Flores a la Patrona y, a continuación, la Entrega de Premios en el Ayuntamiento; pero sin duda la anécdota más significativa sería el hecho de que la cremà se viera retrasada al día 29, festividad de San Pedro y San Pablo, contraviniéndose así el propio nombre de la Fiesta.

Misa en Honor a la Virgen del Remedio y a San Juan Bautista, 28 de junio de 1943 (AMA)

Fueron los distritos, monumentos y artistas premiados por el Jurado los siguientes:
  • Primer Premio de Primera Categoría (900 pesetas) y Premio de la Cámara de Comercio, Benito Pérez Galdós con ¡Ya era hora! de Gastón Castelló Bravo.
  • Segundo Premio de Primera Categoría (600 pesetas), Santa Isabel con La moderna cenicienta de Ramón Marco Marco.
  • Tercer Premio de Primera Categoría (300 pesetas), Avenida Méndez Núñez con En todos los tiempos... de Agustín Pantoja Mingot y Manuel Baeza Sánchez.

Foguera Benito Pérez Galdós 1943 (AMA).
¡Ya era hora!, de Gastón Castelló
Foguera Santa Isabel 1943 (AMA).
La moderna cenicienta, de Ramón Marco
Foguera Avenida Méndez Núñez 1943 (AMA).
En todos los tiempos..., de Agustín Pantoja y Manuel Baeza

    • Primer Premio de Segunda Categoría (600 pesetas), General Primo de Rivera-Camarada Maciá con Soñar no cuesta nada de Manuel Albert González.
    • Segundo Premio de Segunda Categoría (400 pesetas), Paseo de Campoamor con Campanes al vol de Domingo Tafalla Navarro.
    • Tercer Premio de Segunda Categoría (200 pesetas), Barrio de San Fernando con ¡Qué malitos están! de Agustín Pantoja y Manuel Baeza.

      Foguera General Primo de Rivera-Camarada Maciá 1943 (AMA).
      Soñar no cuesta nada, de Manuel Albert
      Foguera Paseo de Campoamor 1943 (AMA).
      Campanes al vol, de Domingo Tafalla
      Foguera Barrio de San Fernando 1943 (AMA).
      ¡Qué malitos están!, de Agustín Pantoja y Manuel Baeza

      Resultó indultado del fuego el ninot Blancanieves, de la Foguera Alfonso el Sabio. La Casa de Valencia en Madrid premió al distrito Calvo Sotelo-Séneca, cuyo monumento No caerá esa breva era obra de Gastón Castelló. Y la Compañía «Tranvía y Electricidad» premiaría en Primera Categoría a Plaza de Chapí (El fuego todo lo purifica de Ramón Marco), Plaza de Hernán Cortés (Corazón inmortal de José Martínez Mataix) y Mercat (Vicio y virtud de Manuel Capella Guillén), con 250 pesetas a cada una; y en Segunda Categoría a San Antón Alto (Lo que vería un turista de Agustín Pantoja y Manuel Baeza) y Florida (Astros modernos o Artistas modernos de José Bustelo, cuyos ninots eran silueteados), con 250 y 125 pesetas, respectivamente.

      Foguera Calvo Sotelo-Séneca 1943 (AMA).
      No caerá esa breva, de Gastón Castelló
      Foguera Plaza de Chapí 1943 (AMA).
      El fuego todo lo purifica, de Ramón Marco
      Boceto de la Foguera Plaza de Hernán Cortés 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      Corazón inmortal, de José Martínez Mataix
      Foguera Mercat 1943 (AMA).
      Vicio y virtud, de Manuel Capella Guillén
      Boceto de la Foguera San Antón Alto 1943 (AMA).
      Lo que vería un turista, de Agustín Pantoja y Manuel Baeza
      Boceto de la Foguera Florida 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      Astros modernos o Artistas modernos, de José Bustelo

      También plantarían los distritos: Calle San Vicente y Díaz Moréu (Cuento de dragones de José Amat Martínez), Benalúa (Pompas de jabón de Manuel Albert), Los Ángeles (Tot per Alacant de Francisco Ruiz Soler), Plaza de Gabriel Miró (Evocación de Agustín Pantoja y Manuel Baeza, cuyo desnudo femenino del remate fue censurado), Alfonso el Sabio (Blanca Nieves y los siete enanitos de José Amat), Plaza del 18 de Julio (Como las marionetas de Agustín Pantoja y Manuel Baeza), San Blas (Volverán las oscuras golondrinas de Domingo Tafalla), Carmen y San Agustín (El resurgir de la Fiesta de Francisco Ruiz), y Calderón de la Barca (Alli-oli de Ramón Marco).

      Foguera Calle San Vicente y Díaz Moréu 1943 (AMA).
      Cuento de dragones, de José Amat
      Foguera Benalúa 1943 (AMA).
      Pompas de jabón, de Manuel Albert
      Boceto de la Foguera Los Ángeles 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      Tot per Alacant, de Francisco Ruiz Soler
      Foguera Plaza de Gabriel Miró 1943 (AMA).
      Evocación, de Agustín Pantoja y Manuel Baeza
      Foguera Alfonso el Sabio 1943 (AMA). Ninot Indultat: Blancanieves.
      Blanca Nieves y los siete enanitos, de José Amat
      Foguera Plaza del 18 de Julio 1943 (AMA).
      Como las marionetas, de Agustín Pantoja y Manuel Baeza
      Boceto de la Foguera San Blas 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      Volverán las oscuras golondrinas, de Domingo Tafalla
      Boceto de la Foguera Carmen y San Agustín 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      El resurgir de la Fiesta, de Francisco Ruiz Soler
      Boceto de la Foguera Calderón de la Barca 1943 (Revista El Fogueter 1943).
      Alli-oli, de Ramón Marco

      Y, a título de curiosidad, estas son las denominaciones de las barracas constituidas, y sus distritos correspondientes: «Mar de fondo» (de Antonio Ferrari, Calvo Sotelo-Séneca), Peña «Los siete enanitos» (Alfonso el Sabio), Peña «Los Potros» (de José Alavés Lledó, Calderón de la Barca), Peña «Aixina som nosatros» (Paseo de Campoamor), Peña «El Tró» (Alfonso el Sabio), «Así no hian penes» (de Raúl Álvarez Antón, Paseo de Campoamor), «Tres díes, plantá y cremá» (Santa Isabel), «Tot per Alacant» (Benito Pérez Galdós), Peña «Els Chinchols» (Barrio de San Fernando), Peña «Los Gorilas» (de Gastón Castelló, Plaza de Chapí), «Pots o no pots?» (Benalúa), «Ca ú es ca ú» (Santa Isabel), propaganda de «Calber» (Avenida Méndez Núñez), propaganda de «Navarro y Cía, S.L.» (Riusrrous, Avenida Méndez Núñez), «D'aquí a la gloria un pas» (General Primo de Rivera-Camarada Maciá), «Poquets y bons» (Mercat), y la infantil «El's 15 amiguechs» (General Primo de Rivera-Camarada Maciá).

      Boceto de la Barraca «Tot per Alacant» 1943 (AMA).
      Distrito Benito Pérez Galdós
      Barraca Peña «Los Gorilas» 1943 (AMA), de Gastón Castelló.
      Distrito Plaza de Chapí

      Otras curiosidades de este ejercicio fueron, obviamente, el hecho de que la Procesión del Corpus Christi fuera el día de San Juan; la carrera de camareros del día 25, organizada por Educación y Descanso; el concurso de Tiro de Pichón a brazo, organizado por el «Gorrión Club» el día 27, así como el espectáculo pirotécnico nocturno Gran Noche de Fuego, en la plaza de Calvo Sotelo, y la Gran Fiesta de Primavera (concursos de peinados, de mantones de Manila, y de Adivine usted esta canción), en el solar del Convento de las Capuchinas, en la Rambla; y la Vuelta a las Hogueras con antorchas, una hora antes de la cremà.

      Portada de la Revista El Fogueter 1943, con la Belleza del Fuego 1943,
      Finita Cremades Torá, de la Foguera Plaza de Chapí
      (Archivo Armando Parodi)

      Era alcalde de Alicante, Román Bono Marín; presidente de la Diputación Provincial, José María Martínez Alejos; Gobernador Civil, Luis González Vicén; presidente de la Comisión Gestora, Ramón Guilabert Davó; y resultó elegida Belleza del Fuego, Finita Cremades Torá (Plaza de Chapí).

      Guía Visual de Tabarca

      La Tabarca de Miguel Signes

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      Artículo de RICARDO MATAS PITA 
      Licenciado en Filología Hispánica. I.E.S. Jorge Juan. Alicante

      Publicado en la Revista Canelobre n.º 60, Invierno 2012
      Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert
      Desterrados de la vida: La Tabarca de Miguel Signes
      Incluido en el artículo Nueve calas literarias y una nota cervantina


      Miguel Signes Molinés (1915-1994) será siempre recordado, entre otras causas, por el hecho de que se le atribuyó la responsabilidad de haber escrito la primera novela explícita sobre la Tabarca alicantina.

      [Vicente Ramos, en su Literatura alicantina de la posguerra (1940-1965), ya nos presenta a un Miguel Signes con fuerte y clara vocación de literato, apostando por un escritor que desea vivamente mostrar su pasión creativa.

      Aunque no es citado por José Bauza en las páginas preliminares —ni seleccionada alguna de sus piezas literarias— de la antología Narradores alicantinos de 1954, sin lugar a dudas, Miguel Signes Molinés pertenece a la nómina de la promoción del horror, grupo generacional alicantino que, asevera Bauza, representa a los autores incluidos en la década de 1950. Su primer título, Luz y Niebla, aparece precisamente en el período al cual Bauza dedica su brillante —por vívida, inteligente y humorística— introducción, propia de quien ha protagonizado los acontecimientos expuestos y posee la memoria veraz y fecunda para relatarlos con una exactitud de rozagante y emotiva, nada lacrimógena, frescura y, aún más, con un distanciamiento crítico que ya le brinda la posibilidad de colocarlos en su justa posición.

      Cabe añadir que Signes desarrolló una fructífera carrera como escritor, cubriendo ininterrumpidamente varios géneros literarios (el ensayo, el cuento breve, el relato largo, diversos géneros periodísticos) con una especial atención hacia la novela, tarea que ha sido estudiada en profundidad por Irene Cortés Company en La novelística de Miguel Signes, título al cual remitimos para una completa valoración de la obra de nuestro autor. La propia Irenes Cortés nos dice:
      Durante una de las entrevistas que mantuve con Miguel Signes, recuerdo que vino a la conversación el impacto que tuvo la isla sobre él. Miguel Signes opinaba que un escritor tenía la obligación de ser honesto; él mismo se consideraba una persona honesta y por eso reñejó en su novela sus sensaciones sobre la isla. La visitó durante las fiestas patronales de Tabarca. En aquella ocasión conoció a una anciana que jamás había salido de la isla y esta circunstancia le impactó. A pesar de la alegría de las fiestas, no pudo evitar sentir cierto ahogo que le recordó la condición de cárcel que había tenido Tabarca en el pasado. Aquella percepción le hizo imaginar cómo sería la vida en la isla para las personas nacidas y criadas en el lugar, especialmente si no tenían ningún vínculo fuera de Tabarca. Para el escritor sin duda era una clausura a pesar de estar tan cerca de lugares más favorecidos como Santa Pola o Alicante. Esta circunstancia le inspiró la novela Tabarca que escribiría poco tiempo después.
      Así mismo, resulta muy útil la lectura de la revista Canelobre 14/15 (1989), la cual versa sobre la cultura alicantina en la década de 1950.]


      Publicada en el año 1976, con su obra Tabarca (Novela), Signes se valió de la diminuta isla mediterránea, situada frente a la costa de Alicante, para ahondar en un terreno de apariencia frecuentemente lunar/marciana (dependiendo de su aspecto nocturno y misterioso o de su faceta, no menos enigmática, calcinadamente desvalida bajo un pleno sol de justicia); aunque se nos ofrezca, asimismo, un conjunto de vistas tranquilizadoramente bucólicas para rebajar la presión descriptiva.

      [No deja de parecernos innecesario ese molesto marbete genérico apostillando entre paréntesis el título de la novela. Y, ello, tanto por su obvia ingenuidad, como por su palmario carácter fútil. Lo primero, casi seguro que naciera no de una actitud simplona del autor, sino de la autojustificación que evitara desviadas interpretaciones en los días de su publicación (recentísima la muerte del dictador Francisco Franco, con que suponía: temor, incertidumbre, vacilación, etcétera); lo segundo, producido por un prurito de afianzamiento genérico, deudor de la publicidad: habría quienes, al leer el título de un libro, hubieran podido pensar que el mismo ya decantaba el género literario de su contenido, lo cual alertaba a los autores que no deseaban que se prejuzgara sus obras, sin ni siquiera haber sido leídas, y eso les perjudicara económicamente.

      Recordemos que la novela adquirió desde mucho tiempo atrás una esencia libre que la dotaba de una absoluta capacidad de absorción de lo tratado por ella y de una abierta posibilidad formal, o sea, ser el género totalizador y proteico que, a partir de Cervantes, íbamos a disfrutar cada vez más y mejor.]

      Este biotopo poseedor de sus propias peculiaridades y habitado por un curtido paisanaje autóctono con unas remarcadas señas de identidad satisfará la comprobación del novelista, quien la habrá de envolver en unas circunstancias históricas que aderezarán la ficción brotada de su pluma.

      No olvidemos apuntar el premeditado manejo que Signes efectúa de un ingrediente básico e impregnador de la obra entera: el fuerte psicologismo, nacido de un irreductible planteamiento antropológico, un abierto alegato sociopolítico y un claro propósito didáctico que alentaron detrás de su labor como demiurgo literario.

      [Planteamiento antropológico, porque Signes no renuncia a una visión objetivable según los datos que acerca del Hombre y su circunstancia puede escribir. El ser humano es una entidad que depende de un espacio e interactúa en (añádase el resto de las preposiciones) él. La simbiosis de las dos realidades es utilizada por el novelista a la hora de crear una ficción literaria.

      Alegato sociopolítico, dado que cualquier vivencia humana se sumerge en su esfera social y ello, por supuesto, atiende determinados compromisos políticos. Un axioma del autor alicantino fundamentado en que no hay apoliticismo. Existimos porque existen otros, y, si no lo consideramos de este modo, nos arriesgamos a encerrarnos en un solipsismo estéril que nos empobrecería hasta la anulación absoluta.

      Para quien pudiera pensar que Tabarca es un alegato sociopolítico insuficiente, convendría recordarle su fecha de publicación, con la vigencia aún de una férrea censura política y otros obstáculos de diversa índole (personales también, críticos y editoriales, sobre todo) que inducían la autocensura, esa metacensura que destruyó más de una carrera literaria por el miedo al miedo. Y para esos hipotéticos exigentes de "más crítica social", les recomendamos la lectura de Tras los pasos de Barrabás (1983), otra novela de Miguel Signes, en donde, gracias a la mayor libertad de la sociedad española, blande con encono su ataque a lo que ahí se retrata.

      Propósito didáctico, que se arguye como la finalidad de gran parte de la novelística modelo de Signes: Tabarca (la obra preferida de su autor según nos refirió Miguel Signes Pascual, el hijo mayor de nuestro novelista) es una novela de tesis—véanse, por ejemplo, los nombres caracterizadores que llevan muchos personajes—. Las peripecias narradas habrían de procurar una utilidad formativa para sus receptores. Hay un pragmatismo propedéutico; nos entretendremos con la lectura, mas habremos de adquirir algo, por pequeño que sea, que nos afecte enriqueciendo nuestra formación personal. La Literatura —y todas las Artes, por supuesto— como acervo axiológico al cual recurriremos instintivamente para completarnos: una paideia estética bien plasmada en la obra íntegra de Miguel Signes y en varios instantes cimeros del argumento de la propia Tabarca.]

      Porque, indudablemente, Miguel Signes Molinés es un escritor nato de firme (a menudo, muy firme) pulso narrativo, que escudriñará con minuciosidad naturalista un estrechísimo espacio geográfico, sin que ceje en la terca intención de forjar las trayectorias de los personajes por él imaginados.


      Lo que se nos expondrá en Tabarca surgirá al hilo de la peripecia anecdótica de Ignacio Ibarzábal, entendida ésta como la concatenación de sucesos que jalonan el desarrollo biográfico de alguien o de algo. Nuestro protagonista, Ignacio, recalará en Tabarca y permanecerá en ella los abrasadores meses veraniegos del año 1956 —equiparando ese período a un infernal estío faulkneriano— y los meses del otoño de 1956 (hasta su brusco retorno), debido a encontrarse afectado por un transtorno psíquico agudo, el cual le lleva a buscar, con ansiedad más que obsesiva, un emplazamiento donde atemperar sus impulsos neurasténicos que, cree a pies juntillas él, lo atenazan irremediablemente, hasta el extremo de lanzarlo inerme al borde del paroxismo nervioso. Ahí actuará como un agente externo que devendrá en catalizador respecto a los lazos vitales de los habitantes oriundos de la ínsula y que en ella residen.

      Por consiguiente, a partir de los siempre socorridos motivos de la enfermedad y el viaje como acicates que habrán de provocar la tensión dramática a lo largo del argumento, Signes, sustituyendo con su insularización el marco habitual del primero de estos tópicos literarios (léase la habitación propia en el domicilio familiar conocido o la extraña en el hogar ajeno, la casa de salud o el pabellón de reposo, el hospital público, la clínica privada, el balneario, el cuartel militar, el edificio religioso y la cárcel, entre otros, todos ellos sitios que por sí mismos, y no exclusivamente en sentido metafórico, también son islas) moverá los hilos para articular los elementos compositivos de la trama.

      [Citemos solo algunos arquetipos básicos en la narrativa occidental que valen como paradigmas del tratamiento de la enfermedad como causa o consecuencia de historias literaturizables: el ciclo de En busca del tiempo perdido (1913-1917), de Marcel Proust; La metamorfosis (1917), El proceso (1925) y El castillo (1926), de Franz Kafka; La conciencia de Zeno (1923), de Italo Svevo; La montaña mágica (1924), de Thomas Mann. A fin de cuentas, los padecimientos conllevarán un proceso de aprendizaje (lo que se denomina un Bildungsroman).]

      [El viaje—tanto exterior, como interior— es uno de los primeros asuntos de inspiración para los artistas. En el caso de la Literatura, habríamos de marcar siempre el hito de los dos viajes homéricos (pues La Ilíada así mismo suponía un movimiento de búsqueda, el cual, además, provocaba implícitamente La Odisea). Más aún, no olvidemos que existe un texto precursor muy antiguo, el Poema de Gilgamesh, de autor anónimo, célula germinal que nutrirá numerosas tradiciones literarias, incluida la del aedo de Quíos.

      Para Tabarca, el modelo helénico es principal. No en balde hay una interpolación argumental de nítida procedencia homérica —como la relación del protagonista con las mujeres, isleñas o no, y otros componentes argumentativos estructuralmente insoslayables— en el encuentro de Ignacio con el perro sin amo, permitiéndose Signes una variación ingeniosamente cruel (también la efectúa Richard Matheson, por ilustrarlo con un ejemplo distinto, en los dos capítulos de Soy Leyenda (I am legend, 1954) —los cuales por sí mismos podrían desgajarse de la novela en la que están para conformar un bloque autónomo de singular belleza—, en que cuenta la historia del aislado Robert Neville y el perro vagabundo).

      De igual manera, el encuentro de Ignacio con el enterrador isleño y el diálogo entre ambos van tras los pasos del Hamlet shakesperiano sin que le duelan prendas.

      Tenemos que remarcar, también, que Miguel Signes coincide con el Nikos Kazantzakis de la Vida y Aventuras de Alexis Zorba (1946). Obra y autor muy populares en España por entonces y que ganó mayor predicamento tras la adaptación cinematográfica que Mihalis Kakogiannis realizara en 1964 y que alcanzó muchísimo éxito, en parte, motivado por la banda sonora de Mikis Theodorakis. Las aventuras cretenses de Basil, el joven intelectual, y del vitalista Alexis, de la viuda, y del resto de los habitantes de la villa, aquí contenidas, pudieron influir en la Tabarca signeriana, aunque sabemos también por Miguel hijo que hacia 1953 ó 1954 Signes ya se había ido con Marita (su esposa) y su primogénito (y único hijo en esa época) para pasar unos días en la ínsula, para vivirla efectuando un trabajo de campo que documentara científicamente los cientos de datos que luego trabaría narrativamente (método creativo que aplicaría a otros títulos suyos, por ejemplo, Pantano (1968)).

      Lo que no es tradición, es plagio, desde luego, y en la Tabarca signeriana hay mucha y de la mejor especie.]

      Dibujo de Gastón Castelló para Tabarca
      Cual un Hans Castorp de adinerada ascendencia vasca pasajeramente tabarquino [incide repetidamente Signes en lo diferencial que se estableceentre el brumosamente gris imaginario de la verdezona septentrional de la cual procede Ignacio, y que enmarca sus previas vivenciasvascas, incluidas las relaciones familiaresy las amorosas con su novia y con la hermana de ésta,y el rasgo meridional y mediterráneo que trasudanTabarca y sus pobladores.Sin embargo, Ignacio también padecerá una experiencia tabarquinizadora,no podrá sustraerse al magnetismo de esa roca salientesobre las aguas que imanta inexorablementea quienes en su regazo se acojan, impregnándolesde un fatum determinado], víctima de las alteraciones de su percepción sensorial, rayana en la hiperestesia (patente en su hipocondría y en su monomanía por la limpieza) [que lo acerca al ficticio Roderick Usher de Edgar Allan Poe y al real Juan Ramón Jiménez, nuestro poeta, puesalgunos de los episodiosbiográficos del onubense encajan exactamenteen los que Signes le atribuye a su antihéroe enfermo], mostrará la consideración tanto de sí mismo como del Universo —diestramente quintaesenciado en Tabarca gracias al sintetizador alambique signeriano— , y habrá de constituirse en la piedra de toque que procurará un perspectivismo y un contraste analíticos y el lógico corolario de ambos [nos referimos aquí al ensayoPerspectivismo y contraste (De Cadalso a Pérez de Ayala)(1963), del profesor Mariano Baquero Goyanes,de quien se pueden recomendar calurosamente todos sus estudiosfilológicos y de crítica literaria, por ejemplo,El cuento español en el siglo XIX (1949),Estructuras de la novela actual (1970),Temas, formas y tonos literarios (1972),Qué es la novela. Qué es el cuento (1988),La educación de la sensibilidad literaria (1990).Un maestro de maestros]: la diversidad de puntos de vista del individuo que, al llegar desde lejos y fuera (adverbios que semánticamente comportan no solo variables espaciales, sino también visiones psíquicas y consideraciones socioeconómicas), alterará indefectiblemente el precario equilibrio de un hábitat cerrado, endogámico, atávicamente preso de y en sí mismo y del y en el ciclo detenido de un, por paradójico que parezca, atemporal tiempo que conduce a la parálisis existencial, y, en última instancia, abocado, tarde o temprano, a la consunción.

      [Aquí sobrevuela la sombra de Luis Buñuel y su descamado y polémico documental Las Hurdes/Tierra sin pan (1933), más el tópico literario del fin de raza (y de época, familia y clase social), el cual se halla presente en muchos escritores españoles (Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Ramón María del Valle-Inclán, Pío Baroja o Llorenç Villalonga Pons, por citar solo unos pocos). Sirva como título ejemplar la conocidísima novela postuma El gatopardo (1958), de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

      En Tabarca nos enfrentamos a la transformación y pérdida de un grupo humano, y ello entendido como estirpe, pero, además, como una clase social y una colectividad integrada en un lugar y tiempo precisos... La marcha de éste va avanzando imparablemente, sin miramiento alguno hacia quienes no se adapten a la irreversibilidad que ello suponga y no lo consigan mediante el instinto de conservación. Habrá quienes no sepan, no puedan por incapacidad o, incluso, no deseen realizarlo, corriendo en una huida última hacia delante más próxima a un asumido suicidio desesperanzado que a la fuga por miedo.]

      A su vez, Ignacio sufrirá las vicisitudes que vayan desarrollándose en la isla y se erigirá en el narrador último de la historia que le ha tocado en suerte vivir, adquiriendo, involuntaria, mas gustosamente, el papel de cronista testigo de los acontecimientos y transmisor de los mismos en la versión por él adoptada, cuando, en principio, él no lo pretendía, a pesar de que no le hubiera molestado en lo más mínimo que los tabarquinos le consideraran un escritor. Esto se entenderá mejor a la luz del hecho de que Ignacio Ibarzábal, como declarado lector compulsivo que es —lo cual resulta fundamental a la hora de comprender su perfil psicológico— , sí deseara asumir el papel de observador total que irá representando paulatinamente, hasta que se autoconvenza (de igual manera en que, de modo involuntario, lo había conseguido con los habitantes tabarquinos) de que podría pergeñar un texto capaz de examinar pormenorizadamente y con fría dureza, si bien bajo el prisma sesgado de la parcialidad autobiográfica, ese microcosmos de rancio y bronco (adjetivo archiempleado por Signes) casticismo que abarca un kilómetro y ochocientos metros de longitud por cuatrocientos en su punto máximo de anchura y las circunstancias comprimidas de sus gentes.


      Para la consecución geométrica de la cuadratura de su círculo narrativo, Miguel Signes añadirá dosificadamente otras dos constantes temáticas que fueron primordiales durante todo el siglo XIX literario y artístico (pero con acertadísimos, ilustres y numerosos antecedentes en el siglo XVIII y ulteriores, enriquecidas y revisionistas prolongaciones en el XX y lo que va del XXI): por una parte, la crisis de conciencia, ya se catalogue como una previsible fractura de la fe religiosa, ya como el conflicto novedoso de la mirada laica frente a la vida, o bien como la mixtura conciliadora de ambas posibilidades problemáticas, pero en proceso también de padecer una previa zozobra espiritual/mental. Por la otra, el adulterio amoroso, en tanto en cuanto suponía el objeto de escrutinio que serviría para verificar con el microscopio literario la valoración social del Amor y la repercusión psicológica de todas sus ramificaciones durante esa centuria en que lo empírico se encumbró como insustituible método para aprehender la Realidad lo más asépticamente.

      Cuando seguimos leyendo Tabarca, hemos de aseverar sin resquemor que en ella los dos trastornos citados (cuestiones palpitantes que han cimentado multitud de variantes artísticas a lo largo de la Historia entera de la Humanidad) avalan los presupuestos de fondo y forma de un Miguel Signes que mantiene respetuosamente las directrices estéticas del Naturalismo más militante y combativo. La contemplación aguda y el sistema creativo del tabernés nos recuerdan el ideario científicamente ético de la novela experimental de Émile Zola, defensor a ultranza de la valiente búsqueda del secreto más íntimo que albergue el ser humano —esa insegura criatura esclavizada por la tiranía de la herencia genética y del medio ambiente social, o del medio y de la herencia, tanto montan— , y ello para lograr el descubrimiento de la Verdad absoluta, en un complicado ejercicio, el cual, a pesar de que resulte doloroso, incluso agónico, conducirá a la catarsis definitiva. A partir del conocimiento del horror y del sufrimiento que ello implicare, obtendremos la depuración emocional que mejorará nuestra personalidad gracias a que empatice con los otros seres dolientes, es decir, lo que propugnó el género literario de la tragedia grecolatina.

      El maestro Miguel Signes, desde el mismo inicio de la obra, en sabia, precisa y rápida jugada de apertura de su ajedrez narrativo, aplica sin rodeos los parámetros que acabamos de mencionar: su antihéroe, Ignacio Ibarzábal, se siente eróticamente atraído por Amparo Pianelo, una isleña casada con Rafelo, otro tabarquino, en un movimiento que demuestra su asentada contundencia como literato. Ese vínculo puede someterse a distintas interpretaciones, y en diferentes grados cada una de ellas, a medida que evoluciona: desde la mera, instintiva y primaria atracción sexual; pasando por una relación física más vigilante de la afectividad; hasta alcanzar una fase superior de enamoramiento que les acerca inevitablemente a la dependencia sentimental de Amparo hacia él y a la duda egoísta de un Ignacio vacilante y manipulador.

      Se abordan las aproximaciones recíprocamente sensuales de ambos en un franco estudio de las afinidades electivas de dos figuras muy expertamente caracterizadas por su hacedor, dispuestas en un paisaje conocido y descrito con la implacabilidad de un observador receptivo y nada complaciente de cara a la galería. En otras palabras, la historia amorosa entre Amparo e Ignacio —y toda la casuística desencadenada en el contexto minúsculo de la islita y más allá de sus confines, cual si de una novela pastoril se tratara— no desplazará extemporáneamente la premisa mayor que anima a Miguel Signes: la novela no será el pretexto para un idilio amoroso en un ámbito relativamente exótico, sino que se mantendrá en sus trece de verificar mediante una austera propuesta antropológica las esencias de los habitantes de ese reducto.

      [De igual manera que Miguel Signes dispara a bocajarro el conflicto amoroso desde el mismo inicio de la novela, lo resolverá abruptamente con un desenlace que, a pesar de rozar lo melodramático —¿y por qué no?—, concluye trágicamente con el uso invertido de un deus ex machina (el nuevo párroco del lugar, un tipo integrista y nada comprensivo), pues no ayuda en su situación límite a los protagonistas, sino todo lo opuesto. Signes, de nuevo otra vez, recurre a los precedentes literarios ilustres para su juego ficticio: Amparo, la cual había servido como refugio para Ignacio, quedará desamparada por el retomo forzado de su marido postrado, gravemente enfermo, a la isla. No pudiendo soportar ambas circunstancias, se suicidará acorde a la triste tradición de ciertas heroínas clásicas (Medea, Dido, etcétera) que cometen acciones terribles contra otros y contra sí mismas, destruyendo pecaminosamente el orden natural de las cosas, y entiéndase no como la acepción ortodoxa cristiana, sino en la grecolatina pagana, con un deje abiertamente misógino. Amparo se opone al oscurantismo de la obsolescencia que caracteriza a la religión del nacionalcatolicismo, representada en Tabarca por el párroco recién llegado, el cual implica la represión hacia la actitud independientemente desafiadora de Amparo ante las fuerzas vivas insulares. Miguel Signes contrapone a ese sacerdote, individuo de rigorismo ordenancista, la solidaridad del Jesucristo comprensivo hacia los errores y sufrimientos de la raza humana.]


      Tal vez se quiera justificar alguna lección que sitúe la novela en un facilón naturalismo trasnochado para la fecha, 1976, en que se publicara. Nosotros pensamos que estilísticamente el libro logra una sobriedad narrativa más que digna, demostradora de un convincente y eficaz dominio de lo que se desea contar, sin trabas epigonales imitativamente hueras, con el empleo de imágenes retóricas potentes y muy bellas, las cuales, cuando se reiteran en alguna que otra ocasión, planean un inteligente fin comunicativo. La repetición, nos guste o no, se yergue como uno de los recursos expresivos más antiguos, necesarios y efectivos (que no efectistas aquí) de la creación literaria, desde esos inicios en que la Literatura era Oraltura, si llevamos a cabo un pequeño trastocamiento verbal para dinamitar interiormente esa locución tan equívoca, la Literatura Oral.

      Los veinticuatro breves capítulos de la obra, junto a su Salvedad introductoria y su epílogo epistolar, estructuran perfectamente lo que a Miguel Signes le ronda por su magín poético, o sea, recrear la vida de un lugar que, primero, habrá sido presentado con la descripción de la Naturaleza y sus avatares; después, se conocerá la geografía humana mediante la mostración de los tipos que deambulan sojuzgados por esos lares; y, para cerrar esa verificación, serán expuestas conductistamente las acciones humanas que allí acontezcan y que levantarán escenas costumbristas definidoras y, en no pocas ocasiones, definitivas. Todo un aleccionador despliegue de paisajes, personajes y situaciones; tres categorías literarias a las cuales se les confiere una neta aportación simbólica, deseosa de transcender la superficialidad para que se vislumbre cómo lo particular, lo concreto, lo simple pueden cambiarse en universal, intangible y complejo. Esto revela la definitiva jugada artística del autor alicantino, quien sabe que el Naturalismo también puede entrar de la manera más espontánea y sencilla en el territorio del Simbolismo, recordemos ese más allá literario que supuso el Naturalismo espiritual practicado por una legión de fervientes naturalistas que dilataron hacia él su primera y empecinadamente restringida actitud experimental—como habría de ocurrir cinematográficamente con el paso del Naturalismo, a secas, francés hacia el Naturalismo poético o con el Neorrealismo italiano primitivo, que fue abriéndose ferazmente a otras derivaciones fílmicas—.

      Obsérvese, por citar una prueba ejemplificadora nada más, el cohesionado tratamiento de las mujeres que contrapuntean la vida tabarquina: Amparo Pianelo, la tía Joaquina, la madre de Amparo, la neoyorquina Dany Sullivan, la centenaria Teresa Manzanaro, la viuda e hijas de Pascualo Chacopino, la amante del bote varado en la playa, las jóvenes en la fiesta de San Pedro, Tomasa Chacopino, la partera Soledad, la niña Rosarito, su madre y sus amigas, las muchachas tejedoras de redes, la maestra Elisa Riera y las varias mujeres que, miembros agoreros del coro de una tragedia griega, van apostándose en diferentes lugares de la novela.

      [El terrible salto final de Amparo se emparenta con otro muy famoso, el que ejecuta Jim, el personaje conradiano de Lord Jim (1900), cuando, presa de un pánico cerval provocado por su fantasía calenturientamente libresca, abandona con esa acción la responsabilidad que le debe a la tripulación y al pasaje del buque Patna. Ambos personajes, Amparo y Jim, encaran con digna coherencia lo que el destino les depara. Amparo abandona por fin la isla en un acto decisivo de suprema fusión con la misma, porque en el segundo en que ella se arroje al acantilado del Birro, un punto neurálgicamente crítico del imaginario de Tabarca, cobrará sentido su propia existencia al romper con su tributo liberador la cerrazón de la mentalidad isleña y del obtuso párroco don Rosendo.

      Por su parte, Jim limpiará su honor mancillado, y no se considere como el desgastado cliché habitual, sino como la autoestima que le permite ser verdaderamente él. Aquel pretérito salto cobarde no fue más que un suicidio aplazado que se solucionará en el decurso de la vida del héroe trágico.

      Lord Jim asume su destino viviéndolo consecuentemente mediante una autoinmolación que para él habrá de ser necesaria, como la ananké del Aquiles homérico y de otros héroes helenos, y, así, disfrutar de una segunda oportunidad para enmendar su(s) error(es). Esto lo plantean simétricamente Nikos Kazantzakis y Martin Scorsese en la novela La última tentación de Cristo (1951), escrita por el primero, y en la versión fílmica homónima (1988), que dirigió el segundo: Jesucristo lleva hasta el final su sacrificio, conociendo siempre con anterioridad la dureza que conllevarán su pasión y muerte, y proponiendo un humanismo cristiano concebido en una mitología épica del mundo clásico.]


      Aducen las muchas caras de la femineidad que, aglutinadamente, simbolizan la verdadera protagonista de la obra —ya ha llegado el momento de decirlo—, la Isla (con mayúscula, como la denominan sus isleños: l'Illa), la Tierra-Madre plegada sobre sí misma y que se halla aislada en medio de un opresor universo líquido, semejando el interior de un seno materno con un ser embrionario en permanente estado de gestación: el Origen que, con atracción/repulsión y de una manera u otra, imprime carácter indeleble a sus hijos allí engendrados y paridos, a sus moradores voluntarios e involuntarios y a sus visitantes, temporales o reincidentes.

      [Con su tratamiento de la isla, Signes la dota de una acusada personalidad propia, que siente y piensa como un organismo vivo, al igual que el planeta retratado por el escritor polaco Stanislaw Lem en su obra Solaris (1961): Tabarca, un animismo sideral flotando en aguas terrestres, capaz de reflexionar sobre la desesperación que ocasionan las limitaciones humanas y el lugar que ocupa la Humanidad en el Universo.]

      Así pues, habremos de toparnos de bruces con unas identificaciones paisajísticas de nítida raigambre romántica (y estamos pensando, claro está, en el pintor alemán Carl David Friedrich y en muchos de sus herederos contemporáneos nuestros, en especial, Edward Hopper). Pese a que para algunos lectores acomodaticios puedan constituir escuálidos apuntes descriptivos estereotipados, estas representaciones desean con vehemencia evidenciarse como los trasuntos pictóricamente verbales de la proyección psicológica de los personajes mediatizados por el mundo exterior y, también, como los hechos calibradores de las características inherentes de ese entorno, las cuales afectan ineluctablemente los biorritmos anímicos de quienes se encuentren inmersos en él, en Nueva Tabarca, en la insularidad constreñidora de l'Iilla.

      [Naturalezas que connotan la pequeñez del ser humano frente a la grandiosidad de ellas, espectáculos sobrecogedores, hasta el punto de que despiertan en el espíritu de las personas sensaciones muy diversas: de soledad, éxtasis, incomunicación, desazón, silencio, espera, amenaza, misterio, postergación, tristeza, desaliento, quietud, nostalgia, desarraigo y extrañamiento (incluida la inefable belleza que esos conceptos encierran, por terribles que puedan ser). Todo aquello que formulaba el gran Nicholas Ray en sus dos lacónicos lemas de cabecera: "I'm Stranger Here Myself" ("Aquí soy un extraño"-"Estoy fuera de lugar aquí"-"Qué pinto aquí"), dicho por Johnny Logan en la película Johnny Guitar (1954) y "We Can't Go Home Again" ("No podemos volver a casa") tomada casi literalmente, con una meditada variación en el pronombre personal, del título de la novela You Can't Go Home Again (1940), del norteamericano Thomas Wolfe.

      El mismo Miguel Signes nos desvela su apasionada teoría paisajística en el artículo "José Lull, o la experiencia dramática del paisaje", publicado en la revista Idealidad, números 148-149, Julio-Agosto de 1970, pp. 34-35.]

      Sin duda alguna, tras la estela de su muy admirado Ernest Hemingway, Miguel Signes Molinés se quedó hipnotizado perennemente por esa línea de sombra, ese satélite inmóvil que, espejismo marino trazado con liviandad ante la costa alicantina —¿o será Alicante (la Tierra vista desde la Luna) la ilusión óptica terrestre esbozada borrosamente delante de la isla de Tabarca?— le exigía cual un incesante y buñueliano redoble de conciencia, plantearse el problema ontológico que el norteamericano, en su famosa novela sobre la Guerra Civil española de 1936-1939, recogiera con desgarro a través de unas densas, aquilatadas, percucientes y hermosísimas líneas que John Donne, aquel sensible poeta metafísico inglés, escribiera en su Meditación XVII, incluida en su libro Devociones sobre ocasiones emergentes y varias etapas de mi enfermedad de 1624, y que así rezaban:
      [...] ¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos al cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la Humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti. [...]
      [Tres son los escritores mencionados por Miguel Signes en las páginas de Tabarca: Ernest Hemingway, Giovanni Papini y Rafael Viravens Pastor, el primer cronista oficial de la ciudad de Alicante. La admiración que siente hacia el primero de ellos es enorme, y se siente su influjo a lo largo de la obra. Leamos estas palabras alusivas a él:
      Me puse, mientras llegaba el café, a leer unas páginas de "El viejo y el mar". El libro me apasionaba: un viejo, una pequeña barca, el océano, el pez espada... ¡Qué sencillo el relato, pero cuán intensamente humano y dramático! Bien hubiera podido llegar Hemingway a Tabarca. Si de una barca y un viejo pudo escribir un libro tan tremendo, ¿qué libro no hubiera podido llegar a componer con una isla entera y medio centenar de pescadores, con sus mujeres, sus hijos y sus hombres, hundido todo en la más honda y prieta pobreza? (Tabarca (novela), p. 80).
      El capítulo XII de Tabarca es un claro remedo que homenajea El viejo y el mar (1952) hemingweyano, inspirándose en el viejo Santiago y el niño Manolín.

      La presencia de Ernest Hemingway en España fue mucha e importantísima. Lo atestiguan los siguientes estudios: Stanton, Edward F., Hemingway en España, Madrid, Castalia, 1989. La Prade, Douglas Edward, Censura y recepción de Hemingway en España, Universitat de València, València, 2005. La Prade, Douglas Edward, Hemingway & Franco, Universitat de València, València, 2007. La Prade, Douglas Edward, Hemingway prohibido en España, Universitat de València, València, 2011. Tworney, Lisa Ann, Hemingway en la crítica y en la ficción de la España de la postguerra, Universitat de València, València 2012.

      Por cierto, don Ernesto se dejó caer por la ciudad de Alicante en el verano sangriento del año 1959, cuando preparaba su reportaje itinerante del duelo taurómaco entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordoñez —un adelanto magistral del nuevo periodismo, que esculpirían luego autores como Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer, Gay Talese, Hunter S. Thompson y Terry Southern—. Comprobable en la entrevista que Carlos M. Aguirre le realizó para el diario alicantino Información el trece de septiembre de ese mismo año.]

      Fogueres en el Raval Roig

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      En la década de los cincuenta, el escritor alicantino Víctor Viñes Serrano, en su obra Al pie del Benacantil, editada en Alicante por Sucesores de Such, Serra y Compañía en 1953, dice del Raval Roig:
      Es un barrio humilde que ni siquiera tiene más categoría que la de Arrabal; que no hace muchos años carecía de edificaciones que no fueran de planta baja (en lo que residía uno de los mayores encantos) y que, a extramuros de la ciudad, se ofrecía al sol naciente con su limpia y honrada humildad y su laboriosidad y pintoresquismo.

      Pero ni siquiera de esto le viene al Arrabal Roig la común simpatía de todos los alicantinos. No. Hay algo más: El Arrabal Roig es para nosotros algo así como el viejo familiar al que se acude para gozarse en su charla amena que relata la tradición, curiosear sus costumbres que se resisten a las innovaciones de los tiempos, deleitarse con sus hábitos sencillos y honestos y recrearse en la contemplación del atuendo.

      Eso es el Arrabal Roig: el bisabuelo, como si dijéramos, de los barrios alicantinos. Que sigue tejiendo sus redes en las callejas silenciosas, sin tránsito, iluminadas por el sol; que tiene en las angostas aceras sillas de cordeta y cuévanos puestos a secar, en los que el agua del mar pone millares de puntos brillantes de la sal reseca; que cuelga en las ventanas y azoteas sus «bonitos» y «cavalletes», embadurnados de rojo pimentón; y huele a alquitrán y a salobre y a salsa de ajo de calderos apetitosos y excitantes, mientras que en la mitad del arroyo se extienden el «bol», el «rall» o la «peseta», que en la amanecida conquistaron a las entrañas del mar, cercano y pródigo, el «rancho de peix» cotidiano.

      EL Raval Roig en el recuerdo

      El Raval Roig es probablemente el barrio más autóctono de la ciudad de Alicante. Apenas llega hoy a los mil ochocientos habitantes y, según los estudios, es la zona de la capital alicantina con más porcentaje de habla valenciana entre vecinos y familias. Barrio pescador por excelencia, nació sobre el murallón del Postiguet, extramuros de la ciudad, con la que comunicaba a través del desaparecido «Portal Nou» o Puerta Nueva de la muralla que desciende del Benacantil, al final de la calle Villavieja. El Raval Roig es reflejo perfecto del pasado alicantino, pero, paradójicamente, no ha sido nunca un barrio foguerer, y hay motivos que lo explican. Como todo en esta vida, Les Fogueres también tienen su excepción.

      EL Raval Roig en el recuerdo

      El Raval Roig, que, como hemos podido comprobar en la obra de Viñes, también aparece según qué fuentes como «Arrabal Roig» o «Arrabal Roch», no acogió con el fervor de otros barrios la celebración de Les Fogueres de Sant Joan, fundamentalmente porque ya tenía sus propias fiestas, arraigadas como pocas, tal vez por ese carácter de barrio extramuros que, de alguna manera, le hizo desarrollar una idiosincrasia propia, incluso para sus celebraciones, festeras o no. Eran, y son, las fiestas en honor a su patrona, la Virgen del Socorro, que se celebran normalmente los primeros días de septiembre. Se tiene constancia documental de la celebración de estos festejos desde 1839, con sus vaquillas, cucañas y multitud de otros actos populares, pero con toda seguridad se vienen celebrando desde hace muchísimo más tiempo. De hecho, hay estudiosos que las consideran las más antiguas de la ciudad. Y no era cuestión de rivalidad, simplemente era eso, que ya tenía sus propias fiestas y se celebraban por todo lo alto: partidos de fútbol y baloncesto, concursos de paella, verbenas, bailes, música tradicional al son de dolçaines i tabalets, nanos i gegants, o la procesión, que tenía un recorrido entre la lamentablemente desaparecida ermita del «Socós» y la playa del Postiguet, siempre ahí, frente a este barrio legendario, y que tomó su nombre precisamente de la pequeña abertura de la muralla del Mar que le daba acceso a la playa, en la que permanecían varadas las barcas y las artes de pesca; postigo que tuvo un origen urbanístico, como aliviadero de las aguas provenientes de las laderas del Benacantil, a través de dicha sección de muralla, y que era su función principal.

      La desaparecida ermita de la Virgen del Socorro

      Continúa, más adelante, Viñes en su obra, que, por cierto, tuvo su origen en unas famosas charlas radiofónicas, que el autor dedicaba fundamentalmente a los barrios de Alicante, hablando en este caso de las fiestas del Raval Roig:
      Llegan las fiestas y se adornan las calles con cadeneta casera. Y se cuelgan faroles y se enlazan guirnaldas de flores de papel, que una paciente labor preparó de mucho antes. En sus calles apareció en ocasiones hasta la Explanada, con sus gráciles palmeras, imitadas a la perfección por una barriada que siente el arte y sabe plasmarlo en esas jubilosas jornadas, con la mejor voluntad y el más puro de los sentimientos.

      Fiestas del Raval Roig

      Pero sí que hubo algún intento de implantar Les Fogueres en el Raval Roig. Y es que se dan casos de barriadas en Alicante, en las que tradicionalmente las propias fiestas del barrio han desplazado a nuestra Fiesta Oficial de Fogueres, y otros en los que simplemente se han mantenido al margen de cualquier evento festero. Son dos ejemplos notorios de este segundo supuesto la Foguera La Albufereta, que sólo plantó fogueres los años 1981 y 1982, o la Foguera de Vistahermosa, que únicamente plantó un monumento infantil en 1945.

      Sin embargo, en el caso de los barrios de más arraigo festero en Alicante, por antigüedad y tradición, como es el caso del Raval Roig, se dan los dos extremos. Mientras que, por ejemplo en San Antón coexisten las entrañables fiestas de «El Porrate», que ya han cumplido los 500 años de existencia, con las comisiones de fogueres de San Antón Alto y San Antón Bajo, en otras ocasiones se llegó a crear comisión de fogueres sin conseguir continuidad, como son los casos de la Foguera de Tabarca en 1965 y la Foguera de San Gabriel en 1966, que sólo duraron un año.

      Llibrets de Fiestas del Raval Roig

      Mención aparte merece el asunto de las Fiestas del Raval Roig en honor a la Virgen del Socorro, las más antiguas sin duda, junto con las de San Antón, pero que no serían óbice para que el barrio se subiera al tren de les Fogueres de Sant Joan en los años de la II República. En efecto, la Foguera Arrabal Roig nació en 1933 y, curiosamente, tras fallar un año, como sucediera en los casos anteriormente descritos, en vez de desaparecer volvió a plantar en 1935, en este caso tanto con monumento adulto como infantil, y 1936. Vamos a conocer las peculiaridades de su breve existencia festera.

      En el Expediente 22/1933, del fondo documental de les Fogueres de Sant Joan que se conserva en el Archivo Municipal de Alicante, encontramos la incorporación del entrañable Raval Roig de nuestra ciudad a las hoy Fiestas Oficiales. Así, la que entonces se denominó Foguera Arrabal Roig 1933, fue obra del componente del colectivo valenciano «Unión Arte» José Pérez, y fue titulada, según su llibret, Llevant lo vell pera posar lo nou, aunque en otras fuentes sólo aparece como Llevant lo vell. Fue plantada en la Plaza de Topete, y tuvo unas dimensiones de 6 x 5 metros de base y 8,5 metros de altura. Por proximidad, se podría considerar que pertenecería al actual distrito de la Foguera La Marina, tal vez del de Plaza de Santa María, o más probablemente del de Passeig de Gómiz.

      Foguera Arrabal Roig 1933, de «Unión Arte» (AMA)

      El presidente de la Foguera, José Pérez Ruso, seguramente de ascendencia tabarquina y que, aunque coincida nombre y apellido, no tenía nada que ver con el constructor del monumento, firmaba y presentaba su solicitud de plantà en la Secretaría del Ayuntamiento, el día 3 de junio de 1933, que la cedía en la misma fecha a la Comisión de Fomento, para quedar aprobada el día 5. Adjuntaba un boceto en acuarela, del que se conserva una fotografía autorizada mediante sello de Alcaldía. Era José Pérez una persona que siempre se mostró muy discrepante y crítico con la Mesa Gestora en las Juntas Generales, lo que le haría bastante impopular entre el resto de representantes foguerers.

      La citada solicitud hacía referencia al significado de la foguera, indicando que ésta «desarrolla el tema, de demoler lo arcaico y vetusto, reemplazándolo por otras edificaciones modernas que prestigien la población». Así la comentaba el número extraordinario de Fogueres 1934 de la popular revista El Tio Cuc, que, inexplicablemente, además la rebautizaba con el lema ¡Al agua patos!:

      Boceto de la Foguera Arrabal Roig 1933. Revista El Tio Cuc
      (Archivo Armando Parodi)

      Y este era el inicio de la amplia «explicasió» que consta en el llibret, firmada por José Pérez Ruso y Rafael Ferrándiz Navarro, toda una declaración de intenciones:
      Ya era temps de q'aplegara
      l'hora de ser foguerers
      i que com en atres puestos,
      ixquerem en els papers,
      al formar la Comisió
      q'enguañ molt valenta, fer a
      en tres mesos molt cortets
      una señora foguera,
      que'l barrio tot recibix
      plé d'alegria y de goig,
      pues no hay ducte, era desich
      dels veins del Raval Roig,
      que ara 's podrán codejar,
      aixina d' esta manera,
      en els demés d'Alacant
      per tindre ya una foguera.

      La primera comisión de este distrito la componían: José Pérez Ruso, presidente; Rafael Esplá Riera, vicepresidente; Francisco G. Martínez, secretario; José Esplá Riera, vicesecretario; José Puche Navarro, tesorero; y los vocales, Enrique Reus Álvaro, Pascual B. Serna, Tomás Llorca Femenia, Pedro Llinares, Francisco A. Planelles y Eleuterio S. Giménez. Fue la primera Bellesa, la señorita Rita Rómulo Serrano, y sus «Donselles d'Honor», Paquita Zaragoza, Vicente Molina, Remedios Juan y María Saura. Fue nombrado «Foguerer Machor» Álvaro de Albornoz Liminiana, político, abogado y escritor asturiano, diputado en Cortes y Ministro de Fomento y Justicia durante la II República. La Banda de Música de Orba fue la encargada de amenizar pasacalles y verbenas. La alicantina Papelería Marimón editó el Llibret de la Foguera del Raval Roig, aquí sí, por una vez bien escrito, con doce páginas de 14 x 22 centímetros.

      Llibret de la Foguera Arrabal Roig 1933 (AMA)

      Tras un año sin plantar, en lugar de desaparecer, como ocurriera en otros barrios tradicionales de nuestra ciudad, sin embargo reaparece con fuerza, y la Foguera Arrabal Roig 1935 planta dos monumentos, una foguera adulta y una foguera infantil. La primera de ellas, de acuerdo con el Expediente H-22/1935 que se conserva en el AMA, fue construida por los hermanos Juan y Gaspar Esteve García, que firmaban como «Esteve Hermanos». Según el llibret se titulaba Lo que puede ser, concursó en Categoría B, siendo merecedora del Tercer Premio, aunque otras fuentes citan, erróneamente, el Primer Premio de Tercera Categoría, clasificación que, por una parte todavía no existía y, por otra, queda totalmente desmentida al consultar el Acta de la Junta General Extraordinaria del 18 de junio, que la sitúa en la citada Categoría B. Sus 8 x 6 metros de base y 9 metros de altura fueron plantados, como en la anterior ocasión, en la calle Virgen del Socorro, a la altura de la Plaza de Topete del popular barrio de nuestra ciudad.

      Foguera Arrabal Roig 1935, de «Esteve Hermanos» (AMA)

      Es igualmente José Pérez Ruso, en calidad de presidente de la Foguera, quien el 6 de junio de 1935 hace entrada en el Registro de la Secretaría del Ayuntamiento de la solicitud de plantà, fechada 4 de junio, que sería admitida sin problemas. Se conservan dos fotos autorizadas, de otros tantos bocetos en acuarela, de las caras frontal y posterior del monumento, esta última sin firma.

      El mencionado documento incluía una breve explicación del monumento:
      Una vista de la actual situación de la Calle Mare Nostrum, con la barandilla que da a la playa y la parte montañosa, fea y antiestética que ofrece ahora, y, en la parte opuesta de la hoguera, lo que podría ser este sector construyendo una escalinata artística que facilitase el paso hasta la playa, borrando, al paso, esa vista fea de la parte montañosa. Los edificios modernos que se construirían en esa parte de la calle de Mare Nostrum, así como un gran Hotel turístico, denominado de Mare Nostrum, y exposición de algunas escenas de playa, a cargo de turistas alojados en el citado Hotel del que descienden, ataviados en traje de playa, por la escalinata futura desde su alojamiento a las arenas del Postiguet.

      Tarjeta publicitaria con el boceto de la Foguera Arrabal Roig 1935
      (Archivo Armando Parodi)

      Fue Bellesa de la Foguera la señorita Lolita Fuster, cambiaba la banda de música respecto de la que fuera contratada en 1933, siendo este año la Unión Musical de Alicante la que amenizó los días de fiesta, desfilando con la Foguera con el número 8 de orden, según el Acta de la Junta Extraordinaria de fecha 12 de abril, y de nuevo la Papelería Marimón editó el Llibret de la Foguera de Arrabal-Roig, de 15,5 x 21 centímetros y 16 páginas.

      En cuanto a la Foguera Infantil Arrabal Roig 1935, primera y última que se plantaría en este efímero distrito, es curioso observar que está muy bien documentada en el Expediente I-6/1935. Su autoría se debe al presidente de la comisión infantil, Rafael Ferrándiz, que la tituló Abusand de la ignoransia, según el citado expediente, o también Els esclaus de la mar, de acuerdo con otras fuentes, aunque probablemente este título hace referencia a una de sus escenas. Medía 1,5 x 1,5 metros de base y 4 metros de altura, curiosamente más alta que el máximo permitido en la actualidad en una foguera infantil de la máxima categoría, y se plantó frente a los números 123 y 125 de la calle Virgen del Socorro.

      Boceto de la Foguera Infantil Arrabal Roig 1935. Revista El Tío Cuc
      (Archivo Armando Parodi)
      Foguera Infantil Arrabal Roig 1935
      -no confirmado, dado que difiere notablemente del boceto, no así sus dimensiones-
      (Archivo Gonzalo García Ballesteros)

      La solicitud de plantà está fechada 9 de mayo de 1935, y presentada en Registro de la Secretaría del Ayuntamiento el 10 de mayo, quedando autorizada el día 1 de junio. Escrita con correctísima caligrafía, la firman Rafael Ferrándiz, presidente; Manuel Rodrigo, secretario; Francisco Berdías, vicesecretario; y Luis Nadal, tesorero. Completan la documentación un boceto en tinta azul de 32,5 x 44,3 centímetros, así como una memoria de la foguera, mecanografiada y firmada por el presidente y el secretario de la comisión infantil, que explica cada una de las cuatro caras de la misma. En la primera, «la playa del Postiguet todavía se presencia el deprimente espectáculo de pescar al "bou" cuadro este ya anticuado e inhumano, puesto que no compensa nunca el esfuerzo de unos hombres que arrastran pesada carga para obtener unos céntimos de compansación». En la segunda escena, «en aquella misma playa llegada la época estival van las mujeres tan sin vestidas que más parecen lugares propios de permanente pornografía, y no por cierto dominando esta clase de gentes, puesto que la playa se ve conmovida de gentes distintas de sana moral y además la infancia». En la tercera cara de la foguera, «un pobre hombre vendedor de números, que no debe gozar seguramente de buena vista, es burlado por las compradoras que a veces se quedan con varias "parejas" de números y pagan como si sólo una hubiesen tomado». Y en la cuarta y última, «hay otro pobre hombre vendedor de agua a domicilio que, con grandes trabajos si fía 3 cántaros por 10 ctmos y parece caro a muchas, mientras que a lo mejor pagan 30 ctmos, por medio litro de vino, cuyo vino tiene tan sólo de tal el color, puesto que es agua pura».

      Por último, llegamos a 1936, último año que plantaría monumento la Foguera Barrio del Arrabal Roig, reiteración que así consta en su denominación en el Expediente H-26/1936 del Archivo Municipal. Lo hizo con una nueva obra de «Esteve Hermanos» también con título diverso: Maldito dinero, según el boceto, o Maldita guita, según otras publicaciones. Se plantó en Categoría B un monumento de 10 metros de base y 9 metros de altura, frente al número 52 de la calle Virgen del Socorro.

      Boceto de la Foguera Barrio del Arrabal Roig 1936,
      de «Esteve Hermanos»(AMA)

      La documentación que se conserva de esta foguera es notablemente más escasa. Una escueta solicitud de plantà firmada por un nuevo presidente, Eleuterio Alemañ Planelles, fechada el 19 de junio de 1936, sería presentada en Registro de la Secretaría del Ayuntamiento, transferida al Negociado de Gobernación, y aprobada a continuación en esa misma fecha. Y, junto a ella, dos bocetos sin firmar, el primero de ellos de la cara frontal, en acuarela de 64 x 44,2 centímetros, y el segundo de la cara posterior, de 44,4 x 32,4 centímetros a tinta. No contiene explicación ni descripción alguna del monumento.

      Era Eleuterio Alemañ, un presidente mucho más participativo, sin dejar de ser notablemente legalista, siendo nombrado miembro de varias comisiones de trabajo por la Mesa de Gestora, según se desprende las Actas de las Juntas Generales. Un talante significativamente distinto del de su predecesor.

      Bellesa de la Foguera Barrio del Arrabal Roig 1936.
      Revista Rosas y Perlas 1936 (Archivo Armando Parodi)

      Fue la última Bellesa de la Foguera la señorita Luisita Moliner, mientras el Llibret de la Foguera de Arrabal Roig, de 14 x 21 centímetros y 12 páginas, era confeccionado por primera y única vez por los Talleres Tipográficos Sucesor Viuda de Reus, de Alicante. El sorteo del orden de desfile deparó a la comisión, en esta ocasión, el número 25, según Acta de la junta General de Fogueres del 18 de febrero.

      Después llegó la Guerra Civil y, con ella, la interrupción de las fiestas durante dos ediciones consecutivas, en 1937 y 1938, por razones obvias, pero los festejos más populares de Alicante no se volverían a celebrar en el Raval Roig: la Foguera desapareció junto con la II República y, hasta la fecha, no ha habido conato alguno de recuperarla. Pero el barrio más autóctono de la ciudad, ya tenía, y sigue teniendo, su fiesta popular y tradicional, que prevalece sobre cualquier otra celebración festera.

      Bellea, Belleza, Reina, Bellesa... del Foc

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      Artículo publicado en la Revista Oficial de Fogueres 2002

      El título de la máxima representación femenina de les Fogueres de Sant Joan, así como el sistema de su elección son, con toda seguridad, unos de los temas más llamativos y controvertidos de nuestra fiesta, un título que en 2012 cumplió ochenta años. Desde su instauración en 1932, han sido y son caballos de batalla de los que más hacen correr ríos de tinta y que más debate generan en el transcurso del ejercicio de les Fogueres de Sant Joan.

      Tomemos como punto de partida la Memoria Anual de la Comisión Gestora correspondiente al ejercicio 1957-58. En ella, en el capítulo «Festival Elección Bellea del Foc», se hacía evidente, por primera vez, la inquietud que había desde años anteriores, prácticamente desde la reanudación de la actividad festera tras el paréntesis de la contienda nacional, hacia el tema de la denominación oficial de la representante de la Fiesta de les Fogueres. Se expresaba en estos términos:

      Hora es ya de tomar decisiones terminantes sobre esto. Ya el pasado año decíamos, en la «Memoria» de la labor efectuada, que era deseo de la Gestora el renovar completamente el Festival de Elección, buscando un marco de más alcurnia para el mismo. Presentación ante las Autoridades, sustituir el nombre de «Bellea», poco apropiado, por el de «Reina» de las Hogueras...
      Del mismo modo, en el punto «Presencia y rango de la mujer alicantina en la Fiesta», apuntaba la conveniencia de una reforma total en la materia.

      Amparito Quereda Bernabeu, primera Bellesa del Foc (1932)

      En la siguiente Memoria Anual, la del ejercicio 1958-59, en su apartado «Cambio de denominación en la representación femenina. Bosquejo histórico», se seguía abundando en el tema. Se hacía una pequeña reseña histórica, contando ésta que, en el año 1932, el periodista, escritor y político segoviano de nacimiento y alicantino de adopción, Mario Guillén Salaya, propuso a la Comisión Gestora organizar un «concurso de belleza» para elegir a Miss Foguera. Ese título de Miss fue desechado inmediatamente por tratarse de un vocablo extranjero y, tras muchas deliberaciones, se escogió el de Bellea del Foc. Como premio para la misma se dispuso de «dos trajes, de corte y calle, sombreros, zapatos, ropa interior; abanicos, guantes, adornos, etc.», todo proporcionado por el comercio.

      Comisión de la Foguera de la calle Quiroga 1932, compuesta sólo por mujeres.
      Todavía no existían las belleses de distrito

      La Elección 

      Los actos de Elección se encomendaron al propio Guillén Salaya, bajo la supervisión del entonces presidente de la Comisión Gestora, José Ferrándiz Torremocha. Pero, faltando muy pocos días, declinó esa responsabilidad y abandonó el cargo, quedando en manos de la Gestora su organización.



      El concurso fue convocado mediante anuncio en la prensa local del día 20 de abril de 1932, ya que hasta el año siguiente no se designarían como tales las belleas o bellezas por los respectivos distritos foguerers. Por esta razón, es un error reiterado la asignación que algunos autores hacen de la primera Bellea del Foc al distrito de Benalúa, ya que la primera elegida, Amparo Quereda Bernabéu, no sólo no fue proclamada Belleza de esa foguera, sino que además ni siquiera vivía en el barrio. Podían elegir libremente el tipo de vestido a llevar, y debían comprometerse a desfilar en la pasarela las veces que el Jurado considerara necesario.



      El primer Jurado, reunido en los salones del Ayuntamiento, estaba compuesto por los concejales José M.ª Pérez Ayala y Mario Guillén Salaya, los pintores Gastón Castelló Bravo y Emilio Varela Isabel, el escultor Daniel Bañuls Martínez, los periodistas José Coloma Pellicer (director de El Tio Cuc) y Emilio Costa Tomás (director del Diario de Alicante), el fotógrafo Ángel Custodio, y el secretario de la Comisión Gestora, Rafael Ferrándiz Navarro, que actuó como tal en dicho Jurado. Pues bien, aunque parezca mentira, ya en esta primera ocasión hubo protestas por parte del público, siendo en especial blanco de las mismas los pintores Castelló y Varela, y el escultor Bañuls.

      9 de abril de 1933. Almuerzo en honor a la Bellesa del Foc,
      celebrado en el Castillo de San Fernando

      El 22 de junio de 1933, en el transcurso de una fiesta popular en la Plaza de Toros, se estrenaba el himno La Bellea del Foc, original de Luis Torregrosa García y letra de José Ferrándiz Torremocha, los mismos autores del himno Les Fogueres de San Chuan, en cuya partitura original figura la siguiente dedicatoria a Carmen Hernández Flores, Bellea del Foc de 1933: «A la encendida hermosura de Carmencita Hernández Flores, la morena Bellea del Foc que nos ha inspirado este Himno».


      En años sucesivos, el marco estrella de la Elección sería el hoy desaparecido Monumental-Salón Moderno, salvo algunas excepciones, y el Jurado se vería formado fundamentalmente por los Foguerers Machors de cada foguera, así como de grandes personalidades de la sociedad, no sólo alicantina, sino también nacional: Carlos Arniches, Fernando Luca de Tena, Ramón Gómez de la Serna, Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Rafael Altamira... Tal vez por aquello de la notoriedad de sus componentes, las protestas al Jurado se hicieron más raras, al menos de una forma tan evidente.

      Bellesa de la Foguera de Orán 1933

      Con el tiempo se llegó al convencimiento de que se trataba de algo de mucha más categoría. No era un tributo a la belleza lo que se deseaba, sino un homenaje a la mujer y, al dejar de ser un festejo local para tener trascendencia fuera de tierras alicantinas, ciertos hechos no quedaron muy bien parados, hasta llegar a la necesidad de falsear la elección para mejorar la preparación de la representación alicantina.


      El momento oportuno para la renovación del sistema pudo haber sido la reanudación, en 1940, de las actividades festeras. Tomás Valcárcel Deza, delegado artístico de la Gestora presidida por Ramón Guilabert Davó, suprimió el odioso concurso y lo transformó en un espectáculo con un sello marcadamente alicantinista y folklórico: el Festival de Elección de la Bellea del Foc, aunque habría que decir que, aunque el régimen franquista abogó por utilizar el correcto castellano de Belleza del Fuego, lo que consiguió en otras denominaciones festeras, especialmente en los contenidos de los llibrets, no lo logró con el vocablo Bellea, tan arraigado.

      Bellesa y sus Donselles d'Honor 1933 de la Foguera Santa Isabel

      Pero para «mayor equidad», se pensó en dar entrada en el Jurado... ¡a los presidentes de las comisiones! El concurso persistía. Ahora los votos no había que pedírselos a unos cuantos señores que antes formaban el Jurado, sino a treinta o cuarenta votantes. No se tuvo en cuenta el ridículo que pasaban la mayor parte de las chicas ante las discusiones entre los presidentes, y esto hacía que cada vez se retrajesen más, hasta llegar al problema real de las negativas continuas: de la escasez de belleas.


      La Gestora de nuevo tuvo la necesidad de «preparar» las elecciones, en bien de aquellas muchachas que desinteresadamente acudían. No falseándolas, puesto que se hacían ante el público, pero sí poniéndose de acuerdo en cuanto a la señorita que había que votar, asegurando así la elección de determinada joven, que dejara el nombre de la mujer alicantina donde sin duda merecía. Muy emocionante ante los ojos de los asistentes, pero falso. Hasta las propias comisiones dejaron de hacer sus primitivos concursos en los barrios, para llegar al sencillo acto de la Presentación al Distrito de la chica designada. Las palabras «falsedad», «injusticia» y otras por el estilo, eran el apoteósico final de las elecciones.

      Belleses 1933

      En el Pleno del 15 de enero de 1959, se propuso, por fin, un cambio de denominación. Había que desterrar todo aquello que pudiese recordar el primitivo concurso de belleza y, por ello, se estimó que el nombre Bellea debería ser sustituido por otro. En un Pleno anterior, del 22 de octubre de 1958, este tema se sometió a votación, resultando diecisiete votos a favor de cambiar la denominación, por ocho en contra y dos abstenciones, sugiriendo la Gestora que cada comisión le enviara una carta en la que propusiera la denominación que, a su forma de ver, era la más adecuada. Recibidas seis propuestas distintas, fue nombrada la subcomisión de organización encargada de proponer el nuevo nombre a la autoridad municipal. Por fin, en reunión con la Comisión Gestora, entonces encabezada por Gastón Castelló Bravo, que también actuaba como delegado artístico, en la Casa del Foguerer, el día 23 de enero, se llegó a la siguiente conclusión: se denominarían Festeras a las señoritas elegidas en los distritos, y Reina del Foc a la designada como máxima representante de Les Fogueres. Pero la cosa no terminó ahí...

      Carmen Hernández Flores, Bellesa del Foc 1933

      La anteriormente citada Memoria 1958-59 también comentaba, en el apartado «Cambio de sistema» que, como complemento de lo anterior, la Comisión Gestora se reunió el 6 de marzo con los señores Arecio Gómez Padilla, Pedro Carbonell Zaragoza y José García Sellés, presidente, vicepresidente y secretario de la Comisión Municipal de Fiestas, respectivamente, y acordaron que se efectuaría una recepción en el Palacio Municipal a todas las señoritas acompañadas por sus presidentes, para ser presentadas a las autoridades provinciales y municipales, así como a los representantes de la prensa. Tras la recepción, el señor alcalde haría pública su designación de la Reina del Foc y su Corte de Honor, en número de cuatro o seis, y unas fechas después se celebraría un acto público en el Teatro Principal, cuya cesión gratuita gestionaría el Ayuntamiento, organizado por la Comisión Gestora para hacer la presentación de las mismas.

      Representantes de la Foguera General Villacampa 1934

      Entregado el 10 de marzo el proyecto al alcalde Agatángelo Soler Llorca, a la sazón presidente nato de la Comisión Gestora, éste mostró su acuerdo total con la resolución propuesta. El alcalde comunicaría los nombres de las cinco señoritas designadas a la Comisión Gestora, mientras sendos motoristas de la Policía Municipal llevaban a sus respectivos domicilios los nombramientos firmados por el primer edil. Al día del acto de presentación de las mismas se le denominaría Día del Foguerer, en el transcurso del cual se desarrollaría una comida de hermandad, una corrida de toros y un baile en la Lonja. Además, el alcalde subvencionaría los trajes de las chicas elegidas. 

      Ante el Festival de Presentación de las señoritas asignadas, hubo grandes dudas iniciales de su éxito, pues algunas comisiones, contrarias al cambio, mostraban su descontento reiteradamente. Pero fueron las que habitualmente llenaban la localidad barata, para gritar animando a lo suyo y abucheando al contrario, las que no hicieron acto de presencia, llenándose por contra el Teatro como jamás lo había hecho en un acto de esta índole. Mientras, tras el espectáculo, las discusiones y las desavenencias entre las comisiones en la calle se desvanecieron. El disgusto que siempre había seguido a la votación había desaparecido.

      Comisión de la Foguera de Madrid 1934

      Pero en tan sólo dos años, con la llegada a la presidencia de la Gestora de Tomás Valcárcel, que asumiría igualmente la delegación artística, volvería la denominación Bellea del Foc, de forma ya inamovible hasta nuestros días, aunque con los matices que luego veremos. La Fiesta, por lo tanto, sólo conocería dos reinados: 1959 y 1960. La razón estuvo, según se recoge en el Acta del Pleno del 21 de abril de 1961, en su capítulo de «Ruegos y preguntas», en la intervención de varios de los presidentes asistentes abogando por la escasa acogida que la denominación Reina tenía entre los foguerers, y en la persistencia en la calle del uso del apelativo Bellea. Uno de ellos decía, por ejemplo, que el título Bellea del Foc«es muy nuestro, como Fallera Mayor es de Valencia y Gayatera de Castellón»; otro dio lectura a una carta de José Ferrándiz Torremocha, en la que se decía «que no debió (el Pleno) quitar el nombre de Bellea del Foc»; también se comentó que «el nombre de Bellea no era para indicar la belleza de la mujer, sino la belleza de la Fiesta representada por la mujer». Al final, en una votación, donde también se eligió cambiar la denominación de Elección por la de Proclamación, algo obvio por otra parte, la denominación Reina del Foc obtuvo nueve votos, frente a los trece que tuvo Bellea del Foc, con atención al texto cuatro abstenciones y cinco «que no votaron» (?). Se llevó la propuesta, como era preceptivo, al alcalde que, al ser una proposición derivada de una votación en el Pleno, la aprobó.

      1934. Llegada del barco de Orán con la representación festera

      Llegando a 1965, dos años antes de que se institucionalizara el traje de novia alicantina, ideado por Valcárcel desde que tomara las riendas de los Festivales de Elección, y que desde los primeros años cincuenta poco a poco iba haciéndose habitual, retornaría el antiguo sistema de elección por votación popular, lo que ya ese mismo año agotaría rápidamente el taquillaje del Teatro Principal. La propuesta surgió en el Pleno del 13 de octubre de 1964, «por considerarlo más popular, más interesante y que se amolda mejor a la idiosincrasia de la Fiesta». Trasladada al alcalde, éste la aceptó igualmente. Las papeletas de votación de autoridades y comisiones se iban reflejando públicamente en cuatro grandes pizarras conforme se leían, entre los grandes aplausos y los gritos de entusiasmo de los «hinchas fogueriles». Los empates entre las Damas de Honor, que en más de una ocasión se dieron, se resolvían mediante una «mano inocente».

      Paquita Santos Albadalejo, Bellesa del Foc 1934

      Más adelante volvieron a complicarse las cosas. Se dio también posibilidad de votación a los medios de comunicación y, en 1971, si siempre el intercambio de votos, criticado y repudiado por los propios presidentes, estaba en boca de todos, se agravó con una nueva modalidad de cambalache: la compra del voto. Así, las comisiones económicamente débiles, o «más de barrio», sucumbían ante las del centro de la ciudad. Otra vez los pucherazos anunciados se sucedían año tras año, pero sin que nadie tuviera la voluntad de ponerles freno, lo que hastió al público asistente hasta tal punto que sólo unos tímidos silbidos de protesta precedían a un silencio sepulcral en el acto de la Proclamación, acto que no se separaría del de Elección hasta 1981. Eran elecciones descafeinadas y faltas de ilusión... salvo para unos pocos, claro.

      Angelita Ramírez López, Bellesa del Foc 1935

      Un año antes de esa separación de actos, en 1980, año de transición, ya que Tomás Valcárcel dejaba la presidencia de la Gestora y le sucedía Jacinto Masanet Gomis, fue Pepe Espadero, nuestro genial artista y coreógrafo, recién nombrado delegado artístico, el que estableció que el traje de novia alicantina sólo fuera exhibido por las Belleas y Damas de Honor, quedando para las comisionadas el llamado «de labradora». Pero su magnífico espectáculo en el Palacio Municipal de Deportes, con guión de Luis Amat Vidal, se vio mermado en esplendidez por un final desastroso. A pesar de que se introdujeron modificaciones en el sistema de votación, como el no poder votar a su propia Bellea y el nombrar en cada voto qué foguera votaba y a qué Bellea lo hacía, el sistema no convenció a nadie, y el resultado fue un descomunal guirigay de pitos y «¡fuera, fuera!», que consiguió que autoridades y medios de comunicación se ausentasen inmediatamente, y que más de un presidente intentara retirar a su Bellea del escenario. Y todo fue debido a las mañas del presidente de la foguera que se hizo con el título, que prometió a gran cantidad de presidentes el intercambio de votos y, obviamente, no podía cumplir con todos. Como era de esperar, ese presidente se esfumó del Pabellón al poco de finalizada la votación. El nuevo sistema tampoco tenía validez.

      1935. Representación de Les Fogueres de Sant Joan rumbo a Orán

      Al año siguiente se hizo un nuevo intento, tan desafortunado como los anteriores. Esta vez sólo votaban los presidentes de las hogueras... Según decían, se llegaron a cotizar ¡hasta a 15.000 pesetas por papeleta! Esto, unido a las seis largas horas de espectáculo, y a que días antes de la Elección se había coreado por la ciudad el nombre de la chica que iba a ser elegida –¡y resultó serlo, además!–... ya se puede uno imaginar. Unas protestas que no se reprodujeron al año siguiente, tal vez porque éstas iban dirigidas a hacer dimitir a Jacinto Masanet, o tal vez porque su sucesor Raúl Baeza Muñoz tuvo el acierto de cambiar una vez más el sistema, haciendo que fueran las cinco chicas más votadas por los presidentes, las que a su vez se votaran entre sí para elegir la Bellea del Foc.



      Con la llegada en 1985 de José Ángel Guirao Sánchez a la delegación artística, se recuperaba el glamour, la poesía y el alicantinismo que formulara en su día Tomás Valcárcel y, fuera o no por esa razón, la realidad es que vivimos una etapa de tranquilidad, no exenta de gran expectación, en cuanto a la Elección de la Bellesa del Foc se refiere, denominación que abordaré más adelante. Las elecciones discurrieron mucho más tranquilas a partir de la adopción del sistema mixto de votación: los presidentes realizaban una votación previa, puntuando de 5 a 1 a las cinco belleses que más les gustaban a sus comisiones, de la suma de estos puntos salía un grupo de las quince chicas más votadas, que pasaban a un segundo Jurado, nombrado por el presidente de la Comissió Gestora, que decidía qué cinco chicas ­siete a partir de 1999, al pasar a ser seis las Dames d'Honor eran elegidas, y quién de ellas era la nueva Bellesa del Foc.

      Representantes de la Foguera de la calle Quiroga 1936

      La época de Guirao, con un paréntesis de cinco años de continuos cambios de responsables de la Elección Ginés Pérez Beltrán, Javier Villacampa González, Néstor de Lara Correa, Carlos Pro Rodríguez, y de lugar de realización de la misma Institución Ferial Alicantina (IFA), Centro de Alta Tecnificación, culmina en 1998 en la Plaza de Toros, con un soberbio espectáculo titulado Mar de Foc, al que le vino muy apropiado el título por el gran chaparrón que a punto estuvo de echar al traste con el Festival de Elección, pero que, afortunadamente, pudo llevarse a cabo con dos horas de retraso, que no mitigaron lo más mínimo la grandiosidad del mismo.



      Aun fallecido, el espíritu foguerer de José Ángel Guirao estuvo presente en la edición del Festival de Elección de la Bellesa del Foc de 1999, como uno más de su buen hacer. Nos dejó un testamento artístico, como presintiendo su desaparición, basado en el cual, sus íntimos colaboradores montaron el acto de título Luceros, que incluyó un homenaje a su memoria que puso en pie a toda la plaza.

      7 de abril de 1940. Matilde Nadal Bolino, recién proclamada Bellesa del Foc

      Y llegamos a una nueva etapa, donde el talento del delegado artístico de la Gestora de José Manuel Lledó Cortés, Manuel Jiménez Ortiz, dio un giro inesperado al Festival de Elección de la Bellesa del Foc, integrando el alicantinismo de Valcárcel y de Guirao con el puro espectáculo que nada tuvo que envidiar a los musicales de París, Londres o Nueva York, todo ello sazonado con la más multitudinaria participación de foguerers y barraquers que este acto haya conocido jamás, fórmula que ha pervivido a duras penas con el cambio de presidencia a Pedro Valera Bocero, y cuyo titular de la delegación artística, Enrique Torres Navarro, muy limitado por la crisis económica, apenas pudo acercar esos primeros actos de Elección de la recién denominada Federació de les Fogueres de Sant Joan, a esplendores anteriores.


      La publicación de este artículo ha tenido lugar la víspera de la primera Elección de la Federació presidida, precisamente, por Manuel Jiménez Ortiz. Los antecedentes festeros de su delegada artística, Noelia Rondón Espinosa, hacen presagiar un gran espectáculo, de los que quedan en la retina. Las quinielas están hechas, y las candidatas, así denominadas desde que en 2003 dejaran de ser las belleseselegidas en su año las que optaran al título, para serlo al año siguiente, preparan sus trajes de gala y de novia alicantina para tratar de alcanzar el preciado título del fuego. El Jurado, nombrado en parte por la propia Federació, y en parte por la Asamblea General, convive ahora con las aspirantes al título en multitud de actos a lo largo del ejercicio, y es hoy el responsable último de la elección de las máximas representantes de la Fiesta.

      22 de junio de 1940, en la Plaza de Toros de Alicante


      El Título



      En cuanto al título de nuestra máxima representante de la Fiesta, basándose en la revisión filológica de la palabra Bellea, se comenzó a utilizar la actual denominación Bellesa del Foc, que se va incorporando a nuestro léxico foguerer muy lentamente, si bien es perfectamente vigente la tradicional denominación Bellea del Foc, como ahora comprobaremos.

      Comisión de la Foguera Benalúa 1940

      Tal revisión se llevaba a cabo a primeros de los años ochenta, a fin de otorgar la máxima pureza a la utilización del valenciano en nuestra Fiesta. Así, San Chuan pasó a definitivamente a corregirse a Sant Joan, la castellanizada Comisión Gestora se convirtió en la correcta acepción oficial de entonces Comissió Gestora, hoy Federació, pero no cuajó el cambio propuesto de Bellea a Bellesa. Este fue el motivo por el que, a finales de esa misma década, la Comissió Gestora solicitara al Secretariat de Normalització Lingüística de la Universitat d'Alacant, un informe detallado sobre el uso de dicha palabra. El informe, firmado por su director Rafael Alemany i Ferrer, aclaró la coexistencia de ambas acepciones de uso en tres puntos aquí resumidos:
      1. La palabra bellesa, derivada de bell bonito, hermoso, guapo, era ya utilizada por nuestros primeros escritores valencianos, si bien coexistía con ­bellea­, pues era un fenómeno generalizado y que actualmente pervive en muchos lugares, transformar las palabras acabadas en -esa reduciéndolas a -ea.
      2. Se comprueba una y otra vez en los archivos históricos la presencia de ambas formas, si bien la adoptada como correcta por las autoridades lingüísticas ha sido la forma bellesa. Sin embargo, y como ocurre en todas las lenguas, usamos las palabras de forma diferente según la situación en que nos encontramos, pudiendo diferenciarse un modo coloquial y un modo formal de utilización de la lengua. Se trata de un comportamiento espontáneo e inconsciente y, en el caso que nos afecta, bellesa/bellea, podemos hacerlo extensible a todas las palabras valencianas que designan elementos de la Fiesta y que han penetrado en el castellano, como mascletà, despertà, plantà, cremà, banyà, etc. que provienen de formas acabadas en -ada, es decir: mascletada, despertada, cremada...
      3. En resumen, la palabra valenciana correcta sería bellesa, y en documentos y actos que precisen un uso formal de la lengua, habrá que utilizarla así. Pero en llibrets, artículos, circulares, noticias de prensa y otros escritos relacionados con Les Fogueres, se puede tolerar el uso de bellea como es tradicional y vivo en Alicante.


      Representantes de la Foguera Plaza del Puente 1948

      En la actualidad, el Reglamento sobre los elementos de la Fiesta para las asociaciones federadas en la Federació de les Fogueres  de Sant Joan, en su capítulo III «De la representación protocolaria de la Fiesta de Les Fogueres de Sant Joan», artículo 8.º «Máximas representantes protocolarias», especifica: «Cada una de les Fogueres designarán una Bellesa y podrán designar un máximo de seis Dames d’Honor, que representarán a las mismas en la medida que cada Asociación considere, siendo sus máximas representantes protocolarias».

      Mercedes Valero Teruel, proclamada Bellesa del Foc 1957

      Bellea, Belleza, Reina, Bellesa, cuatro títulos para una figura imprescindible en nuestra Fiesta, con más de ochenta años de vida. Siendo el que escribe estas líneas delegado de Cultura de la Comissió Gestora, y para celebrar el que entonces era 70 Aniversari de la Bellesa del Foc, tuve el placer de dirigir y coordinar el Libro Oficial Fogueres '2002, con el título «70 Anys de Belleses. Vivències», y ¿qué mejores interlocutoras para su contenido que sus mismas protagonistas? Así que, la entonces delegada de Bellezas de la Comissió Gestora, María García Carbonell, les envió, recién iniciado el ejercicio, una carta de invitación a participar en ese proyecto, cuyo texto era el siguiente:
      Apreciada Bellesa del Foc:
      Como está siendo habitual en estos últimos años, la Comissió Gestora de les Fogueres de Sant Joan viene convocando y realizando una serie de actos dedicados a vosotras, las Belleses del Foc de años anteriores, en su deseo de mantener vivos nuestros lazos de amistad y nuestro reconocimiento hacia aquellas mujeres a quienes debemos su magnífica labor representando a les Fogueres de Sant Joan en su año de reinado.
      En este mismo sentido, y con la efemérides que supone el que el próximo año 2002 se cumplan los setenta años desde que se creó esa figura, hoy tan irreemplazable en el mundo de la Fiesta, como es la Bellesa del Foc, la Comissió Gestora desea que la principal publicación que se edita cada ejercicio foguerer, el Libro Oficial
      «Fogueres», esté dedicado este año única y exclusivamente a vosotras.
      Nuestra idea es que ese Libro lo llenéis de vuestros recuerdos, de vuestras vivencias y de vuestras anécdotas. Es por ello, querida Bellesa del Foc, que te pedimos que abras el baúl de tus recuerdos foguerers y nos envíes bien por carta o por soporte informático o correo electrónico, aquellas vivencias que quedaron impresas en ti y que no te importe compartir con toda la familia festera. Si lo prefieres puedes venir aquí a tu casa, la sede de Gestora, o citarte con nosotros en otro lugar para contárnoslo. Del mismo modo nos gustaría que nos prestaras tu foto preferida de cuando fuiste el máximo exponente de Les Fogueres, y otra actual para que, cuando un foguerer o barraquer se cruce contigo por la calle, pueda saber
      «esta mujer fue Bellesa del Foc», o pueda exclamar «¡¡adiós Bellea!!».
      Esperamos pronto tus gratas noticias para que tu página de historia de Les Fogueres no quede vacía o incompleta.
      Un fuerte abrazo.
      Revista Oficial Fogueres'2002: «70 Anys de Belleses. Vivències»

      Los resultados, emotivos y muy ilustrativos de cuanto aquí he relatado, son una invitación a su disfrute, hojeando las páginas del Fogueres '2002


      Islas e islotes de Alicante. Isla de Tabarca

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      Extraído de:
      ISLAS E ISLOTES DE LA PROVINCIA DE ALICANTE
      Páginas 10 a 39: ISLA PLANA O NUEVA TABARCA

      Edita:
      - Excma. Diputación Provincial de Alicante

      Dirección Técnica:
      - Área de Promoción y Desarrollo Local - Excma. Diputación Provincial de Alicante

      Colabora:
      - Instituto de Ecología Litoral
      - Asociación Española de Ciudades de la Pesca - AECIPE
      - Juan Portolés Juan

      Diseño y Maquetación:
      - Alcaraz & Estévez Asociados



      Arqueología tabarquina en la revista "Ibérica"

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      El Observatorio del Ebro (Universitat Ramon Llull, Consejo Superior de Investigaciones Científicas), junto con el Ayuntamiento de Roquetes (Tarragona) y el Institut d'Estudis Catalans, conmemoraron en abril de 2013 el centenario del nacimiento de la Revista Ibérica (1913-2004).

      Esta publicación fue creada por el padre jesuita Ricard Cirera, a su vez fundador del Observatorio del Ebro, con el objetivo de difundir semanalmente el conocimiento científico y tecnológico de la época. El proyecto fue pionero en España y logró mantenerse noventa y un años, durante los que documentó la revolución tecnológica del siglo XX. Formaba parte del conjunto del proyecto ideado en la fundación de esta institución, y se publicó en el Observatorio hasta 1925, pasando el 3 de septiembre a editarse en Barcelona, donde adquirió gran renombre y difusión. Fueron subtítulos posteriores de la revista: «Actualidad científica» y «Actualidad tecnológica».

      Inicialmente denominada sólo Ibéricaha sido y continúa siendo una importante fuente para la localización de los jesuítas que trabajaban en el Observatorio, así como de sus trabajos, ya que, además de ser utilizada como medio de comunicación, en ella se publicaban noticias que llevan a descubrir otras fuentes a las que acudían. Aparte de las informaciones astronómicas, sísmicas, meteorológicas, heliofísicas, etc., que se daban periódicamente, incluye una recopilación de informaciones dentro de la sección denominada «Crónica científica», de las que seguramente una mayoría eran aportadas por los propios colaboradores del Observatorio, tanto nacionales como internacionales.

      Ibérica, vol. 00, n.º preliminar, spécimen A, octubre 1913
      (Observatori de l'Ebre. Biblioteca de Roquetes)

      Se llevaron a cabo dos números preliminares: Spécimen A (octubre de 1913) y Spécimen B (noviembre de 1913). Tuvo periodicidad semanal en una primera época, entre el 3 de enero de 1914 y el 11 de julio de 1936; fue suspendida de 1936 a 1945, retornando como quincenal, en su segunda época, entre el 6 de enero de 1945 y el 15 de junio de 1962, variando sus dimensiones, su tirada y su número de páginas; se inició una tercera época en julio de 1962, hasta que, en marzo de 1984, pasa a ser editada por l'Associació de Pedagogia de les Ciències, hasta su desaparición en 2004. Se editaba tembién, de forma esporádica y en distintas épocas, un Número Extraordinario Anual de «Ibérica: Suplemento Técnico Industrial de Publicidad», así como un Suplemento Semestral.

      El Número Preliminar «Spécimen A», define tener como objetivo de la revista «la cultura general científica, no limitándola a las ciencias astronómicas, aun tomadas en toda su amplitud, sino extendiéndola a todas las ciencias y aún a sus múltiples y casi infinitas aplicaciones». También explica el por qué de su denominación:
      IBÉRICA, en cuanto es palabra latina, tomada sustantivamente significa cosas ibéricas, o cosas del Ebro; y aunque ese nombre no determina elobjeto especial de la Revista, da sin embargo a conocer su procedencia, o sea su íntimo parentesco con el Observatorio y demas instituciones científicasdel Ebro. Además, su significado cuadra bien con todo lo español, su pronunciación es fácil y rápida, el sentimiento que excita es patriótico, y la indeterminación en lo que representa es pasajera, pues le acompaña la explicación que concreta su fin: «El Progreso de las Ciencias y de sus aplicaciones».
      A continuación, y haciendo referencia al origen de la idea de publicar esta revista, añade la siguiente información:
      El Observatorio del Ebro, nacido en 1904, inaugurado científicamente con el eclipse total de sol de Agosto de 1905, ha limitado hasta el presente casi toda su actividad a la publicación de un Boletín mensual, abundante en cuadros numéricos y en representaciones graficas, sólo útiles a los técnicos, y a la publicación de algunas Memorias, dirigidas también con preferencia a los especialistas. De aquí que, frecuentemente, se nos pidiese una publicación acomodada al público ilustrado en general, en la cual se vulgarizasen los fenómenos, exponiéndolos en forma a todos asequible. Este deseo, tan digno de ser atendido, ha sido el punto de partida, y como el primer fundamento del actual plan de Revista, al cual no se ha llegado sin una evolución notable y ampliación de la primitiva idea.
      Pues bien, en el número 413 del tomo 30, de fecha 15 de noviembre de 1959, Ibérica recoge, tanto en el sumario de la portada como en la página 361 de la sección «España y América», subsección «España», un artículo sobre los últimos descubrimientos arqueológicos en Nueva Tabarca. Independientemente de su posterior comprobación de su veracidad o no, este es su texto íntegro:

      Ibérica, vol. 30, n.º 413, 15 de noviembre de 1959
      (Archivo Armando Parodi)
      Descubrimiento arqueológico
      en la isla de Tabarca
      El arqueólogo Padre Belda ha encontrado en la isla de Tabarca, situada frente a la capital alicantina, siete interesantísimos yacimientos arqueológicos llamados a esclarecer muchos datos sobre la historia de Alicante: cuatro de ellos romanos; dos, al parecer, visigodos, y uno del siglo XVIII.

      Los yacimientos romanos son un campo submarino de ánforas en el que han sido hallados ejemplares que van desde el siglo I antes de Jesucristo hasta el siglo III o IV después de Nuestro Señor; una factoría romana de pesca, situada en el promedio longitudinal de la isla, que floreció en los siglos III al V después de Cristo, donde ha sido hallada también una moneda de oro del Emperador Honorio, que estaba entre las arenas submarinas cercanas a la playa; una necrópolis que rodea este establecimiento romano dedicado a la pesca, y otra factoría pesquera semejante a la anterior, situada en la extremidad occidental de la isla. Se da la circunstancia de que en ambas factorías faltan las usuales balsas que tanto abundan en las costas de Santa Pola y Lucentum, dedicadas a la salazón de pescado, por lo que se supone que ya entonces los romanos utilizaban la isla como lugar rico para la captura de especies marinas, que eran trasladadas a las factorías de Santa Pola para su salazón.

      Los dos yacimientos medievales hallados son, según parece, postvisigóticos. De uno de ellos sólo restan paredes y gruesos muros que surgen a flor de tierra, y se cree que era una fortaleza de Teodomiro, sobre cuyos cimientos edificó Carlos III el actual poblado isleño. A sus pies hay una llanura arcillosa que sepulta cerámicas raras, cuyo estudio sistemático se espera pueda concretar muchos datos sobre la fortaleza del reinado de Teodomiro. El otro resto gótico es una vieja torre cuya parte superior se debe a Carlos III, pero en cuya base el Padre Belda ha hallado restos que parecen pertenecer a un convento de los últimos tiempos visigodos. La edificación recuerda, como muy similar, el convento visigodo de San Martín existente aún en la isla del Portichol, frente a Jávea, cuyo origen fué fijado por el arqueólogo alemán señor Schulten.

      Nueva Tabarca en las Revistas Oficiales de Fogueres

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      Ha sido y es un hecho habitual, encontrar artículos y noticias sobre los más diversos rincones de la geografía alicantina en las páginas de las Revistas Oficiales de les Fogueres de Sant Joan, tanto en lo que se refiere a la provincia, especialmente en las décadas de los cuarenta a los sesenta, como a los barrios y pedanías de la capital. Obviamente, Nueva Tabarca no podía ser menos, sobre todo si pensamos en las singularidades que concurren en la isla. Como muestra de ello, veamos algunos ejemplos, que no dejan de ser muestra y testigo fiel de las vicisitudes que atravesaban, en cada caso, tanto la isla como sus habitantes.

      * * *

      Veinte años antes de que se constituyera de forma oficial por primera, y hasta la fecha única vez, la Foguera de Tabarca, era publicado un interesante artículo sobre la isla en la Revista Oficial de las Hogueras de San Juan 1945 -o Fogueres de San Chuán, en el interior-, la que hacía número 6 desde que se comenzara a editar como tal en 1940.

      Revista Oficial de las Hogueras de San Juan 1945 (Archivo Armando Parodi)

      Se trata de un escrito del entonces Director del Reformatorio de Adultos de Alicante, el periodista y escritor José Rico de Estasen, en una época en la que el turismo todavía ni se había planteado en una isla floreciente, fundamentalmente de la mano de la época dorada de la Almadraba «Isla de Tabarca», que conllevaba una población en un número de habitantes que nunca se había conocido en la pedanía alicantina. Se capturaba centenares de toneladas de atún, y la población superaba con creces el millar de habitantes.

      Rico de Estasen trata la isla como una «sorpresa inefable», la que se llevaba el viajero cuando la visitaba, una isla glosada por grandes plumas, como Salvador Rueda y Gabriel Miró. Hace una breve reseña histórica y geográfica, sin olvidar la idiosincrasia genovesa de los apellidos de los tabarquinos, realizando a continuación una descripción de sus paisajes. Denomina «urna del mar» al contenido de sus transparentes aguas, y finaliza invitando a su visita, a profundizar en el conocimiento de sus secretos y de sus singulares habitantes.

      Se acompaña de dos pequeñas fotografías que, según se menciona al final del escrito, son de Francisco Sánchez y del propio Rico de Estasen, aunque no especifica cuál es de cada quién.

      Este es el texto íntegro del artículo:



      La isla de Tabarca es una sorpresa inefable que reserva Alicante a cuantos tienen la suerte de visitar sus lares.

      El fino espíritu de Julio Guillén, en un interesante reportaje publicado recientemente en una prestigiosa revista madrileña, puso de relieve la necesidad de que genios literarios se ocupen de la isla con el fervor y entusiasmo de que son merecedores sus altas calidades estéticas.

      Efectivamente, ni Viciana, Cavanilles, Lavillier, la Condesa de Gasparin, Zorrilla, Teodoro Llorente, Azorín y Fernández Flórez, que con tan cálido elogio hablan de la ciudad del Benacantil, visitaron, que sepamos, el original retiro marinero, la isla fabulosa cuya visión aparece diluida en el horizonte mediterráneo, frente al cabo de Santa Pola, allí donde se juntan en estrecho abrazo el azul del cielo y el azul del mar.

      La excepción es Gabriel Miró. Miró, siguiendo las huellas de Salvador Rueda, que refugió en Tabarca sus hondas inquietudes de poeta originalísimo, fué a Tabarca también ansioso de una quietud y soledad que le negaban sus quehaceres vulgares como modesto empleado de la Diputación de Alicante. Sobre un altozano, dominando el azul, pueden contemplarse todavía las ruinas de la casa que habitó el inspirado poeta malagueño. El viento y el mar han contribuido, más que la mano del hombre, al destrozo del pequeño inmueble, que, por el recuerdo literario que evoca, considero digno de restauración.

      Para Gabriel Miró, la isla de Tabarca, es norte y ambición. Su prosa musical jamás vibró tan inspirada y maravillosamente como cuando canta las extraordinarias características de la isla que él considera redonda de mar, transpasada de Mediterráneo, madura de sol, ungida de alucinadora transparencia, coronada de gaviotas que baten sus alas sobre una cortina de montañas tiernas.

      Y es que Tabarca, es así: misteriosa y eterna, transparente y primaveral, recogida en sí misma, pulcramente inédita, con su belleza natural, con su vivir primitivo e ingenuo, con sus portalones monumentales, con sus atrevidos y artísticos baluartes, con un interés que sube de punto a medida que el emocionado viajero repite sus visitas.


      Historia y Geografía

      La isla alicantina, que en un principio se denominó, de San Pablo, si hemos de atenernos a la fantasía de los naturales del país, en razón a haber sido el lugar donde desembarcó el gran Apóstol en su venida a España, se llamó luego de Santa Pola, por su proximidad al poblado marítimo de aquel nombre, y también, isla Llana, por que lisa y llanamente sobresale del mar.

      Pero su verdadera entrada en la historia no se opera hasta que las viejas y fabulosas denominaciones quedan anuladas por el de Nueva Tabarca, que en la actualidad ostenta. Pero ésto merece una explicación:
      «Tabarca -según rezan viejas crónicas- es una isla de genoveses, frente a Túnez, que los de éste Rey tomaron en 1741, reduciendo a sus habitantes a dura esclavitud, que pasó a manos del terror argelino quince años más tarde; mantuvo, sin embargo, cura propio, el fraile mercedario Fray Juan de la Virgen, y éste consiguió que nuestro Carlos III redimiese a los infelices tabarquinos el día de la Limpia y Pura de 1768, en que se firmó el tratado con el bajalato de Argel. Más de ochenta familias llegaron a Alicante con apellidos Colomba, Capriata, Buzo, Pittaluga, Russo, Luchora, Marcenaro, Jacopino, Noli, Sevasco, Burguero, Moinare, Perfum, Milelire, Vasolo, Parodi y Contagala, para los cuales se habilitó pronto la Isla Plana o de San Pablo, levantando ciudad murada, con fuertes puertas y rebellines, que se denominó de Nueva Tabarca, en el extremo Oeste y más abrigado de la Isla, junto a la playa grande y la del Espalmador, antiguo refugio de piratas berberiscos».
      Con tales antecedentes, convendrá el lector que la visita a la isla, para cualquier espíritu cultivado, ha de revestir una importancia verdaderamente transcendental.

      El viaje se efectúa, por insignificante coste y con relativa facilidad, en unas embarcaciones movidas a vapor, que cubren las diez millas marinas que separan a la isla de la ciudad del Benacantil, en menos de dos horas.


      A medida que nos aproximamos, Nueva Tabarca -Tabarca sencillamente, en los labios de los alicantinos-, va descubriendo su silueta característica. Primero es la Iglesia, maciza y robusta, edificada en lo más alto como dando a entender la importancia de su misión rectora; después, la Torre defensiva, cuadrada mole de piedra sillería, con el acceso en alto: un verdadero fuerte dotado de dependencias diversas, con enorme cisterna de frescas y abundantes aguas; un lugar, en fin, capaz de dar cobijo a una guarnición numerosa y de resistir allí las incidencias de cualquier sitio... Luego es el Faro, en el extremo oriental de la isla; inmediato al Faro, el Cementerio, de tapiales blancos, sin funerarios cipreses, y, al fin, el caserío en el interior de los macizos baluartes, con sus edificaciones bajas, roídas por el viento y por las blandas y penetrantes humedades del mar.



      Descripción


      La isla es pequeña: mide menos de dos kilómetros de longitud, sin que el punto de su mayor anchura exceda de 600 metros. Es llana, de accidentada costa; rodeada de pequeños arrecifes, amontonamientos rocosos, mejor dicho, verdes, amarillos, rojos; cubiertos, a veces, por enorme cantidad de algas; dotada de suaves laderas que descienden hasta el mar formando suaves y deliciosas playas; desprovista de árboles; con vegetación propia y curiosísima, consistente en unas diminutas plantas -plantas y flores a un tiempo mismo- a ras del suelo, cuyos tallos son duros y fuertes como la madera y cuyas hojas aparecen cubiertas de diminutas lágrimas de plata y cristal.


      Las fortificaciones que defendieron la pequeña ciudad mandada construir por Carlos III, son una acabada muestra de la arquitectura militar del siglo XVIII. Con vistas a la conservación de su arrogante belleza, se impone una reparación, sobre todo en lo que a las monumentales puertas se refiere: tres, que se llamaron, de Levante, de San Miguel y de la Trancada.


      La Iglesia es magnífica; capaz de albergar, como en ocasiones memorables sucede, a la totalidad de los tabarquinos. El resto de los días, los habitantes de la Isla se dedican a su trabajo habitual: la pesca. Sin apenas contacto con el mundo exterior, el pueblo de Tabarca, es esencialmente marinero, y, así, aparte el insignificante contingente de productores dedicados a las labores agrícolas -cultivo anual de cereales sobre un terreno pedregoso, de secano, en las inmediaciones del Cementerio- se dedica a la pesca, como queda dicho, y, los que no pueden navegar, al repaso de las redes, a la construcción y reparación de embarcaciones en un pequeño astillero, en el abrigado varadero que allí existe.


      La urna del mar

      En la pequeña ensenada natural que hizo oficios de puerto -antes de construirse el actual, gracias a la propia generosidad y al apoyo que encontró en las cumbres del Estado y en los centros oficiales de Alicante el, hasta el mes de junio de 1944, Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, don Luis González Vicén-, descansan de sus empresas marineras las embarcaciones de Tabarca, los leves navíos cargados de velas, cadenas, cordeles y redes, que, cuando el tiempo sea propicio, marcharán hasta las costas de África en audaces empresas motivadas para la pesca del atún, que es la que, al decir los indígenas, produce mayores beneficios.

      Pero la verdadera maravilla de Tabarca, son las aguas del mar que la rodean, tan transparentes y diáfanas que parecen no existir.

      Esta transparencia va en aumento a medida que el viajero se aproxima a la isla, y alcanza el grado de mayor magnitud en la ensenada, en el puerto, en las amplias cavernas situadas en las inmediaciones del Faro. Desde cualquier lugar de las murallas, la impresión es que nos hallamos frente a un inmenso y maravilloso acuarium: tal es la espesa, múltiple, variada y maravillosa vegetación -con movimientos de seres vivos- de los fondos, en donde desenvuelve su existencia la fauna marina, que se pesca con facilidad, constituyendo la nunca agotada riqueza de la isla.

      Urna del mar, podría muy bien denominarse el que rodea a Nueva Tabarca. Visión exacta y perfecta de sus propias entrañas; santuario de aguas quietas, verdes, transparentes, luminosas, que llegan hasta la orilla en suaves ondulaciones, sin descomponerse en espuma, formando las playas de arenas finas de color de oro, que tan intensamente hicieron vibrar el arpa lírica de Gabriel Miró.


      Invitación

      Tabarca, isla auténtica, realidad inefable, inmóvil navío rodeado de espumas en la plenitud del Mediterráneo alicantino, espera siempre con ansiedad la visita de cualquier viajero. El menor motivo tiene en el suelo de la vieja Isla de San Pablo, caracteres de acontecimiento. Allí viven varios centenares de personas, jóvenes, adultos, niños y ancianos, sin apenas contacto con el mundo exterior: razas puras, directos descendientes de los cautivos tunecinos que hallaron libertad por el afán mercedario del buen Rey Carlos III; corazones sencillos y esforzados, hechos a escuchar las canciones del viento en las amplias y misteriosas soledades del mar.

      * * *

      Catorce años antes de que el escritor nacido en la población alicantina de Tárbena, Miguel Signes Molinés (1915-1994), publicara su novela Tabarca en 1976, aparecía de su pluma un inspirado artículo que evidenciaba a todas luces la querencia que tenía por la isla, y lo hacía en la Revista Oficial de las Hogueras de San Juan 1962, la número 23 desde que se comenzara a editar en 1940, tras la reanudación de la Fiesta una vez finalizada la contienda nacional.

      Revista Oficial de las Hogueras de San Juan 1962 (Archivo Armando Parodi)

      Signes, destacada figura del periodismo literario, político y científico, reputado conferenciante y novelista, era colaborador habitual en las publicaciones festeras. En esta ocasión, se hace evidente que el autor ya estaba pergeñando la que sería su obra cumbre, como luego vamos a comprobar sin dejar lugar a dudas. La retórica pesimista profetizaba el talante de su futura novela, pesimismo que no era más que el reflejo del ambiente que se respiraba entre los habitantes de la isla, y del que el autor habría librado testimonio en sus visitas a la misma, puesto que habían perdido la base de su pervivencia dos años antes: en 1960 desaparece definitivamente la Almadraba «Isla de Tabarca», después de un par de escarceos en el último lustro, y el futuro se antojaba muy difícil, tanto, que la población había comenzado a menguar notablemente, pues la necesidad obligaba a buscarse la vida allende las costas de la isla.

      Partiendo del avistamiento, desde la muralla de la isla aledaña a la iglesia, de un castillo de fuegos artificiales, un día de Fogueres, y utilizando como pretexto la transición de la luz y el ruido que venían de la lejanía, con el opresivo silencio en que queda la isla, Miguel Signes incide en el inevitable éxodo de los tabarquinos a tierras cercanas, o la resignación a sobrevivir rodeados de la creciente decadencia del poblado.

      Este es el texto íntegro del escrito de Signes, que años más tarde se convertiría en las dos primeras páginas del capítulo XII de su novela Tabarca:



      Sentado en la muralla, a espaldas mismo de la iglesia, observo cómo el cielo de Alicante en honor del Bautista, el degollado de Mackeronte, estalla en miríadas de corpúsculos de luz. Sobre las aguas parecen caer las estrellas. Con frecuencia, acompañados del lejano ruido de un duelo tronero, o del tableteo de cien ametralladoras, puñados de cometas de larga cola escarlata dan la impresión de taladrar el techo del mundo. Luego suele quedar la noche, por breves instantes, apretada de silencio y de tinieblas. Pero enseguida, allá enfrente, en los aires, vuelve a estallar una granada barroca, que deja en libertad nerviosa y centrífuga un vivero de culebrillas iridiscentes. Y detrás de esta granada explosiona otra, y otra, y otra... hasta convertir el horizonte -mi horizonte- en una apoteosis multicolor, en una cortina de larguísimos flecos rojos, azules, amarillos, blancos...

      Por fin, reducido otra vez todo al silencio y a la oscuridad, un golpe hondo y potente, que llena toda la redondez de la noche, anuncia el final del opulento festín del fuego.


      La noche de Tabarca se repliega de nuevo en sí misma. Las pocas personas que, desde el espigón del muelle, contemplaron el disparo del castillo pirotécnico, regresan a sus casas en silencio, como sombras. Quizá algo más tristes que antes, porque no dejan de considerar que más allá de la desvanecida cascada de fuego existe un mundo bastante menos doliente que el suyo.

      No tenía yo deseo alguno de irme a la cama. Dormí aquella tarde mis cuatro horas largas. En Tabarca se puede dormir lo que se quiera. Todo el tiempo es de uno. Sin periódicos, sin luz eléctrica, sin espectáculos y sin nada, quizá el tiempo más feliz es el que se deja transcurrir en el lecho. Claro que ésta es una manera de pensar mía. No el modo de pensar de los isleños. La gente de la isla piensa poco, es decir, nada. Se limita simplemente a vivir, a vegetar, exactamente lo mismo que las esqueléticas y grises palmeras de la plazuela. Porque si pensara, la gente huiría de Tabarca como se huye de los lugares donde la vida se percibe palpitar sin objeto. Nada hay tan tremendo como que uno tenga que detenerse a oírse vivir: como forzosamente está detenido el enfermo o el cautivo... El tabarquino tiene embotada, de siempre, esta percepción de su larvado vivir. Por eso, con trágico destino de árbol, permanece encadenado a su isla. ¡Felices los que un día sienten en su corazón el destino de las aves quiméricas y remontan un vuelo que no ha de tener retorno...!

      Fui llegando hasta el muelle. El agua chapoteaba contra las barquichuelas, lamiendo con su lengua viscosa y salada la suciedad de los cascos.

      La isla pareció encogerse hasta un límite increíble, hasta caber en una arruga insignificante de la noche.

      Tabarca, «La Isla Luminaria»

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      En esta ocasión nos vamos a asomar a las páginas de una revista cuya existencia fue tan fugaz como intensa, y que también se acercó a nuestra isla, retratando de primera mano cómo era la vida en Nueva Tabarca a finales de la década de los años veinte.

      Se trata de la Revista Estampa, con un artículo titulado «La Isla Luminaria», que fue publicado en el ejemplar del 29 de enero de 1929 (Año 2 N.º 56), p.p. 17-18, redactado por Rodolfo Llopis Ferrándiz, con fotos de Zapata. El ejemplar consultado se encuentra en la colección contenida en los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

      Revista Estampa, Año 2, N.º 56, 29 de enero de 1929
      (Biblioteca Nacional de España)

      Revista Estampa

      La revista Estampafue una publicación semanal ilustrada de reportajes sobre crónicas de actualidad nacional e internacional, un proyecto editorial del ingeniero madrileño Luis Montiel de Balanzat, entusiasta de la técnica, las máquinas y el progreso que, iniciado en el mundo de las artes gráficas, adquirió los talleres de Sucesores de Rivadeneyra, instalaciones que le permitieron imprimir incluso publicaciones oficiales.

      El primer número salió a la luz el 3 de enero de 1928, y desde un principio cumplió con las pretensiones que respondían a su subtítulo Revista Gráfica y Literaria de la Actualidad Española y Mundial, con reproducciones gráficas de calidad excelente. Montiel colaboró mediante concierto con Antonio García de Linares, el cual dirigió la revista solamente un par de meses, pero consiguiendo en este breve espacio de tiempo una tirada de cien mil ejemplares. A partir del número 10, el mismo Montiel se hizo cargo de la dirección de la revista, dejando la función de jefe de redacción al periodista Vicente Sánchez Ocaña. Transcurrido un año, se llegaron a los doscientos mil ejemplares, lo que igualaba a fuertes competidoras de la época como eran las revistas Blanco y Negro y Nuevo Mundo.

      El criterio editorial que guió Estampa fue el de llegar al gran público, con la intención declarada de ser la revista de todos y para todos, centrada en las informaciones gráficas sobre acontecimientos curiosos, pintorescos o exóticos, en noticias sobre gente famosa y en abundantes reportajes sobre la cotidianidad, con la cual se identificaron los lectores. Hubo gran cantidad de colaboradores gráficos, generalmente fotógrafos que tenían galería abierta en alguna ciudad mínimamente importante, y que enviaban imágenes sueltas que daban cuenta de los acontecimientos provincianos de cierta relevancia social, y que se presentaban como notas gráficas en una especie de álbum visual. Pero fue la fotografía de reportaje la que tuvo mayor presencia en la revista y mayor peso en el tratamiento editorial.

      Revista Estampa, Año 1, N.º 1, 3 de enero de 1928
      (Biblioteca Nacional de España)

      Coincidiendo con el inicio de la Guerra Civil española, la revista Estampa fue confiscada por las Juventudes Socialistas. La guerra monopolizó la información escrita y la información gráfica, dejando lugar a reportajes propagandísticos de la Unión Soviética. El último número salió en la luz en el año 1938, y finalizado el conflicto bélico no obtuvo el permiso necesario para volver a editarse.

      Si hay que resaltar una característica diferencidora de Estampa, fue el que acogiera la obra de fotógrafos profesionales que entendían la fotografía como comunicación y como información, como el medio para transmitir el mundo en que vivían, mostrándolo desde nuevos ángulos y puntos de vista. La obra de los Zapata, Badosa, Benítez Casaux, Contreras y Vilaseca, Erik, Gonshani, Marina, Oplés, Almazán, etc., son una parte importante de nuestro patrimonio fotográfico, y representan uno de los periodos más prolíficos de la fotografía española. Su trabajo, unido al de autores ya conocidos y reconocidos en su época, como Alfonso, Centelles, Campúa, Llopis o Díez Casariego, conformaron la iconografía de esos años de nuestra historia.


      Rodolfo Llopis Ferrándiz(Callosa de Ensarriá, 1895 - Albi, 1983)

      Graduado en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, fue profesor y pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios que presidía Santiago Ramón y Cajal, para estudiar las reformas pedagógicas que se produjeron en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Hizo una gira por Sudamérica, invitado por la Internacional del Magisterio Latinoamericano, pronunciando conferencias pedagógicas. Activo militante del Partido Socialista Obrero Español, fue Director General de Primera Enseñanza y Diputado a Cortes por la provincia de Alicante, durante la II República. Refugiado en Francia tras la Guerra Civil, fue Secretario General del PSOE treinta años, hasta ser sucedido por Felipe González Márquez, y Presidente de la UGT.

      Rodolfo Llopis Ferrándiz

      Alternó su actividad política con el desarrollo de una gran actividad pedagógica, siendo fundador de la Liga Internacional de la Enseñanza, y su primer presidente. Autor de varios libros pedagógicos y políticos y de artículos periodísticos, colaborando en numerosos diarios y revistas, como es el caso de Estampa, muy especialmente en la revista mensual de Escuelas Normales, que dirigió, y en la Revista de Pedagogía.


      Zapata, fotógrafo

      Poco se puede decir de la biografía de este fotógrafo, que firmó siempre como «Zapata», a secas. Como fotógrafo por excelencia de Estampa, es figura relevante en la historia de la fotografía española. Fue un todo terreno, que cubrió los acontecimientos más diversos, retratos de personajes, corridas de toros, partidos de fútbol, reproducciones de obras de arte, etc. Empleaba muy pocas veces el flash de magnesio, pues le gustaba trabajar con luz ambiente. Gustaba de hacer mirar directamente a la cámara, dejando bien patente que se estaba posando para una fotografía, de forma que sus imágenes tienen un carácter franco y auténtico, situando a sus modelos dentro de su propia cotidianidad, de manera que parece como si el fotógrafo, en vez de situarlos a partir de la posición de la cámara, lo hiciera en función de la escena.

      El clásico «llaut», con su esbelta vela latina a medio hinchar,
      se abre paso entre las murallas y los peñascos

      Es famoso su reportaje sobre la vida nocturna de Madrid, en agosto de 1928, así como la primera imagen de una sesión del Congreso de los Diputados realizada con luz ambiente, siendo los temas de corte popular aquellos en los que más desenvoltura presenta, como en sus obras: Los domingos en La Moncloa, Los músicos ciegos y Las mudanzas tragicómicas de los aprendices de torero. Pero lo que más sorprende de Zapata no es esta habilidad técnica, sino la coherencia de estilo y la solidez de la obra que publicó en Estampa.


      Veamos ahora el artículo íntegro sobre Tabarca, titulado La Isla Luminaria, cuyas fotografías están extraídas tal como fueron publicadas en el original:

      Embarcamos en Santa Pola. Mañana espléndida. Cielo azul. Mar azul. Mediterráneo...

      —¡Nos mojaremos! —ha dicho el patrón—. Este Levante hará que nos acaricien las olas.

      Así es. Apenas salimos del puerto, las olas juguetean con nosotros. Comienza a cumplirse la profecía del patrón...

      La atmósfera límpida, transparente, nos deja percibir con toda claridad el panorama costero. Nuestra mirada, ambiciosa, pretende abarcarlo todo de una vez. ¡De una vez...! Allá, lejos, sepultado en el límite del horizonte, está Calpe. El peñón de Ifach —pequeño Gibraltar— se yergue arrogante.

      Se aproxima el término de nuestro viaje. Estamos frente a Nueva Tabarca. La isla, pequeñita, estrecha, alargada, plana, cuya monotonía rompe tan sólo la silueta de la iglesia, parece un submarino, un cetáceo descansando.

      Huyendo del Levante, buscamos el refugio de unas rocas hospitalarias donde poder atracar. En aquel instante, el clásico «llaut», con su esbelta vela latina a medio hinchar, se abre paso entre las murallas y los peñascos, por uno de aquellos canales en los que el mar brilla hasta cegar. Atracamos. Saltamos a tierra.

      Nueva Tabarca luce todavía los restos de sus viejas murallas. Carlos III las construyó en 1770. ¡Malos tiempos aquellos para los pueblos mediterráneos! La pequeña isla de Tabarca que Génova poseía en las costas de África, fué tomada por el rey de Túnez en 1741; sus habitantes, reducidos a cautiverio. Carlos III se compadece. El 8 de diciembre de 1768, los redime y se los trae a Alicante. Frente a sus costas, abandonada, solitaria y triste, estaba la isla de Santa Pola, que sólo visitaban los piratas. Carlos III, por indicación del Conde de Aranda, puebla la isla con los tabarquinos redimidos. Desde ese momento, la isla cambia de nombre. De ahora en adelante, se llamará Nueva Tabarca...
      Por una de las tres puertas que cierran las fortificaciones,
      penetramos en lo que fué castillo de San Pablo

      Por una de las tres puertas que cierran las fortificaciones, por la de la «Trancada», penetramos en lo que fué castillo de San Pablo. Todavía pueden verse los subterráneos, las cisternas, las torres... Durante la guerra civil que estalló al advenimiento de Isabel II, la torre de San José, uno de los fuertes de la isla, quedó convertida en prisión de Estado. En ella estuvieron detenidos varios sacerdotes y unos sargentos carlistas. Cabrera fusiló a 96 sargentos liberales. La «Junta de represalias» de Alicante mandó fusilar a los 19 sargentos carlistas de Nueva Tabarca. Los fusilaron el 11 de noviembre de 1838...

      Recorremos la isla. Nueva Tabarca tiene tan sólo 1.800 metros. En la isla hay unas cuantas cosas. Las calles están llenas de redes. En los portales, las mujeres, con grandes manojos de esparto, hacen «filet» para cuerdas y esteras.

      Nos aproximarnos a las calas. Aquí mismo, a nuestros pies, hay una cueva: la célebre del «llop marí». Es una gruta profunda, en la que penetra el mar. Los pescadores hablan de la cueva con cierto misterio. «Es el albergue de un monstruo marino», dicen. Y no falta quien asegura haberlo visto: es de cuerpo liso y viscoso; de boca bien armada con dientes de varios tamaños y figuras...
      Nos acercamos a una de las lanchas... Un pobre viejo, sarmentoso,
      en cuyo rostro se refleja toda una vida de privaciones, remienda el copo

      Nueva Tabarca tiene su puertecito. Un puertecito al que llegan todos los días, si el temporal lo permite, la lancha que trae el correo desde Alicante, y la lancha que, desde Alicante también, trae el agua que han de beber los tabarquinos.

      Las calas, bien abrigadas, están llenas de embarcaciones pesqueras. Nos acercamos a una de las lanchas. Aunque está casi varada, permanece en ella la tripulación. Un pobre viejo, sarmentoso, remienda el copo. Van a hacerse nuevamente a la mar. Van de «palangre». Lo que ahora pescan no tiene importancia. Cuando se ausentan de la isla es más adelante, en el mes de marzo, cuando marchan a Larache. A Larache y a Río de Oro, a donde encuentran el dichoso bonito y la dichosa caballa.

      Al llegar esa época, apenas si quedan hombres en Nueva Tabarca. Quedan los viejos. Quedan los niños. Todos los demás, a la mar. Son seis meses —desde abril hasta septiembre— de vivir entre cielo y agua. ¡Seis meses...! Seis meses de buscar, perseguir, correr todos los días tras los peces. Y a medida que se pescan, destriparlos, salarlos, almacenarlos en las lanchas de repuesto. Y cuando hay una lancha llena, a venderlo a la Marina de Alicante y a reponer vituallas para terminar la campaña... ¡Con tal que no falle la pesca...! Y así un año, y otro, y otro. ¡Toda una vida!
      Todavía pueden verse los subterráneos, las cisternas, las torres...
      Aquí fusilaron a 19 sargentos carlistas

      —Ya pronto dejará usted de embarcarse, abuelo —nos atrevemos a preguntar al más viejo de los pescadores.

      —¡Qué sé yo...! —nos contesta, levantando los hombros y sin dejar de coser—. Después de todo —añade—, nuestra barca es nuestra casa. Más que nuestra casa. Ha sido nuestra cuna. Tendrá que ser nuestra sepultura...

      Abandonamos Nueva Tabarca. Ya es de noche. Las casas han ido cerrándose. Poco a poco, se van apagando las luces. La isla toda se dispone a dormir. Sólo el faro velará su sueño.

      Nuestra gasolinera se pone en marcha. Nos alejamos. Sigue soplando Levante. La noche, terriblemente oscura. Las olas se estrellan contra las rocas de Nueva Tabarca. Y con las olas, se agitan y golpean los grandes criaderos de algas que allí existen. Y las fosforescencias de las algas envuelven todo el contorno de la isla. Nueva Tabarca, hoy, en esta noche oscura, azotada por fuerte Levante, tiene fantástico aspecto. Su luz brillante no hiere, acaricia. Es un halo luminoso lleno de encantadora poesía. Para nosotros, de ahora en adelante, Nueva Tabarca no será ya la isla de los piratas. Ni siquiera la isla de los poetas. Será, como nos dijo aquel viejo pescador, la isla luminaria...

      Un cable submarino de Santa Pola a Tabarca

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      Mayo de 1969 vino cargado de noticias para Nueva Tabarca. Ya con fecha 1 de mayo, leemos en la página 3 de la sección "Diario de Alicante" del Diario La Verdad el titular El Plan Especial de Tabarca, programado para este año, y añadía a continuación Ayer, el Pleno acordó comprar en la isla más de 37.000 metros cuadrados, por millón y medio de pesetas. Una gran fotografía de Ángel García, que ilustraba el lamentable estado de la población insular alicantina, contenía el siguiente pie: A Tabarca le ha llegado su hora: con carácter urgente, se ha programado para el presente año la redacción de un plan especial para la isla.

      Diario La Verdad (sección "Diario de Alicante"), 1 de mayo de 1969, página 3
      (Foto: Ángel García. Archivo Histórico Provincial de Alicante)

      La noticia se completaba con el siguiente texto:
      El Ayuntamiento adquirirá nueve parcelas en la isla de Tabarca, con una superficie total de 37.745,50 metros cuadrados, a razón de 40 pesetas el metro, por un importe de 1.509.820 pesetas y con destino a la formación de un plan especial de ordenación de la isla. Dicho plan especial está programado para este año y con carácter urgente.

      La única duda que le asaltó ayer al pleno municipal fue la siguiente: "¿quién será su acreedor?; ¿a quién hay que pagarle ese millón y medio de pesetas...?". La duda se refiere —según lo expresado ayer— al organismo que ostenta la propiedad de los terrenos: si acaso es el Ministerio de Hacienda o el del Ejército.

      Pero las buenas noticias no habían hecho más que empezar, pues al día siguiente, 2 de mayo de 1969, en el mismo medio y sección, se continuaban en las páginas 3 y 4, de la mano del periodista José Luis Costa y con fotografías de Ángel García. Venían precedidas de los siguientes titulares:

      Diario La Verdad (sección "Diario de Alicante"), 2 de mayo de 1969, página 3
      (Archivo Histórico Provincial de Alicante)

      Este pequeño cuadro de texto da paso al cuerpo del artículo:
      Ya ha sonado la hora de Tabarca. Ayer informábamos sobre la adquisición de terrenos en la isla para trazar un plan de ordenación. Y hay otra noticia más: Tabarca va a tener agua —y quizá luz y gas también— dentro de pocos meses, a juzgar por el proyecto municipal de trasladar los fluidos por cables submarinos desde tierra, concretamente, desde Santa Pola.


      El cable submarino que se piensa instalar, será el primero que haya en España de esas características especiales: ni metálico ni con empalmes; será de polietileno, un material especial aislante del medio marino, de las diferencias de temperatura, y de todos los peligros y roturas imaginables. Cuatro kilómetros y medio de cable submarino, a instalar con un método revolucionario en nuestro país:
      El cable de polietileno es de una sola pieza; desde tierra, se coloca en unas poleas a bordo de una embarcación. Luego, desde esa nave, con una excavadora especial, se va horadando una especie de surco en el fondo marino; la misma excavadora, por un orificio, va depositando el cable en el surco abierto. Con el mismo movimiento que la máquina provoca en el agua, la tierra removida antes vuelve a su posición primaria, con lo que el surco queda tapado.


      Se puede llevar todo

      Esto nos lo informaba el señor Picó Brotons, agente de la empresa que ha presentado al Ayuntamiento alicantino el único proyecto oficial y viable para esta obra en Tabarca. El señor Picó, exalcalde de Jijona, está en contacto con la compañía alemana encargada de la fabricación de estas tuberías especiales.

      —¿Qué puede llevarse en estos cables submarinos?
      —Prácticamente de todo. A Tabarca podemos llevar agua, y también luz y gas. Lo que haga falta.

      —Pero en las aguas de nuestra costa, de Santa Pola a Tabarca, no hay mucha profundidad. ¿Cómo se salvará el peligro que supone para este tipo de cables la pesca de arrastre?
      —No es un problema de ninguna clase. Como el cable es de material especial y de una sola pieza, sin empalmes, no existe peligro de roturas o enganches. Es cierto que la profundidad mayor que vamos a encontrar va a ser de 71 metros. Ya tenemos estudiadas esas aguas palmo a palmo.

      —Tabarca tiene una población escasa, pero puede que haya una promoción turística fuerte en el futuro. ¿Se ha pensado también en eso?
      —Desde luego. El agua, y quizá el fluido eléctrico que también llevemos, será suficiente para una población de cuatro mil personas.

      —¿Cuánto dinero costará esta obra?
      —Aún no tenemos trazado definitivamente el presupuesto. En cuanto lo tengamos, que será dentro de breves días, lo presentaremos al Ayuntamiento para que lo estudien.

      —Pero, ¿será muy caro?
      —Todos temen eso: que resulte caro porque es un sistema nuevo, y eso siempre impone. Pero he de decir que no va a ser elevado el presupuesto, ni mucho menos. Es un sistema práctico, funcional y revolucionario si usted quiere, pero no caro.


      El primero de España

      —¿Se ha instalado algún cable submarino de este tipo en nuestro país?
      —Hasta ahora no. El de Santa Pola-Tabarca sería el primero. Actualmente, la empresa alemana fabricante ha montado un tendido similar en las costas de Alaska y Canadá. Ya existen también en otros países importantes del mundo.

      El empleo del plástico para estas tuberías resulta, sin duda, revolucionario. Bien que este material tiene sus enemigos tradicionales, pero no hay que dejar de reconocer que el material plástico ha revolucionado la industria en los últimos decenios. Concretamente, estos tubos de polietileno pesan poco, son muy fáciles de transportar, resisten de forma extraordinaria a los ataques químicos; no pueden insertarse sobre él ningún tipo de parásitos, tienen una gran resistencia a la congelación y gran flexibilidad.

      El transporte del cable, fácil como decimos, puede hacerse de muy diversas formas: desde tierra, por medio de barcos con poleas, desde camiones o ferrocarriles en marcha, o por cualquier otro método similar.


      —¿Se instala con rapidez?
      —Esta es otra de las ventajas. Posiblemente podamos hacer la instalación completa, con empalmes y todos los aditamentos necesarios, en menos de tres meses. En cuanto al tendido propiamente dicho, se puede, incluso, ir a una velocidad de medio kilómetro de cable diario. Y son cuatro kilómetros y medio los que hemos de cubrir.

      —Eso en fondo blando; pero, ¿y si se encuentran zona rocosa?
      —Operaremos con barrenos eléctricos.

      —¿Se harán todos los preparativos desde la superficie?
      —No; necesitaremos la intervención de hombres-rana para vigilar y regular las operaciones subacuáticas.

      Esta puede ser la solución que Tabarca espera. No sólo agua, sino luz, gas y teléfono es lo que se necesita llevar a la isla. Con todo eso, suficiente para cuatro mil personas, el "boom" turístico y de desarrollo de la isla es prácticamente un hecho consumado. Hoy a algunos les agrada visitar Tabarca, porque con estar sólo a un puñado de millas de Alicante, se encuentran en un rincón apartado, dejado de la mano de la fortuna y el desarrollo del resto de la provincia. Lamentándolo mucho por esos espíritus melancólicos, hay que borrar esa imagen actual de Tabarca.


      Hasta aquí el artículo de José Luis Costa, que se completa con un segundo cuadro con el siguiente texto final:
      La isla de Tabarca es hoy así; solamente así. Nadie discute las posibilidades turísticas que pueda tener en un futuro si cuenta, claro está, con un servicio suficiente de abastecimiento de aguas y luz, por lo menos. A punto está de conseguir este enclave alicantino esos fluidos, desde la costa de Santa Pola. El panorama de la isla cambiará mucho, quizá totalmente, cuando consiga atraer una verdadera masa turística. Su impresionante y solitaria belleza es, sin embargo, grandemente esperanzadora.

      Fogueres, un encuentro con la Cultura

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      Artículo publicado en el Llibret de la Foguera Sant Blai-La Torreta 2013

      El término «Cultura», que proviene del latín cultus, hace referencia al cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales del hombre. Su definición ha ido mutando a lo largo de la historia, y ha sido asociada a la civilización y al progreso. En general, la Cultura es un tejido social que abarca las distintas formas y expresiones de una sociedad, tales como las costumbres, las prácticas, las maneras de ser, los rituales, los tipos de vestimenta y las normas de comportamiento, por poner algunos ejemplos.

      Otras definiciones establecen que la Cultura es el conjunto de informaciones y habilidades que posee un individuo; permite al ser humano la capacidad de reflexión sobre sí mismo; a través de ella, el hombre discierne valores y busca nuevas significaciones. Y, según el enfoque analítico que se siga, la Cultura puede ser clasificada y definida de muchas más y diversas maneras. Tomemos, en este sentido, la perspectiva de la Cultura como herencia social, pues es bajo esta percepción como se centraron las IV Jornadas Culturales de la Foguera Sant Blai-La Torreta, al detenerse a analizar la situación de la Cultura en el contexto de Les Fogueres de Sant Joan, titulándolas por ello Fogueres, un encuentro con la Cultura, proporcionando la herramienta de la mesa de debate para su desarrollo, componiendo esas mesas con integrantes de la Fiesta, desde foguerers de a pie hasta Delegados de Cultura de la Federació de Fogueres, y proponiendo el análisis desde diversas facetas de la Cultura, tanto desde el punto de vista de la Cultura de la Fiesta, como desde el de Cultura y Fiesta.

      Las citadas Jornadas se desarrollaron en cuatro jueves consecutivos, entre el 17 de enero y el 7 de febrero de 2013, celebradas en el Salón de Actos de la Casa de la Festa, a partir de las 20:00 horas, y con el formato de mesa de debate, moderadas por la Vicepresidenta de Cultura de la Foguera Sant Blai-La Torreta, Susana Pardo Díaz.


      Cultura y Federació de Fogueres

      La primera mesa del ciclo programado dentro de Fogueres, un encuentro con la Cultura, se llevó a cabo bajo el título «Cultura y Federació de Fogueres». Un encuentro que bien puede calificarse de histórico, ya que es la primera vez que ha tenido lugar un acontecimiento de similares características, pues nunca se había reunido a cinco Ex Delegados de Cultura de la Comissió Gestora y de la Federació de Fogueres, para debatir la trayectoria de la Cultura en la Fiesta, los pormenores de su participación en sus diferentes periodos de actuación en el órgano rector de la Fiesta, y cuáles pueden ser las claves de su futuro. Y dio para mucho, lo que auguraba un ciclo de debates de lo más interesante que se ha realizado en años. Y así fue.

      Tras una breve introducción del ciclo completo de estas IV Jornadas, por parte de la Vicepresidenta de Cultura de la Foguera y moderadora de los debates, Susana Pardo Díaz, fue presentada la mesa, compuesta, en orden de antigüedad, por: Luis Amat Vidal, primer Delegado de Cultura (que inicialmente se denominaría Asesor de Cultura) de la historia de Les Fogueres, con Jacinto Masanet Gomis como Presidente de la Comissió Gestora, en el ejercicio 1979-80; Javier Villacampa González, con Luis Botella García como Presidente de la Gestora, en el ejercicio 1992-93; Miguel Castelló Hernández, con Andrés Lloréns Fuster y Francisco Navarro Asensi al frente de la Gestora, en el ejercicio 1998-99, y con Manuel Jiménez Ortiz como Presidente de la Federació de Fogueres; Armando Parodi Arróniz, Delegado de Cultura desde el ejercicio 1999-2000 al 2001-02, y Asesor de Cultura del 2002-03 al 2004-05, con José Manuel Lledó Cortés presidiendo la Gestora; y David Gerona Llopis, en la Federació de Pedro Valera Bocero, del ejercicio 2005-06 al 2011-12.

      Mesa de debate «Cultura y Federació de Fogueres». De izquierda a derecha:
      Luis Amat, Javier Villacampa, Miguel Castelló, Susana Pardo, Armando Parodi y David Gerona

      Se inició un turno de palabra, durante el cual cada uno de ellos expuso en breves pinceladas su labor al frente de la Cultura de la Fiesta: Amat, muy tradicional, defendiendo la identidad festera, con especial hincapié en la recuperación del valenciano como lengua vehicular desde los inicios de la Fiesta; Villacampa, adelantado a su tiempo, incidiendo en la promoción de Les Fogueres, especialmente en colegios e institutos de nuestra ciudad y de la provincia; Castelló, con el fomento de la música festera, la indumentaria tradicional de los siglos XVIII y XIX, y la lengua valenciana; Parodi, potenciando los certámenes culturales, catalogando el patrimonio de la Gestora, revisando y creando reglamentos, y dando los primeros pasos en la informatización de la Fiesta; y Gerona, abriendo nuevos horizontes a la Cultura de la Fiesta, incorporando las nuevas tecnologías y las redes sociales, y recuperando las Memorias.

      A continuación se inició un constructivo debate, fundamentalmente tratando de definir las señas de identidad de Les Fogueres, y llamando la atención sobre la necesidad de una buena proyección cultural de la Fiesta, de manera que termine con este período de ostracismo cultural que sufre por parte de los propios festeros, en lo que se refiere a las actividades culturales en el contexto de la misma. ¿Qué ha ocurrido para llegar a esta situación? ¿Cómo han desaparecido estas inquietudes culturales del horizonte de foguerers y barraquers, a los que poco parece importarles nuestra identidad, nuestra Cultura popular, la coherencia de nuestra Fiesta y su adecuada proyección? Quizá se ha diluido ese modelo de Fogueres por el que se ha luchado y trabajado durante tantos años, que más que una Fiesta se pretendía que fuese el reflejo de las inquietudes y de la Cultura popular de la ciudad. Quizá por eso la Fiesta se está aislando de la mayoría de los ciudadanos, que cada vez la sienten menos como propia.

      Entre las conclusiones, cabe pensar que tal vez deberíamos mirar hacia adentro, y darnos cuenta de que el modelo de Fiesta que un día se ganó por méritos propios el carácter de Interés Turístico Internacional, está cada vez más difuso. Quizá deberíamos pensar, de seguir la regresión en la que está inmersa la Cultura de la Fiesta, qué futuro le aguarda. Tal vez habría que plantear a la Federació la creación de una comisión de trabajo para profundizar en ello, y tratar de parar el deterioro tan evidente que tiene la Fiesta, y no sólo la Cultura, aunque ésta tenga mucho que ver, se sepa o no, se admita o no se admita. Porque si terminamos de perder nuestras señas de identidad, perdemos nuestras raíces, y si se pierden las raíces...

      Interesante reto para la actual Delegación de Cultura, que debe limpiar su proyecto de trabajo de elementos superfluos, para profundizar en los pilares de nuestra Cultura, festera y no festera, potenciar el conocimiento y buen uso de los pasodobles foguerers, la correcta indumentaria, la utilización de la lengua valenciana, al menos a efectos protocolarios y en lugares tradicionales como el llibret o la explicación de la foguera, y todo ello sin perder la oportunidad de innovar y adaptarse a los medios actuales, a la sociedad de nuestros días. Conjugar tradición y modernidad, se puede y se debe hacer, para situar la Cultura de Les Fogueres donde le corresponde. O, tal vez, el futuro de esta delegación sea desaparecer como tal, y convertirse en una Asesoría Cultural, tal como nació, que coordine y supervise las actividades festeras de la Federació y desde la Federació, y sirva para ayudar, proponer y orientar en sus actividades culturales a las asociaciones, dejando la carga organizativa de los certámenes convocados por el órgano rector de la Fiesta, a otras delegaciones de la Federació, siempre bajo su supervisión en cuanto a las señas de identidad propias se refiere.


      Experiencia Cultural de las Asociaciones Festeras

      La segunda de las citas culturales de las IV Jornadas, Fogueres, un encuentro con la Cultura, se desarrolló bajo el título «Experiencia Cultural de las Asociaciones Festeras», ya que para hablar de este tema se dio voz a foguerers que han ostentado el cargo de Delegado de Cultura, o están estrechamente vinculados con el tema de la Cultura en sus distintas asociaciones.

      Mesa de debate «Experiencia Cultural de las Asociaciones Festeras», de izda. a dcha.:
      Paula Tomás, David Sánchez, Susana Pardo, Toñi Martín-Zarco y Víctor López

      Por orden de intervención, el primero fue Víctor López Arenas, que fuera Delegado de Llibret en la Foguera Nou Alacant, y es miembro de la recién nacida Foguera Pla del Bon Repós-La Goteta, de la que es Delegado de Cultura, Llibret y Monumento. Fue además componente de la Comisión de Presidencia de la Federació de Pedro Valera Bocero, y es miembro de la Comisión de Indumentaria de la Federació.

      Explicó un proyecto que se encuentra en su segundo año de recorrido, consistente en recuperar el desaparecido concurso de Fogueres Experimentals, al que en esos dos años ya se han presentado más de setenta proyectos de artistas plásticos y arquitectos capitalinos y de la provincia de Alicante, cuya resolución incluye la exposición de todos ellos, la elección por votación del más popular, la plantà de dicha obra en el distrito de la Foguera organizadora, como monumento foguerer del ejercicio, y la edición de un catálogo de todos los proyectos, que quedan a disposición de aquellas comisiones que deseen optar por la innovación, como la comisión a la que pertenece Víctor, y hacerlos realidad en las calles de sus distritos.

      Toñi Martín-Zarco Marín, la siguiente en intervenir, con treinta años de experiencia festera, siempre interesada en la Cultura de nuestra ciudad, así como de la de su Foguera, Port d’Alacant, a su vez muy comprometida con la Cultura y las tradiciones. Ha escrito en numerosos llibrets, así como en otras publicaciones, siendo colaboradora activa en foros y encuentros relacionados con la mujer y Les Fogueres. Fue candidata a presidir la Federació de Fogueres en dos ocasiones, y es Vicepresidenta y Delegada Federativa de su Foguera, dependiendo de ella la Delegación de Cultura.

      Pionera de la Cultura foguerera, como su comisión, de la que fue varios años Presidenta, antes de su periplo de seis años en la Comissió Gestora de José Manuel Lledó Cortés, explicó su compromiso con la Cultura, tanto en la confección de sus cotizados y premiados llibrets, como en el orden de la música festera, siempre presente en sus actividades culturales, el uso del valenciano en sus actos oficiales, la recuperación de juegos tradicionales infantiles, la convocatoria de un premio internacional de periodismo, y un largo etc., del que resalta el hecho de que fuera la primera comisión en vestir la indumentaria de los siglos XVIII y XIX.

      David Sánchez Cañavate, con más de veinticinco años de actividad festera, ha desempeñado multitud de cargos, entre ellos, el de Delegado de Llibret durante dieciséis ejercicios foguerers, así como la responsabilidad de las actividades culturales organizadas por su comisión, Avenida de Lóring-Estación. En su última etapa, al desempeñar el cargo de Presidente, siguió supervisando las mismas. Compagina el cargo de Delegado Federativo con el de Delegado de Cultura.

      David explicó lo complicado de la puesta en marcha de la Cultura en los primeros pasos de una comisión joven, de la que trascendía más su vertiente artística que su apuesta cultural y su monumento, pese al notablemente mayor esfuerzo que suponía, y que sin embargo pasaban desapercibidos. Una comisión cuya iniciativa cultural trasciende de la actividad propiamente festera, para sumergirse en manifestaciones culturales al margen de Les Fogueres, especialmente en forma de exposiciones de artes plásticas de artistas alicantinos de renombre. Resalta su compromiso con el llibret, que manifiesta que es lo que queda cuando el monumento se quema y el ejercicio festero finaliza, así como las exitosas ferias del libro de ocasión, en las que se han podido ver, no sólo ejemplares de publicaciones festeras, sino también de temática alicantina o general, algunas muy notables.

      Inscrita en la Fiesta desde que nació hace veintiún años, en el seno de una familia foguerera de toda la vida, Paula Tomás Lloret comenzó su andadura festera en la Foguera Port d’Alacant, y posteriormente en Sèneca-Autobusos, a la que pertenece dieciocho años. Ha sido Delegada Artística y es Vicepresidenta de Cultura y Actividades Artísticas.

      Implicada, como su Foguera, en la recuperación, conservación y promoción de las tradiciones alicantinas y foguereras, apuesta por los pilares fundamentales de la Fiesta. Explicó así, en lo que concierne al llibret, que son publicaciones apreciadas, cotizadas y premiadas. Que es la comisión que más pasodobles festeros ha estrenado, compuestos para la Foguera o algunos de sus comisionados. Que es probablemente la comisión que mayor y mejor uso del valenciano realiza y promueve, cuidando del mismo modo la indumentaria festera y el monumento.

      A continuación, moderadas por Susana Pardo, se abordaron cuestiones como cuál es la función primordial de Delegado de Cultura en una Foguera, la necesidad o no de la Gestión Cultural como herramienta de esa delegación, los factores que marcan la identidad cultural de Les Fogueres, si debe ser nuestra Fiesta un reflejo de las manifestaciones culturales que se desarrollan en la sociedad alicantina, o si debe actualizarse nuestra tradición cultural o debemos ser conservadores en nuestras raíces. Un debate que trascendió al numeroso público asistente, generando buen número de aportaciones y preguntas.

      Entre las conclusiones más interesantes a las que se llegó, y las propuestas más notables a desarrollar, están la posibilidad de realizar actividades culturales conjuntas, de forma que el coste sea inferior por comisión, y a la vez tengan más repercusión y calado entre foguerers, ciudadanos y medios de comunicación, a lo que desde Federació se podría potenciar con la creación de un premio colectivo para estas manifestaciones culturales conjuntas. La necesidad de llevar a cabo una propuesta de educación en la Fiesta, comenzando por las comisiones infantiles, pasando por juveniles y adultos, y llegando a la propia sociedad, para que entienda que la Fiesta es también Cultura, y la sienta como suya aunque no pertenezca a ella. La importancia de valorar correctamente desde Federació la calidad de los actos, que no tanto la cantidad, para dar coherencia a los premios a actividades culturales. Y algunas cuestiones más que quedaron en el tintero por razones de tiempo, que se tratarían en la última mesa de debate.


      El llibret. Análisis de su publicación

      La tercera mesa de debate del ciclo tuvo por título «El llibret. Análisis de su publicación». La moderadora del acto presentó a los componentes de esta cita cultural, foguerers y barraquers que han ostentado el cargo de Delegado de Llibret, o están estrechamente vinculados con la Cultura en sus distintas asociaciones.

      Mesa de debate «El llibret. Análisis de su publicación». De izquierda a derecha:
      José Antonio Cerezo, Francisco Bañuls, Susana Pardo, Alejandro González y Gonzalo García

      El primero en intervenir fue Francisco Bañuls García, Delegado de Llibret y de Cultura durante varios años en la Foguera Port d’Alacant, obteniendo ocho primeros premios en su llibret. Profesionalmente, es gerente de la empresa Bañuls Impresores, en la que ha confeccionado numerosos llibrets para Alicante y para Valencia, obteniendo varios premios, lo que da una visión muy completa de esta publicación festera. Por otra parte, ha participado en exposiciones y concursos de pintura, obteniendo dos premios como artista novel, y ha sido jurado del Concurso del Cartel Oficial de las Fallas de Gandía, además de maquetar y diseñar el Libro Oficial de la Federación de Fallas de Gandía y varias Revistas Fogueres de la antigua Comissió Gestora, hoy Federació de Les Fogueres de Sant Joan.

      Paco Bañuls compara la creación de un llibret con el rodaje de una película, pues dice que necesita un buen guión -temática o temáticas-, actores -colaboradores- que lo interpreten, buenos decorados -la labor de diseño gráfico e impresión-, y un director -el Delegado de Llibret-. Su sistema de trabajo fue crear un equipo de personas, fundamentalmente técnicos del Archivo Municipal de Alicante, que colaboraran en el llibret mediante sendos artículos, no necesariamente relacionados entre sí, para dar a conocer los fondos documentales y fotográficos que allí se conservan, algunos entonces inéditos. En el caso de su Foguera, que no tiene distrito, la apuesta del llibret siempre ha sido claramente enfocada al contenido cultural, y una importante fuente de ingresos, hasta el punto de que sostiene que el día que el llibret no sea rentable o dé pérdidas, podría desaparecer. Reclamó la necesidad de revisar las Bases del Concurso de Llibrets, comentando cómo se realiza en otras localidades, y las importantes connotaciones de obtener el Depósito Legal, de cara a la promoción de los llibrets y su presencia en las bibliotecas públicas, un trámite, por otra parte, que no tiene coste alguno.

      A continuación intervino José Antonio Cerezo Montes, Delegado de Llibret de la Foguera Hernán Cortés y posteriormente de la Foguera Barrio José Antonio, en las que ha conseguido varios premios. Afirmó que había llegado al llibret de casualidad, casi obligado, pero que de la mano de las personas que colaboraron con el primero que confeccionó, se enamoró de esta importante faceta de la Fiesta, y hoy es incondicional y defensor acérrimo de la publicación festera. Participa en la preparación de un libro que celebrará el 30 Aniversario del Gremi Artesà de Fogueres, y es Delegado Federativo de la Barraca Pica i Vola.

      En su intervención, manifestó el poco interés que suelen tener las comisiones, no sólo por la Cultura en general, sino por el llibret en particular, pues es regla general que los comisionados sólo se fijen en si salen en las fotos, en cómo ha salido la Bellesa, o como mucho en el boceto del monumento que se va a plantar en su barrio. Comentó que cada vez se destina menor partida presupuestaria al llibret, quejándose sus compañeros de comisión cuando bajan los ingresos por publicidad o venta del mismo. Piensa que ser Delegado de Llibret es casi vocacional, por la cantidad de problemas que acarrea.

      Gonzalo García Ballesteros fue durante años Delegado de Llibret en la Foguera San Antón Bajo, siéndolo posteriormente de la Barraca Som Fills del Poble, de la que es, además, Presidente. Fue también miembro de la Federació de Pedro Valera Bocero.

      Es de la opinión de que, además de los elementos básicos y tradicionales, un llibret tiene que aportar algo más. Y así se ha desenvuelto en su cometido, a base de investigar aspectos poco conocidos o incluso desconocidos de la Fiesta, para plasmarlos en sus llibrets, de forma que siempre aporten algo más que el mero testimonio de un ejercicio foguerer o barraquer, ha optado a varios premios. Si bien piensa que el llibret básicamente es una fuente de ingresos para la comisión, cree que debe concebirse de modo que llegue a todos los vecinos y colaboradores del distrito, independientemente del nivel cultural que tengan. Y rescata, por último, para el llibret, la sátira, un elemento característico de Les Fogueres, que poco a poco ha ido perdiendo la presencia tan importante que tuvo en estas publicaciones en el pasado.

      Alejandro González Borja, último interviniente de la mesa, ha desempeñado el cargo de Delegado de Llibret en la Foguera San Fernando durante varios años, así como más tarde en la Foguera Ángeles-Felipe Bergé, donde también asume el Área de Cultura. Es autor del Cartel Oficial 2013.

      Apuesta directamente por la parte cultural del llibret, y para ello aboga igualmente por la investigación, habiendo obtenido importantes premios, y reivindica que, de cara al Concurso de Llibrets que cada año convoca la Federació, sus bases admitan que esta parte cultural de las publicaciones festeras, pueda presentar contenidos no necesariamente relacionados con Les Fogueres, para evitar las reiteraciones que año a año se ven reflejadas en sus páginas en cuanto a sus temáticas, algo que también había apuntado Paco Bañuls. Reclama, al hilo de lo indicado por Cerezo, un mayor presupuesto para poder crear publicaciones dignas, ya que afirma que es lo que queda de la Fiesta, una vez se consumen en las llamas los monumentos.

      Tras las propuestas de cada componente de la mesa, se inició una interesante y animada tertulia, a instancia de sutiles preguntas dirigidas por la moderadora de la mesa, abierta al numeroso público asistente. Entre los temas tratados, fueron especialmente debatidos el concepto de llibret en sí, su estructura básica, contenidos, finalidad primordial, su función de legado de la historia de nuestra fiesta, su difusión; el papel que debería tener la Federació, tanto en la promoción de tan importante fondo bibliográfico, como en el estudio y creación de unos parámetros adecuados por los que se valore su opción a premio; las posibilidades del llibret para el futuro, su financiación, soportes, recursos, etc. Hubo acuerdo en que su formato debe seguir siendo en papel, no despreciando otros soportes, pero como complemento a su edición tradicional. Quedó en el aire, aunque la respuesta estaba en el ánimo de todos, la pregunta de si, de no existir los premios al uso del valenciano, se seguirían editando en esta lengua los llibrets en el notable número que lo hacen ahora, lo que refuerza la opinión general de que el llibret, tradiciones aparte, es fundamentalmente una fuente de financiación.


      El devenir Cultural de la Festa de Fogueres

      Llegada la jornada de clausura de las IV Jornadas Culturales de la Foguera Sant Blai-La Torreta, Fogueres, un encuentro con la Cultura, se dio cuenta de la misma con la cuarta y última mesa de debate, titulada «El devenir Cultural de la Festa de Fogueres». En ella participaron, de nuevo, Toñi Martín-Zarco Marín y David Sánchez Cañavate, a los que se les unió el actual Delegado de Cultura de la Federació de Fogueres de Sant Joan, Miguel Castelló Hernández, así como la moderadora de las Jornadas, en esta ocasión también participante activa de la mesa, Susana Pardo Díaz, Vicepresidenta de Cultura de la comisión organizadora.

      Mesa de debate «El devenir Cultural de la Festa de Fogueres». De izquierda a derecha:
      David Sánchez, Susana Pardo, Toñi Martín-Zarco y Miguel Castelló

      Concluyeron de este modo estas Jornadas dedicadas a la Cultura de la Fiesta y en la Fiesta, con un balance claramente positivo. Se han tratado diversos contenidos que engloban esta temática, tanto desde el órgano rector de la Fiesta, la Federació de Fogueres, hasta desde la labor personal realizada en cada una de las comisiones. Las delegaciones de Cultura, la identidad cultural, el desarrollo de actividades y proyectos culturales, la comunicación, la difusión y la preservación de la historia de nuestra Fiesta, el corpus bibliográfico de Les Fogueres y los llibrets en toda su extensión, creación, maquetación y publicación, fueron algunos de los temas exitosamente abordados, desde diversas perspectivas, con multitud de puntos de vista y pluralidad de opiniones, logrando el objetivo esencial de las Jornadas: la participación de gente de la Fiesta y la manifestación libre de sus opiniones al respecto de los temas tratados, tanto de los componentes de las mesas de debate, como del público asistente, que en todos los casos se mostró muy participativo. Las reflexiones obtenidas, numerosas y diversas, constituyen puertas abiertas a nuevos planteamientos y mejoras de lo hoy establecido.

      En este último encuentro, fueron recuperadas algunas de las conclusiones e ideas surgidas en los debates anteriores, para retomarlas y analizarlas de nuevo, junto a otras que quedaron en el tintero por imperativos de tiempo. El punto de partida lo puso la moderadora de la mesa, agrupando los temas en tres bloques, y desgranándolos uno a uno, de modo que se iniciara participativos debates, desde la mesa y hacia la mesa.

      El primero giró en torno a las señas de identidad cultural de Les Fogueres, la música festera, la indumentaria tradicional, el uso de la lengua valenciana, con cuestiones como la defensa de las mismas, la proyección de la Fiesta, tanto en el sentido de la promoción como de la comunicación. ¿Necesitamos en las asociaciones festeras un área dedicada a la comunicación? ¿Hay que establecer una planificación comunicativa? ¿Desde dónde debe realizarse? En cuanto al desdoblamiento tradición y/o actualización, ¿existe hoy por hoy avenencia o divergencia? Y en relación a la globalización de la Cultura en la Fiesta y la Cultura de la Fiesta, ¿cómo debemos hacer confluir tradición y sociedad?

      En un segundo bloque se trató lo que concierne a la potenciación de las actividades culturales. ¿Está en su futuro la realización de actividades conjuntas entre diversas comisiones? Es imprescindible la educación en la Fiesta, comenzando por las comisiones infantiles, pasando por juveniles y adultos, y llegando a la propia sociedad, pero ¿qué pautas debemos establecer para instruir y preparar a los niños en la tradición de nuestra Fiesta? Y por otra parte, ¿cuáles deben ser los parámetros de calidad de las actividades culturales? El papel del Delegado de Cultura de la Federació, ¿debe derivar a convertirse en Asesor Cultural?

      Por último, y desde el punto de vista del llibret como fondo bibliográfico de nuestra Fiesta, ¿deben ser nuestros principales objetivos en la creación de nuestros llibrets, la calidad de contenidos y el respeto a la tradición? Además, para la difusión de las publicaciones festeras, quedó claro que es necesaria la creación del fondo bibliográfico de Les Fogueres, pero ¿quién, cómo y cuándo ha de hacerlo? ¿Son buenas herramientas para el futuro del llibret las nuevas tecnologías? ¿Cómo debe ser la correcta edición y publicación de los llibrets?

      Muchas preguntas para tan pocas respuestas. Deberíamos cada uno de los foguerers y barraquers, al menos los que entendamos que la Cultura es parte necesaria e inseparable de la Fiesta, tomarnos un tiempo para tratar de responder estas y otras cuestiones, y con sus conclusiones aportar a las comisiones de pertenencia el impulso y la coherencia que necesita la Fiesta para que la Cultura no muera, porque con ella, indefectiblemente, moriría la Fiesta, porque la Fiesta es Cultura. Cultus, cultivar en definitiva, que como hemos visto, es el significado primero de la palabra «Cultura», empezando por inculcar a los jóvenes de nuestra Fiesta estos valores. Hagamos válidas las afirmaciones que en su día manifestara el actor, director escénico y pedagogo teatral Stanislavski, cuando sostuvo que:
      «La juventud no debe sólo asimilar los frutos de la Cultura de sus padres, sino que debe elevar la Cultura a nuevas cimas, a las que no llegan las gentes de las anteriores generaciones».
      La tradición puede y debe llevar al progreso. Tradición y progreso son y forman parte de la Cultura.

      Portada del Llibret de la Foguera Sant Blai-La Torreta 2013:
      La Cultura penja d'un fil (Diseño: Bañuls Impresores, S.L.)

      Una excursión a la Tabarca de los años 30

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      De la mano nada menos que del periodista alicantino Rodolfo Luis de Salazar Navarro (1880-1937), en la prestigiosa Revista Blanco y Negro, a la que hice referencia en el artículo que traté de cuando Nueva Tabarca fuera portada de la misma. Hijo del también periodista José María de Salazar, fue gran admirador de Gustavo Adolfo Bécquer, sobre el que realizó múltiples conferencias, y prolífico colaborador de la prensa alicantina, con sus crónicas y poemas. Fue redactor-jefe del diario conservador alicantino El Día, hasta julio de 1918 cuando, gracias a su amistad con la familia Luca de Tena, marchó con su familia a Madrid a ocupar el mismo cargo en el Diario ABC, en cuyo puesto seguiría durante casi veinte años, compaginándolo con el semanario Blanco y Negro. Desempeñó, además, la corresponsalía en Alicante de Mundo Latino.

      Rodolfo Luis de Salazar Navarro (1880-1937)

      Aparte del periodismo, Rodolfo de Salazar fue un excelente poeta y novelista. Fue presidente del Ateneo Científico Literario y Artístico, del Círculo de Bellas Artes de Alicante, de la sección de cultura de la Casa de Valencia en Madrid y de la Agrupación Artística La Wagneriana, entre otros muchos cargos de relevancia. Como buen alicantino, de lo cual se preciaba, fue decano de los Foguerers Majors de les Fogueres de Sant Joan, y difusor de la fiesta en Madrid. Cultivó grandes amistades con personajes de la talla de los Luca de Tena, antes mencionados, o Rafael Altamira, entre otros.

      Portada de la Revista Blanco y Negro, Año 42, N.º 2167, 25 de diciembre de 1932
      (Hemeroteca del Diario ABC)

      El artículo que nos ocupa, con fotos del propio autor, impresas con una calidad bastante deficiente, apareció editado en el número 2167, año 42, de la Revista Blanco y Negro, de fecha 25 de diciembre de 1932, en concreto en las páginas 131-133



      Las aguas de la bahía alicantina ofrecen a los aficionados al mar la delicia de sus mansas ondas, y en las tardes del verano, cuando comienza a ponerse el rojo sol de fuego, que abrasó la ciudad, calcinando sus piedras y adormeciendo a sus habitantes en un casi letargo; cuando el sol ya declina, es un placer navegar por las tranquilas aguas, apenas rizadas por una ligera brisa, que hincha la blanca vela triangular de un bote marinero.

      Y así, por disfrutar del placer, una tarde embarqué, y, paseando, salimos fuera del puerto el pescador que me lo alquilara y yo. Era el marinero hombre ya maduro, que gustaba de hablar; había recorrido casi el mundo entero; «hasta he ido —me dijo— adonde los hombres tienen rabo. Por allá, por las islas del otro lado del mundo». A ciencia cierta no sabía por dónde, muy lejos. Y hablaba sin descanso. Me contó leyendas que la ignorancia de los marineros, hombres rudos, admite como verdades incontrovertibles. En una tempestad, un golpe de viento, cuando él andaba por las vergas, le hizo perder el equilibrio, arrojándole sobre una vela, que le despidió, lanzándole a cubierta; del encontronazo estuvo enfermo de algo que no me supo decir el nombre, pero cuando curó no pudo reanudar su oficio de navegante de altura. La conmoción le había dejado sordo y con alguna dificultad para hablar. Y allí estaba él, que conociera lejanos mares y extraños países, con su bote atracado a las piedras del muelle, alquilando su experiencia del mar y limitando sus cruceros a unos paseos por la bahía alicantina.

      Allá, en la línea del horizonte, se divisaba una tierra, como un poco de bruma espesa. Era la «isla de Tabarca». Desde hace tiempo tenía el deseo de visitarla, y, cortando la verbosidad de mi patrón, intenté hacerme oír por él para que me indicase el medio de poder lograr el visitar la isla. Conseguido el que me entendiera, supe que era fácil el ir: unos barquitos a motor hacían viajes regulares, saliendo dos veces por semana de Alicante, de donde partían temprano para regresar mediada la tarde.

      Y en el primero de sus viajes embarqué. El mar estaba encalmado y los marineros predecían un viaje feliz.


      La isla de «Nueva Tabarca», o «Isla Plana», que ambos son sus verdaderos nombres, aunque los alicantinos la llaman solamente «Tabarca», y más familiarmente l'illa, es decir, la isla, en el idioma lemosín que hablan los nativos, está situada a diez millas de la ciudad de Alicante y junto al cabo de Santa Pola, que cierra por la derecha la bahía alicantina. Fué en un principio habitada por moros procedentes de la Tabarca tunecina. Carlos III la conquistó, y, para defenderla, la fortificó, rodeándola de fuertes murallas, que aún se mantienen en pie. Hoy los tabarquinos forman un reducido poblado, que vive de la pesca.

      Ya vamos llegando; ya se divisa, allá, confusamente, una sombra, algo sobre el mar. Y va tomando forma, y se distinguen dos torres, una aguda, esbelta; otra maciza, pesada; son la de la iglesia y la antigua de vigías, y a bordo se hacen los preparativos de anclaje, y hay un revuelo de turistas que requisan sus paquetes, que acaso contendrán tortillas, filetes empanados, algo de pescado...

      A recibirnos salen unos muchachos, hábiles nadadores, que piden les arrojen una moneda, y la persiguen en su descenso por el mar, y la cogen, subiendo a la superficie con ella en la boca, y bajan en busca de otra que se les ha lanzado. Son hijos del mar y se familiarizan, jugando, con él. ¡Acaso luego, cuando mayores, sean audaces marineros que surquen lejanos mares, o pescadores que den su vida en la lucha por capturar algún pez!

      Arrimamos al muelle, que propiamente no existe, puesto que sirven como tal unos peñascos que se separan de la orilla y abrigan las aguas, y comienzan a bajar a tierra los excursionistas. Es una animada escena: gritan con pequeños chillidos las mujeres, por temor a resbalar y bañarse antes de lo pensado, gritos que suben de intensidad al arrojar un marinero sobre cubierta un pulpo que ha cogido en una grieta, y que intenta volver al mar, hasta que muere clavado a las tablas por una navaja.


      El acceso a la isla se realiza por la puerta de las murallas. Hay unos pasadizos obscuros, una escalera, y aparece el pueblo, pequeño, apenas una plaza y unas casas alrededor de la iglesia. Las casas, de planta baja, al nivel de la calle, y algunas con un piso, son blancas, deslumbrantes; bajo el sol ardiente que ya molesta, se adivina que en el interior de aquellas casas se ha de disfrutar de agradable frescor. Tienen las puertas abiertas y se ven los patios en penumbra por las plantas trepadoras y las parras que en ellos hay.

      Un excursionista tiene familia entre los pescadores, y con él varios que durante la travesía hemos entablado amistad nos dirigimos a casa de su pariente a encargarle nos guise para la comida una caldereta de pescado, el plato típico de la isla. Convenida la hora en que hemos de reunirnos, cada uno, solo o en grupo, recorre la isla.

      Es muy curiosa. Sus costas, carcomidas durante siglos por el mar, son accidentadas; hay rocas en grandes amontonamientos junto a la orilla y casi cubiertas por enormes cantidades de algas; otras surgen como negros monstruos que descansaran algo separados de la costa; hay cerca del faro una aglomeración de arrecifes en donde, durante la Gran Guerra, se fué a pique un barco, cuyo casco aún puede verse desde el faro, pues el fondo sobre que descansa, a pocas brazas de la superficie, es de roca lisa. Siempre conservando el aspecto carcomido, es a veces más compacta la orilla y se eleva y forma recodos y cuevas profundas por las que el mar penetra debajo de la isla. Hay una que tiene en su fondo, como en las historias de piratas y contrabandistas, un pasadizo por el que comunica con una casa.

      Y aún hay más cuevas. La iglesia está edificada sobre una que casi es tan extensa como ella, y próxima hay otra grande, casi subterránea, en donde en invierno se reúnen pescadores y mujeres para construir y recomponer las redes, y allí están los toscos artefactos, semejantes a grandes ruecas, de que se sirven; son unas ruedas de madera como pesados tornos y unos caballetes.

      Recorremos las murallas; unos gruesos paredones afianzados en las rocas y que descienden hasta el mar. Hay abiertas en ellas unas habitaciones que, en opinión del guía que nos acompaña, fueron calabozos. Y llegamos a la playa, un rinconcito de arena ocupada por las barcas de los pescadores, barcas en que, cuando llegue la temporada, irán hasta la costa de Africa a pescar el atún, y un hacinamiento de anclas, y cadenas, y redes.


      Entre las barcas, aprovechando su sombra, reposan los excursionistas después de haberse bañado. Las aguas de esta pequeña ensenada son verdes y tan claras, tan transparentes, que casi parece que no haya nada entre la vista y el fondo; y llegan a la orilla en amplias ondulaciones, mansamente, sin romperse en espuma.

      Ya es mediodía. La comida estara dispuesta, y vamos hacia la casa del pescador. Una casa pequeña, limpia y fresca, cosa importantísima en aquel ambiente tórrido; del techo penden reproducciones, en pequeño, de llaúts pesqueros y de un pailebot modelo de habilidad y paciencia, y en un rincón hay gruesos anzuelos que utilizan para la pesca del atún y del bonito, y arpones y lanzas para rematarlos. Nuestro huésped, un viejo fuerte y curtido por el mar, nos muestra una especie de ganchos grandes y de aguda punta, los cuales, sujetos a la muñeca, sirven para izar a bordo las grandes piezas cobradas. Y nos enseña en su mano izquierda la cicatriz de una herida que le produjeron con uno de esos ganchos que le atravesó la palma. Tiene una cicatriz en cada una de las caras de la mano que es casi del diámetro de cinco céntimos. «Me lavé con agua del mar —nos dice sin darle importancia— y seguí mi faena».

      La caldereta, guisada por marineros y regada con vino a discreción, estaba verdaderamente sabrosa. En la isla el vino es más abundante que el agua potable, pues no hay manantiales y sólo de la recogida en la época de las lluvias se puede disponer. Luego comimos los más excelentes salmonetes roqueros; pescados aquella misma mañana, tenían el más delicioso sabor a yodo y a algas que imaginarse puede.

      Terminada la comida, salimos a tomar un poco de fresco, que a la sombra la temperatura era agradable a causa del vientecillo que venía del mar. Y a poco se oye la sirena de nuestro barco, que llama a su bordo a los pasajeros que trajo, y caminamos hacia allá y observamos los últimos detalles pintorescos de la pintoresca isla. En las puertas de algunas casas hay clavadas grandes aletas y colas de atún como trofeos que recuerden la extraordinaria pieza que el pescador que allí habita cobró; hay por allí unos perros de una raza peculiar de Tabarca. Son pequeños y de pelo corto, lanoso y rizado; pero lo raro de ellos consiste en que sólo tienen en los pies dos dedos, como una pezuña hendida, igual a la de las cabras, mas no córnea.

      Llegamos al embarcadero. Termina la excursión. Pronto el barco nos volverá a Alicante. Pero con nosotros nos llevamos el grato recuerdo de un día pasado felizmente.

      Neptuno, el viejo dios de la faz de arrugas cambiantes y cabellera de algas, también nos es propicio en el regreso, y pronto se divisa reflejándose como en un espejo en las azules ondas de la amplia bahía alicantina, la esfinge rocosa que corona el imponente castillo que en otros tiempos defendió la ciudad.

      Orígenes de las Fiestas del Fuego

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      Conferencia impartida en el Salón de Actos de la ONCE de Alicante, el día 6 de marzo de 2013, durante la charla-debate Fogueres per a tots. Història, discapacitat i integració, organizada por la Associació Cultural Foguera La Ceràmica, en su XIII Edición de las Jornadas Culturales.
      Publicado anteriormente en el Llibret de la Foguera Florida-Portazgo 2005.

      Alrededor del día 21 de junio, dependiendo del año, se celebra en el hemisferio norte el día más largo del año: el solsticio de verano. Su celebración es tan antigua como la humanidad.


      La palabra solsticio procede del latín y significa «parada del sol», porque en un principio se creía que el sol no volvería a su esplendor total, ya que después de esta fecha los días era cada vez más cortos. Por esta razón, hogueras y ritos de fuego se iniciaban para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía: se encendían fuegos en las cimas de las montañas, a lo largo de los arroyos, en la orilla del mar, en mitad de las calles y frente a las casas; se organizaban procesiones con antorchas, se echaban a rodar ruedas ardiendo colina abajo y a través de los campos; se bailaba alrededor del fuego y se saltaba por encima de él, para purificarse y protegerse de malas influencias y asegurar el renacimiento del sol.



      El culto al sol

      Se puede decir que todo empezó hace más de cinco mil años, cuando nuestros antepasados, tan amigos ellos de observar las estrellas, se dieron cuenta de que, en determinadas épocas del año, el sol se mueve desde una posición perpendicular sobre el que hoy conocemos como Trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el Trópico de Cáncer. Estos días extremos en la posición del sol, los solsticios de invierno y verano, coinciden con los días 21 de diciembre y de junio, respectivamente, en el hemisferio norte. El día que veremos al sol ponerse más al sur es el 21 de diciembre, y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio. Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23,5 grados hacia el sol, lo que ocasiona que en el hemisferio norte el 21 de junio sea el día más largo del año.


      Ni que decir tiene que esta fiesta es muy anterior a las religiones mayoritarias actuales. Un antecedente lo encontramos en la celebración celta del Beltaine, cuyo nombre significaba «fuego de Bel» o «bello fuego» y era un festival anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine se encendían grandes hogueras que eran saltadas por los más atrevidos con largas pértigas. Después, los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades, a la vez que rogaban a los dioses que el año fuera fructífero, y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.


      Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano, encendiendo igualmente grandes hogueras de carácter purificador. En esos antiguos mitos helenos, a los solsticios se les llamaba puertas: la «puerta de los hombres» correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio), a diferencia de «la puerta de los dioses» del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre). Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra, Minerva, unas fiestas con fuegos, y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.


      Antes de cristianizarse la fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al sol en un acto simbólico con la finalidad de que «no perdiera fuerzas». En su conciencia interna, sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre seguiría destruyendo los hechizos con fuego, y el cristianismo, como luego veremos, fue experto en reciclar los viejos cultos paganos. En los países orientales, con ritos y creencias distintas, se celebraban igualmente estas fiestas, conservando en todas ellas la misma esencia: rendir un homenaje al sol, que en ese día tiene un especial protagonismo, cuando el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto.


      En cualquier caso, al sol se le ayuda para que no decrezca, y mantenga todo su vigor, simbolismo que era también compartido por pueblos incluso separados por océanos. Es el caso de los incas de Perú, cuyas dos fiestas primordiales son el Capac-Raymi, que tiene lugar en diciembre, y la que se celebra cada 24 de junio, el Inti-Raymi o Fiesta del Sol, en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. En el momento de la salida del astro rey, el Inca eleva los brazos y pide al sol su calor para que el frío desaparezca. Se siguen practicando y representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio, con un claro tinte turístico, y los habitantes de la zona se engalanan con sus mejores prendas al estilo de sus antepasados quechúas, y recrean el rito inca tal y como se realizaba.


      Aún en la actualidad, existe gran cantidad de leyendas y creencias respecto de la Noche de San Juan y, sin contar las innumerables muestras de este culto ancestral en nuestro país, todavía podemos encontrar ejemplos en multitud de países: Alemania, Francia, algunos de los Estados Unidos (Louisiana, Alaska, Texas), Noruega, Irlanda, Finlandia, Italia, Japón, Inglaterra, Brasil, Israel...


      La cristianización de lo pagano

      Como siempre ha sido una constante en el cristianismo, con el tiempo se llevó a cabo una cristianización del rito pagano. Esa noche y su amanecer se dedicaron a San Juan, en un esfuerzo por cristianizar las supuestas fuerzas que se manifiestan en esta jornada pagana, uniendo, por una parte, el ritual al sol, con el santo de la fecha, San Juan Bautista, que fue el encargado de dotar de sacralidad a la fiesta. Pero, ¿por qué San Juan Bautista? Pues la respuesta la tenemos en La Sagrada Biblia: San Lucas narra en su Evangelio, que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel, cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo, quedándose con ella hasta el parto. Por lo tanto, fue fácil fijar el nacimiento del Bautista en el mes de junio, tres meses después de esa visita, celebrada el 25 de marzo, y seis meses antes del nacimiento de Cristo. Desde entonces, se señaló esta noche como la de San Juan, que ha heredado así la serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres, cuyos orígenes hemos visto que son inmemoriales.


      Sin embargo, otras facetas del ritual pagano se perdieron, o son cada vez menos frecuentes, como la antiquísima tradición de enramar las fuentes, relacionada con la prosperidad, la abundancia y la fecundidad. Esta tradición decía que, al amanecer del primer día de verano, las mujeres recogían de las fuentes las «flores del agua» (flores acuáticas), con la esperanza de encontrar pareja, concebir hijos o hacerse con poderes curativos.


      Pero, lo paradójico del asunto, es que el 24 de junio se celebra la fecha del «nacimiento» del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque de los santos siempre se recuerda el día de su muerte (de hecho, el 29 de agosto la Iglesia conmemora su decapitación), pero según San Agustín se hace una excepción, porque San Juan fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin culpa. Escribe San Lucas:
      No tengas miedo, Zacarías, pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar, y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios.
      El Evangelio de Lucas narra igualmente que el padre de Juan, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar de que su mujer, Isabel, que era estéril, estuviera encinta:
      Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla.
      En el momento del nacimiento, cuando Zacarías escribió en una tablilla «su nombre es Juan», recuperó la voz milagrosamente, tal como se lo había predicho el arcángel. Rebosante de alegría, la tradición dice que encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la buena nueva. Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche santa y sagrada, sin abandonar por eso su aura mágica inmemorial, porque fue imposible erradicar los ancestrales rituales solares, por lo que vino de fábula que coincidiera la celebración encendiendo esas hogueras, aunque la finalidad en uno u otro caso fuera absolutamente distinta.



      Las Fallas de San José

      Pues bien, llegados a este punto, veamos cómo llegó la fiesta del solsticio de verano a convertirse en Les Fogueres de Sant Joan. Para ello, hay que tener primero en cuenta que nuestra Fiesta vino en cierto modo «importada» a Alicante, tomando como modelo Las Fallas de Valencia, que no tienen nada que ver ni con el solsticio ni con San Juan, pero no dejan de ser fiestas del fuego. Primero veremos cómo nació la fiesta del fuego en Valencia, cuyo origen está bastante controvertido.


      Entre todas las teorías que circulan entre los estudiosos de Las Fallas, personalmente me quedo con la que explica que, antiguamente, la luz la facilitaban los crisoles, y los artesanos, sobre todo los carpinteros, los colgaban de un artilugio hecho de listones de madera llamado parot, estai, astai o pagés, una especie de candelabro, bastante alto, que tenía diversos brazos de los que colgaban dichos crisoles. Al terminar el invierno, y conforme entra la primavera, el día va alargándose, por lo que los carpinteros se deshacían de esos parots, quemándolos, y a la vez aprovechaban para limpiar el taller y quemar igualmente todos los retales de madera que se habían almacenado durante el invierno. El Gremio de Carpinteros adquirió la costumbre de realizar estas limpiezas la víspera de su patrón, San José, que se celebra desde 1497 el día 19 de marzo.


      Ahora, haciendo gala del ingenio levantino, imaginemos que a un carpintero se le ocurre un buen día la idea de «vestir» su parot con ropas viejas, y que esto motivara a algún poeta espontáneo a ponerle un cartel, criticando una situación o un hecho significativo del momento. Podríamos decir que así nace el primer ninot. Lo demás se sucedería por pura inercia: del ninot único se pasa a una escena o conjunto de ellos, donde dos o más ninots representan una situación, y entra en juego el diálogo. Normalmente se situaban dichas escenas pegadas a un lateral de la calle, pero las escenas van tomando volumen, y con ello sobresaliendo de esas paredes, hasta que nos encontramos con que, en la documentación más antigua hallada sobre Las Fallas, concretamente del año 1784, un Oficio de la Autoridad Municipal de Valencia prohíbe quemar fallas, que ya las denomina así, aunque aquí no vamos a entrar en el origen de tal denominación, en las estrechas calles de la ciudad de entonces, por el peligro de incendio de las casas colindantes, además del lógico obstáculo que presentaban para el paso de los carruajes y para los propios transeúntes, obligando a colocarlas en plazas suficientemente amplias. La consecuencia directa fue que se pasó, de la escena unidimensional, al conjunto de escenas que pudiera visitarse dándole la vuelta completa. Con el modelado de esos primitivos ninots, en el que entraría la cera antes que la arcilla y el cartón, llegaríamos a los monumentos falleros tal como hoy los conocemos.



      Las Hogueras de San Juan

      Ahora veamos cómo nos llega a Alicante la Fiesta del Fuego. Cerca de un siglo más tarde de ese Oficio del Ayuntamiento de Valencia, concretamente en 1881, nace en una tierra ajena a fallas y ninots, en Cádiz, José María Py y Ramírez de Cartagena. Hombre observador y sencillo, las vicisitudes de la vida y de su familia le llevan a Valencia, donde reside durante 25 años. Allí conoce la fiesta de Las Fallas, al parecer formando parte de varias comisiones y, no sólo se empapa del arduo proceso que supuso la conversión de las mismas en Fiestas Oficiales de la Ciudad de Valencia (antes lo eran las Fiestas de Julio), sino que, dado su oficio de pintor, dato que consta en el Padrón Municipal de Valencia, en donde se cita esa profesión en los padrones de 1915 y 1920, se decide a probar suerte construyendo, sin demasiada fortuna, dos monumentos, según consta en la documentación que obra en el Archivo Municipal de Valencia y en la prensa de la época, que le citan como autor de ambas fallas el mismo año de 1917, la de las calles Muñoz Degrain-Pollo y la de la Plaça de Sant Bult, ambas muy cercanas a la casa donde vivía.


      En 1922 se traslada a Alicante, ciudad donde su padre, abogado, es destinado como notario. José María Py, entusiasta y desprendido, se integra rápidamente en la sociedad alicantina, y comienza a participar en las tertulias que se llevaban a cabo en lugares cercanos a la notaría de su padre, que estaba en la Plaza de Gabriel Miró, entonces de Isabel II, como lo eran el Casino, la Asociación de la Prensa, el Hotel Samper, el Círculo Mercantil... Entre ellas, estaba Alicante-Atracción, que organizaba un programa de festejos populares. De este modo, integrado en ese caldo de cultivo que formaban el grupo de artistas, escritores e intelectuales de la época, comienza hacia 1928 su particular «campaña» para llevar adelante su idea de crear para Alicante unas fiestas del fuego similares a las de Valencia, pero llamándose Hogueras o Fogueres, centradas en la fiesta de San Juan y el solsticio de verano, como mandaba la tradición ancestral del rito del fuego. Lo consigue en menos de un año. Y nacen con una estética personal y diferenciada de las fallas, porque caen sobre todo en manos de pintores, mientras que en Valencia eran los escultores los creadores de los monumentos falleros.

      Y lo demás, ya es una historia conocida: serían declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional en 1965, y en enero de 1999, Fiestas Oficiales de la Ciudad de Alicante, con vocación de convertirse en un futuro cercano en Bien de Interés Cultural Inmaterial.


      Pero, para terminar, una anotación, aunque sea a modo de anécdota: el antecedente más antiguo que se conoce de Les Fogueres de Sant Joan, se remonta nada menos que a 1698, pues hay constancia documental de que entonces ya se quemaban hogueras en honor a San Juan Bautista en las calles de Alicante. Efectivamente, así lo dejó escrito Josep Sala al relatar la fiesta celebrada por la elección de Ramón de Perelló y Rocafull como Gran Maestre de Malta: «al llegar la procesión a cada una de las plazas, se procedía a quemar las hogueras allí dispuestas». Las hogueras alicantinas aparecen también en poemas de José Vila y Blanco, escritos en 1854. Un Bando Municipal de 1870 prohibía encender hogueras la noche de Sant Joan y tirar cohetes por las calles. Y autores como Francisco Figueras Pacheco, Carlos Arniches y Rafael Altamira, han dejado escrita su visión de las hogueras quemadas en los primeros años del siglo XX, que eran «un costum fet llei» en el Alicante de 1912. Ya entonces la fiesta de Sant Joan tenía algunas costumbres que hoy se conservan: se comía coca amb tonyina, la dolçaina y el tabalet acompañaban a los juegos callejeros y a la cucaña, mientras, en palabras de Arniches, se quemaban «trastos viejos».

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      Senderismo en Nueva Tabarca

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      En la mañana del día 30 de diciembre de 2013, se llevó a cabo la presentación del Sendero Medioambiental y Cultural de la Isla de Tabarca, por parte de la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Alicante, encuadrado dentro del proyecto municipal de la Red de Senderos Urbanos de Alicante. Simultáneamente, quedó disponible en la página web municipal el desplegable del sendero, con gran número de apuntes culturales y medioambientales, así como consejos para el disfrute y la conservación del recién delimitado sendero, en sus dos partes bien diferenciadas pero complementarias.

      Fuente: Concejalía de Medio Ambiente del Excmo. Ayuntamiento de Alicante

      El sendero medioambiental de la isla se desarrolla a lo largo de todo el perímetro de costa de El Campo de la Isla de Tabarca, visitando sus enclaves más significativos: la Torre de San José, el Faro, el Cementerio...

      Fuente: Concejalía de Medio Ambiente del Excmo. Ayuntamiento de Alicante

      El sendero cultural complementa el sendero medioambiental del campo de Tabarca, y discurre por las calles de la ciudadela amurallada de San Pablo, descubriendo los principales hitos históricos y monumentales.

      Es la primera vez que, al menos de forma oficial, el Ayuntamiento de Alicante publica y acondiciona recorridos senderistas en Nueva Tabarca. Pero, unos meses antes, merece destacar la aportación que realizara el magnífico blog de senderismo GeoElx. Rutas de senderismo por la provincia de Alicante, en su capítulo titulado Isla de Tabarca, en recorrido realizado el 21 de junio de 2013, con abundante información, en general bien contrastada, fundamentalmente en el presente blog La Foguera de Tabarca, así como geolocalización mediante Wikiloc, y cuya descripción íntegra es la siguiente:
      Como es evidente, dada la cercanía a la costa es posible llegar hasta la Isla de Tabarca con embarcaciones particulares de pequeñas dimensiones e incluso con motos de agua, pero lo más habitual para visitarla es llegar con las llamadas tabarqueras. Embarcaciones de distintas dimensiones que salen tanto del puerto de Alicante como del de Santa Pola y llegan al Port de Tabarca. Gracias a su construcción en 1944, las condiciones de trabajo de los pescadores y sobre todo las comunicaciones mejoraron enormemente, ya que con anterioridad, el puerto existente era demasiado pequeño para el actual tráfico marítimo que soporta la isla, sobre todo en verano por la gran afluencia de turistas.

      Fuente: GeoElx. Rutas de senderismo por la provincia de Alicante
      Una vez en la isla, hay que dirigirse hacia la derecha donde se encuentra el núcleo urbano amurallado. Se entra al pueblo de Tabarca por la Puerta de San Rafael, Portal de la Caleta o Porta de Llevant. Tras pasar este portal aparece el Carrer d'Enmig y se recorre hasta llegar a la Plaça Gran. Que como es evidente es la plaza mayor del pueblo, donde está la mayoría de los pocos árboles que existen en la isla, que al igual que las palmeras existentes, todas están o en el interior del pueblo o pegados a él.

      En la Plaça Gran también se encuentran cuatro aljibes, uno en cada esquina, ya que hasta la llegada del siglo XXI no se normalizó el suministro de agua y electricidad mediante un cable submarino desde las costas de Santa Pola. La falta de agua en la isla ha sido un problema endémico resuelto en parte con la construcción de numerosos pozos por todo el pueblo para el almacenamiento del agua de lluvia, aunque en caso de necesidad también se utilizaban barcos cisterna para reabastecerse de agua potable. El tema de la electricidad se fue solucionando a base de grupos electrógenos y una planta de energía solar construida en 1988 con placas fotovoltaicas de primera generación que nunca llegaron a funcionar con el rendimiento esperado.

      Se recorre la plaza hacia la derecha, en dirección a la iglesia. Se llega a la Plaça de l'Església y frente a la Iglesia de San Pedro y San Pablo. Edificio de estilo neoclásico cuya construcción finalizó en 1769, de planta cuadrangular y levantado al igual que la muralla, con los bloques de piedra extraídos del pequeño islote llamado por este motivo La Cantera. En la actualidad luce un aceptable aspecto exterior gracias a una reciente restauración, ya que se encontraba en un estado deplorable por el abandono sufrido desde que fue quemada y saqueada durante la Guerra Civil, tras lo cual fue utilizada como almacén y baluarte defensivo. Posteriormente tuvo mínimas restauraciones para poder ser utilizada para su genuino cometido. Pero esta última y ambiciosa restauración no ha llegado al interior y al edificio adyacente. Era la casa del cura y la escuela y se encuentran en un estado totalmente ruinoso, ya que en el año 2008, en plena ejecución de las obras, quebró la empresa que estaba haciendo los trabajos de rehabilitación y quedaron en suspenso hasta hoy día.

      Ahora se sigue bordeando la isla sobre la muralla y los bastiones de esta cara Norte, abovedados en su interior con diversas estancias para usos especialmente militares. Se llega al extremo Oeste de la muralla, desde donde se distingue el islote de La Cantera, como se ha dicho anteriormente, de donde se sacó todos los bloques de piedra utilizados en las distintas edificaciones de la isla. En este extremo se encuentra la Puerta de San Gabriel, Portal de la Cantera o Porta de la Trancada. Este portal, junto con el utilizado al principio y otro existente frente al Moll Vell llamado Puerta de San Miguel, Portal del Moll o Porta de Terra, eran las únicas entradas al pueblo. Los alrededores de la isla están salpicados de arrecifes y escollos en forma de pequeñas rocas que sobresalen del nivel del agua y que dificultan enormemente la aproximación a la costa de la isla, a no ser por el puerto o por la playa principal.

      Se prosigue circundando la isla sobre la antigua muralla defensiva y los baluartes de la cara Sur, en este momento hacia el Cap de Barrós. En esta época del año, finales de la Primavera, es habitual toparse con polluelos de gaviota en distintas fases de crecimiento. Al girar sobre el Cap de Barrós, en la cara Sur del pueblo de Tabarca, aparece un retorcido tramo de costa cortada por acantilados, en los cuales hay una serie de oquedades y cuevas, cuya más importante es la Cova del Llop Marí. Llamada así porque según parece en su interior, de varias decenas de metros de profundidad siguiendo el nivel del mar hacia el interior de la isla, se refugiaban y criaban los llamados lobos marinos (en realidad focas monje). Más que para su aprovechamiento dentro de la dieta tabarquina, durante la noche los pescadores bajaban a la cueva para cazarlos hasta su total exterminio, al considerarlos un competidor muy eficaz para la pesca. Tal vez por una cierta sensación de remordimiento ante tal masacre, apareció la leyenda de que el espectro de alguno de estos Llops Maríns seguía lanzando su lastimero aullido de dolor desde el fondo de la gruta durante las noches de luna llena, para atormentarlos de sus malas acciones.

      Pero antes aparece una pequeña cala junto a la que se encuentra otra, mucho menor, llamada Cova del Birros. Se puede seguir bordeando la costa sobre los tramos de muralla y baluartes o bien seguir por la calle empedrada en línea recta, pasando frente a la antigua Casa del Gobernador reconvertida en hotel, hasta finalmente llegar a la playa principal de la isla o Platja Central. Como se ve acondicionada con duchas, aseos, un montón de chiringuitos, servicio de hamacas y sombrillas, etc. Como el resto de las playas de la isla, está formada por piedras de distintos tamaños, por lo que es casi imprescindible para poder meterse al agua ir con chanclas de goma. También es aconsejable su uso por la posible presencia de erizos de mar. La incesante presencia de turistas hace que los gorriones estén acostumbrados a la presencia humana y sean muy descarados a la hora de buscar comida entre los restos y migajas caídas al suelo. Al final de la playa, excavada en la roca existe un pequeño altar dedicado a la Pilarica [error: se trata de La Purissimeta].

      Fuente: Wikiloc
      Ahora se sigue caminando por un camino de tierra, entre la escasa vegetación que cubre lo que se podría denominar parte más silvestre de la Isla de Tabarca y conocida popularmente como El Camp. Excluyendo la iglesia, en esta porción de isla se encuentran los edificios más representativos, y destacables desde la lejanía, de la isla. El primero en aparecer es la Torre de San José. Pero antes de visitarla se sigue por el camino de tierra hasta llegar al Cap de Rata, frente al islote de La Galera. Pero en lugar de seguir por la costa, ahora se gira a la izquierda, hacia el interior de la isla, siguiendo un sendero que lleva hacia la Torre de San José.

      El también conocido como Castillo de San José es, junto con la Iglesia de San Pedro y San Pablo, el edificio más importante erigido en la Isla de Tabarca. Levantado en 1790 se trata de una construcción se sillares de piedra con planta cuadrada y se eleva con forma de pirámide truncada. Para mejorar su defensa se accedía a él a través de una puerta elevada a la que se llegaba mediante una escalera y un puente levadizo, ya que también estaba rodeada por un foso. En su interior cuenta con tres plantas para las distintas estancias. También poseía una garita volada en cada una de sus esquinas, pero han ido degradándose con el tiempo y no han entrado en los planes de las distintas restauraciones, hasta perderse casi por completo. Ha sido utilizada para varios fines a lo largo de su historia, cosa habitual en este tipo de edificios tan longevos. Primeramente como base del destacamento defensivo de la isla, posteriormente como prisión durante la Primera Guerra Carlista. Luego se reconvirtió en casa-cuartel de la Guardia Civil y actualmente como no es necesaria para estos menesteres, se utiliza como almacén del Instituto de Ecología Litoral.

      Ahora hay que dirigirse hacia el faro atravesando un enorme campo de chumberas. Tras cruzarlo aparece a la izquierda la llamada Casa del Camp. Aunque parezca extraño se trata realmente de una casa de labor, construida en los años 40 con la intención de sacar algún tipo de rendimiento agrícola y ganadero a este amplio terreno. Con el fin de conseguir cierto nivel de auto abastecimiento en la isla, en la parte ganadera llegó a criar cabras, gallinas, conejos, cerdos e incluso vacas. El principal problema siempre fue la falta de agua y el abastecimiento se realizaba de aljibes cercanos, por lo que se construyó un gran aljibe junto a la casa, pero no se llegó a utilizar. Igualmente la parte agrícola dependía totalmente de las precipitaciones y se cultivó principalmente cereales como el trigo, la avena y la cebada. También se intentó cultivar algo de fruta y verdura. Un poco más adelante se optó por plantas más resistentes a la sequía y se plantaron las chumberas o paleres, incluyendo como fuente de alimento los higos chumbos, que requerían poco mantenimiento y agua. De hecho aún sique existiendo, tras un abandono de décadas, el enorme bancal de chumberas. Con unas precipitaciones cada vez más escasas y unas expectativas de trabajo más beneficiosas en otras actividades, finalmente la finca se abandonó, con lo que empezó el inexorable deterioro de la estructura del conjunto de viviendas y corrales.

      Frente a la Casa del Camp se encuentra la puerta de acceso al Far de Tabarca, totalmente cercado por una verja. Construido en 1854 fue un importante salto en cuanto a desarrollo de la isla y sobre todo en lo relativo a la seguridad en la navegación por esta zona. Está formado por una torre central cuadrada de algo más de 12 metros de altura sobre la que está situada la luminaria. En la parte inferior una gran planta doble también cuadrada era la vivienda de los dos fareros responsables de su funcionamiento. También es donde se impartieron clases para futuros fareros. En 1927 se automatizó el sistema y con el tiempo se hicieron menos frecuentes las revisiones técnicas. Todo ello llevó a su apagado en 1943 y su total abandono. Esto hizo que la estructura se deteriorara rápidamente, quedando prácticamente en un estado ruinoso para cuando en 1971 se quiso poner nuevamente en funcionamiento. Pero en lugar de restaurarlo se optó por una solución más rápida y sencilla que fue levantar una nueva torre circular de hormigón junto al antiguo faro. Finalmente en 1989 fue demolida la torre de hormigón y se trasladó nuevamente la luminaria al viejo faro. Actualmente el conjunto se encuentra totalmente restaurado, ayudando con sus destellos a la navegación marítima y albergando en sus dependencias inferiores, un laboratorio biológico empleado para distintos proyectos científicos de la Reserva Marina de Nueva Tabarca.

      Como no se puede continuar al frente, se gira a la derecha y se sigue hacia la costa Sur pegados al vallado que rodea el faro. Se llega frente a la Platja de la Faroleta y se prosigue hacia el Este por un sendero que corre junto al vallado. A la izquierda, dentro del perímetro de seguridad del faro, existe un gran aljibe abovedado. Al terminar el vallado se enlaza con un camino de tierra y un vertedero de algas y escombros. Se continúa por el camino de tierra junto al pequeño acantilado de la costa que forma la Platja Gran y que termina en la Punta Falcó, final geográfico de la Isla de Tabarca, aunque el pequeño islote de La Naueta apenas se aparta unos metros por un inundado y poco profundo badén. En este extremo Oriental de la isla se encuentra el Cementeri de Tabarca, construido en 1912 por evidentes razones de higiene, ya que hasta ese momento se utilizaba para enterrar a los difuntos un antiguo corral, ya saturado de restos humanos, junto a la entrada del pueblo.

      Se continúa hasta el extremo de la Punta Falcó, desde donde se distingue en un primer plano La Naueta y un poco más alejada su hermana mayor La Nau. A la izquierda de esta última se aprecia sobre la superficie del mar una zona en la que sobresalen levemente un gran grupo de puntas de rocas que forman un arrecife llamado Els Farallons. Destaca sobre La Naueta una cruz de la que no se sabe muy bien quien la puso en un principio, ya que durante mucho tiempo se creyó que se trataba de la sepultura de un capitán muerto en un naufragio, por lo que se la conocía como La Cruz del Capitán. Pero posteriores indagaciones dieron como resultado que se trataba de un zulo de contrabandistas, que también utilizaban los pequeños recovecos de los acantilados más inaccesibles de la isla para esconder su mercancía hasta el momento de poder distribuirla. A pesar de verse con un aspecto tan árido y desprovisto de vida vegetal, en realidad el islote de La Nau está catalogado y protegido como Microrreserva de Flora de la Comunidad Valenciana, al albergar en su superficie una serie de plantas singulares con un gran valor botánico.

      Ahora ya solo se puede regresar por el tramo recorrido sobre la Punta Falcó, e iniciar el regreso, pero en esta ocasión hacia la derecha, por la costa Norte de El Camp. Como se ha comentado anteriormente, es fácil encontrarse con polluelos de gaviota cerca de los acantilados. Incluso sin verlos, es fácil adivinar que alguno se encuentra cerca si alguna gaviota nos intimida con vuelos rasantes sobre nuestras cabezas, intentando alejarnos ya que nos presuponen un peligro para sus polluelos.

      El camino de tierra que circunda el cementerio se une con el que pasa por su entrada y se convierten en uno solo que se dirige hacia el puerto. Esta costa Norte se corta en unos pequeños acantilados sobre la playa de La Peladilla, separada de la siguiente por un saliente natural conocido como la Punta de l’Escull Foradat. Existen algunos carteles informativos sobre las normas esenciales a cumplir en estas costas, integradas dentro del cinturón que rodea el archipiélago en forma de Reserva Marina Isla Tabarca. Pasada la Punta de l’Escull Foradat, aparece la playa de La Seca y se distingue perfectamente la silueta de la iglesia y la escollera del puerto. Finalmente se llega a la parte posterior de la zona de almacenes y chiringuitos, dando con ello por terminada la ruta.

      GeoElx asigna 100 minutos al recorrido descrito, frente a las dos horas que prevé la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Alicante, más completo y más realista si de verdad se quiere disfrutar de todos los aspectos medioambientales y culturales que Nueva Tabarca ofrece al visitante.

      Por último, esta misma descripción, basada en el mapa de GeoElx e igualmente aderezada con las indicaciones de La Foguera de Tabarca, serviría de base a la Asociación Cultural Ferroviaria "Mascarat" para llevar a cabo poco después parte de dicha ruta, en la actividad que se denominaría Atardecer en Tabarca 13-7-13, fecha en que fue realizada, y para la cual se editó el siguiente folleto, con nutrida información:

      Fuente: Asociación Cultural Ferroviaria "Mascarat"

      Crónica de una exposición histórica: 75 Aniversari de Les Fogueres de Sant Joan

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      El día 10 de enero de 2014 se cumplen diez años de la clausura de la Exposició 75 Aniversari de Les Fogueres de Sant Joan, último de los actos conmemorativos de tan importante efemérides, y que significó una de mis mayores satisfacciones en mi paso por la entonces aún denominada Comissió Gestora de Les Fogueres de Sant Joan, actual Federació de Les Fogueres de Sant Joan, en mi período de Asesor de Cultura de la misma, sobre todo porque fue la fuente de inspiración e impulso para mi primer libro, Alicante. Arte y Fuego, que vería la luz siete años más tarde, en mayo de 2010, gracias especialmente a la también entonces denominada Foguera Gran Via-La Ceràmica, hoy Associació Cultural Foguera La Ceràmica.


      Como indico en el prólogo de mi libro, hace una década me encontré con la gratificante y a la vez ardua tarea de reunir los objetos que iban a formar parte de una muestra cronológica que abarcaría el período de 1928 a 1960, que cerraría el conjunto de actos que organizó la Comissió Gestora, en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Alicante y la Librería Raíces. El material de la Exposició 75 Aniversari de Les Fogueres de Sant Joan, opté por que procediera de colecciones particulares y del patrimonio de las comisiones que iniciaron su periplo festero en el período de tiempo que abarcaba la muestra, excluyendo por sistema todo aquello procedente de fuentes de consulta o exposición de fácil acceso para el estudioso de la Fiesta, como son el Archivo Municipal de Alicante, el Archivo de la Comissió Gestora, el Museu de Fogueres o las bibliotecas públicas, pues lo que pretendía era localizar y sacar a la luz objetos inéditos, poco conocidos o de difícil acceso. Con la inestimable ayuda de las personas y entidades que colaboraron y participaron en la muestra, tuve la fortuna de dar con más de 750, incuyendo algunos que hasta entonces se consideraban desaparecidos, o cuya existencia se desconocía: llibrets, revistas y carteles oficiales y no oficiales, folletos y programas de mano, colecciones de fotografías y postales, partituras y documentos varios, estandartes de comisiones y banderines de premio, bandas de belleses, emblemas, bocetos... La nutrida aparición en prensa, como luego veremos, recogía especialmente algunas de esas singulares aportaciones.

      Pintura de gran tamaño de la Bellesa del Foc 1933,
      Carmen Hernández Flores
      Estandartes de comisiones y banderines de premios
      Boceto original de la Foguera Sèneca-Autobusos 1950,
      de Ramón Marco, Primer Premio de Categoría Especial
      Exposición cronológica de llibrets, revistas, programas, folletos, etc.
      (Fotografías: Cayetano Sánchez Maciá)

      El catálogo de la exposición, inestimable trabajo de Bañuls Impresores cuya portada reproducía el cartel oficial de la misma, recogía año a año la totalidad de los artículos expuestos, encabezando cada ejercicio foguerer con un pequeño resumen de las noticias más relevantes acontecidas durante el mismo, que a su vez quedaron plasmadas en pequeños carteles explicativos que servían de separación a las distintas secciones y años de la muestra, a la que además se añadieron, fuera del período de la misma, algunos objetos que, por su singularidad o su significado, era interesante incorporar a pesar de ello.

      Exposición cronológica de fotografías, postales, bocetos, programas y folletos
      Bandas de belleses de la II República
      Emblema de plata diseñado por José María Py y escudos antiguos de comisiones
      Un aspecto de la Exposición
      (Fotografías: Cayetano Sánchez Maciá)

      El citado catálogo contenía una introducción que escribí con objeto de situar y justificar la realización del evento. Daba inicio con una significativa frase del Fundador de Les Fogueres:
      "Me toman por loco, pero cuando vean que lo que intentamos hacer tiene como características fijas las fiestas a lo grande, beneficio para la industria, beneficio para el comercio, beneficio para el obrero alicantino a cuyos hogares van a parar las pesetas que se invierten, y renombre para Alicante, se les contagiará mi locura".
      José María Py y Ramírez de Cartagena,
      Fundador de Les Fogueres de Sant Joan
      La "locura" de este gaditano, afincado en Alicante tras conocer unos años la fiesta del fuego en Valencia, encendió, hace ya tres cuartos de siglo, una mecha en el espíritu alicantino que no ha dejado de correr, prendiendo los corazones de cuantos entran en contacto con ella, sean nativos o forasteros, propios o extraños, que quedan inmersos en su fuego.

      Les Fogueres de Sant Joan han cumplido 75 años, y han resistido todos los embates habidos y por haber, primero las críticas, luego una guerra, una postguerra, más tarde cambios en el régimen político. Lo que empezó como un experimento local, trascendió rápidamente de la ciudad de Alicante y de su provincia, traspasando las fronteras de nuestro país. Saltamos de siglo y de milenio, y hoy Les Fogueres de Sant Joan, Fiestas de Interés Turístico Nacional e Internacional, son las Fiestas Oficiales de la Ciudad de Alicante y forman parte inseparable de su cultura, de su folklore y de su arte, configurando un estilo propio, el "Estilo Alicantino".

      En el colofón de esta efemérides, hemos concebido esta Exposición del 75 Aniversario como homenaje a todos aquellos que han sido y son artífices de este milagro, "El Milagro del Fuego" como titulara Pedro Abad su Foguera Oficial del 75 Aniversario, a través de una marcha atrás en el tiempo, partiendo de aquel ya lejano 1928, recorriendo esos primeros pasos, seguidos de etapas de lógicas fluctuaciones de la Fiesta por las circunstancias históricas que concurrieron, hasta llegar a los años de Gastón Castelló al frente de Les Fogueres, que culminarían más tarde con Tomás Valcárcel en la madurez y la consolidación de una Fiesta, sin duda destinada a no desaparecer jamás.

      Para esta Exposición, que recorre la Historia de la Fiesta caminando de forma cronológica a través de llibrets, bocetos, postales, carteles, fotografías, insignias, estandartes, documentos y objetos varios, desde 1928 hasta 1960, hemos querido descartar intencionadamente todo aquello de conocida disponibilidad en lugares como el Archivo Municipal, el Archivo de Comissió Gestora, Museo de Hogueras, bibliotecas públicas, etc. para intentar llegar a lo que se encuentra en propiedad particular, coleccionistas, o como parte del preciado patrimonio de las comisiones que comenzaron su andadura fogueril durante ese período de tiempo que nos ocupa, procurando así que salgan a la luz objetos y documentos que, en muchos casos, son desconocidos o se creía perdidos. Desde aquí nuestro agradecimiento a todos los que han colaborado para hacer realidad esta Exposición.

      No está todo lo que hubo, es obvio, pero sí una muestra lo suficientemente representativa como para darnos por satisfechos si con ello conseguimos una punzada de emoción, un granito de nostalgia, o una pizca de admiración hacia todos aquellos que han sido responsables directos de que LES FOGUERES DE SANT JOAN sean las que hoy conocemos: la millor festa per a la millor terreta!

      Boceto original de la Foguera San Fernando-Lonja 1954,
      de Andrés Forner, Tercer Premio de Primera Categoría
      Estandartes de comisiones y banderines de premios
      Primer traje de foguerer confeccionado por Tomás Valcárcel,
      donado posteriormente al Museu de Fogueres por Arturo Tresáncoras
      Otro aspecto de la Exposición
      (Fotografías: Cayetano Sánchez Maciá)

      Como un nuevo gesto de agradecimiento, he aquí la relación de expositores y colaboradores, sin cuyas aportaciones no hubiera sido posible esta muestra cronológica:
      • Luis Amat Vidal
      • Bañuls Impresores, S.L.
      • Juan Campos Mira
      • Luis Carrasco Torregrosa
      • David Gerona Llopis
      • Alejandro González Borja
      • Hijas de Carmen Hernández Flores
      • Juan Insa Garrido
      • Antonio Juan Alfaro
      • Librería Raíces
      • Vicente Linares Giménez
      • Cristina López Moya
      • Francisco Lloret Box
      • Xavier Martos Sánchez
      • José Manuel Monllor Ortega
      • María Julia Moya Giménez
      • Armando Parodi Arróniz
      • María Asunción Parodi Lledó
      • Francisco Pla Mas
      • Sergi Ribera Antón
      • Juan Román Sirvent
      • Carlos Sampedro Moreno
      • Arturo Tresáncoras Reig
      • Foguera Barrio José Antonio
      • Foguera Benalúa
      • Foguera Benito Pérez Galdós
      • Foguera Calvo Sotelo
      • Foguera Campoamor
      • Foguera Carolinas Altas
      • Foguera Carrer Sant Vicent
      • Foguera Ciudad de Asís
      • Foguera Diputació-Renfe
      • Foguera Explanada-Puerto-Postiguet
      • Foguera Hernán Cortés
      • Foguera José María Py
      • Foguera La Florida
      • Foguera Los Ángeles
      • Barraca Los Pingüinos
      • Foguera Mercado Central
      • Barraca Peña Los Gorilas
      • Foguera Port d'Alacant
      • Foguera Puente-Villavieja
      • Foguera Rambla Méndez Núñez
      • Foguera Sagrada Familia
      • Foguera San Antón Alto
      • Foguera San Antón Bajo
      • Foguera San Fernando
      • Foguera Santa Isabel
      • Foguera Sèneca-Autobusos

      Un claro ejemplo de la importancia de algunos de los documentos que vieron la luz en esta Exposición:
      la carta de 1934 del Maestro Francisco Alonso en agradecimiento a la Foguera Plaza de la República,
      en la que se compromete a escribir el pasodoble La Festa del Poble, hoy un clásico de la música festera

      La Exposició 75 Aniversari de Les Fogueres de Sant Joan se desarrolló del 20 de diciembre de 2003 al 10 de enero de 2004, en el Centro Municipal de Las Artes del Patronato de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Alicante, de lunes a sábado y con entrada libre, lo que hizo que se contaran por millares las visitas recibidas en ese período de tiempo, dado que además incluía en su programa algunas actividades paralelas. Así, el 20 de diciembre, a las 20:00 horas, tenía lugar la Inauguración Oficial, a cargo del entonces concejal de Cultura, Pedro Romero Ponce, y la Bellesa del Foc 2013, Vanessa Sánchez Serrano; el 3 de enero se celebraba, también a las 20:00 horas, el acto de donación de la obra A la Festa més bella, del pintor alicantino Manuel Martínez Godínez, Martigodi, a la Casa de la Festa; igualmente a las 20:00 horas, pero del día 9 de enero, se firmaba el documento de depósito de las Actas Históricas (1935-1993) de la Comissió Gestora de Les Fogueres de Sant Joan en el Archivo Municipal de Alicante, por parte de Andrés Lloréns Fuster como concejal de Fiestas, José Manuel Lledó Cortés en calidad de presidente de la Comissió Gestora, y la entonces directora del Archivo Municipal, María Jesús Paternina Bono; y, por último, el 10 de enero, a las 19:00 horas, se llevaba a cabo la Clausura de la Exposición, así como el fallo del jurado del Concurso Infantil de Dibujo El Cumpleaños de Las Hogueras, convocado a tal efecto en el seno de la muestra.

      Este concurso, vigente durante el desarrollo de la Exposición, se regía por las siguientes Bases:
      1. Podrán participar todos los niños y niñas de edad no superior a 14 años, sean o no comisionados de Hogueras o Barracas.
      2. La temática única será "EL CUMPLEAÑOS DE LAS HOGUERAS", haciendo referencia al 75 Aniversario celebrado durante el presente 2003.
      3. Se establecen TRES MODALIDADES: hasta 6 años, de 7 a 10 años, y de 11 a 14 años.
      4. Los dibujos podrán ser realizados en estilo y técnica libres, siempre a color, mediante cualquier material colorante (lápices de colores, rotuladores, témpera, acuarela, etc.).
      5. Se podrán presentar un máximo de tres dibujos por concursante.
      6. Se facilitarán, en el momento de la inscripción, las cartulinas DIN A3 sobre las que se realizarán los dibujos. Solo serán admitidos en dicho soporte.
      7. Será imprescindible que los trabajos lleven incluidos los siguientes datos: nombre y apellidos completos del niño/a, edad, teléfono de contacto y, opcionalmente, el título del dibujo.
      8. La inscripción se realizará en el Centro Municipal de Las Artes, a partir de las 20 horas del día 20 de diciembre de 2003, hasta las 21 horas del día 5 de enero de 2004, debiendo proporcionar el nombre, apellidos y edad del niño/a, para que le sean facilitadas las cartulinas necesarias.
      9. La entrega de los trabajos se realizará en el mismo lugar, desde las 10 horas del día 22 de diciembre, y hasta las 21 horas del día 7 de enero.
      10. Las entidades organizadoras constituirán un Jurado compuesto por tres personas, una de las cuales será designada por la Comissió Gestora, otra nombrada por el Excmo. Ayuntamiento, y una tercera de común acuerdo entre ambos organismos.
      11. Se fallará un premio por cada modalidad que serán comunicados en momento de la Clausura de la Exposición, a las 19 horas del día 10 de enero, notificándolo a los medios de comunicación, y que aparecerán en las publicaciones oficiales de la Comissió Gestora "Fogueres 2004" y el Excmo. Ayuntamiento "Festa 2004". A sus autores se les hará entrega de una placa acreditativa, en lugar y fecha que se comunicará a los mismos.
      12. Los dibujos presentados quedarán en poder de las entidades organizadoras, siendo expuestos en lugar y fechas que se comunicarán oportunamente.
      13. La participación en este Concurso implica la aceptación de la totalidad de las presentes Bases.
      14. Las entidades organizadoras se reservan el derecho a posibles modificaciones si las circunstancias así lo aconsejaran.

      Por último, la presencia de la Exposición en los medios de comunicación fue intensa, masiva y completa, como puede comprobarse en el siguiente dossier cronológico de prensa.


      Información, 30 de noviembre de 2003
      El Mundo, 12 de diciembre de 2003
      La Verdad, 18 de diciembre de 2003
      La Verdad (laverdad.es), 20 de diciembre de 2003
      Dos imágenes de El Mundo, 21 de diciembre de 2003
      (la segunda con un error: no es artístico, sino cultural)
      Tres imágenes de Información, 21 de diciembre de 2003
      La Verdad, 21 de diciembre de 2003
      El Mundo, 24 de diciembre de 2003
      Información, 29 de diciembre de 2003
      Las Provincias, 2 de enero de 2004
      Información, 5 de enero de 2004
      Información, 7 de enero de 2004
      El Mundo, 9 de enero de 2004
      Tres imágenes de Información, 10 de enero de 2004
      (Toda la hemeroteca: archivo Armando Parodi)

      Hace apenas tres décadas, la isla abandonada

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      Afortunadamente, los tabarquinos, tanto natales como oriundos o simpatizantes de la isla, nos estamos acostumbrando a encontrar en los medios de comunicación buenas noticias, tanto en cuanto a la conservación del patrimonio natural e histórico como a la explotación, bien entendida, de sus posibilidades turísticas, llámense de sol y playa como culturales y medioambientales. El empedrado de sus calles, la restauración de sus edificios históricos y lienzos de muralla, la preservación de su fauna y flora, marina y terrestre, son noticias ya vividas o en proceso de serlo, a las que se unen las más recientemente anunciadas como la adquisición y musealización de la Torre de San José y la Casa de «El Campo», el acondicionamiento de las bóvedas de artillería y los almacenes militares del siglo XVIII, el desarrollo de los senderos culturales y medioambientales, tanto terrestres como submarinos, las mejoras en el proceso y eliminación de residuos, o el tan traído y llevado derribo de las construcciones ilegales.

      Pero hace apenas tres décadas, el panorama era diametralmente opuesto, y buena prueba de ello es el artículo consultado en el hemeroteca del Archivo Municipal de Alicante, firmado por Fernando Gil, con fotografías de Arjones, que viene recogido en las páginas 6 y 7 del Diario Información del 7 de noviembre de 1981, como tercera entrega de la serie La ruta de las 12 pedanías de Alicante, y cuyo título habla por sí solo: La isla abandonada.


      Es natural que los isleños, los pocos vecinos que quedan en Tabarca, se sientan abandonados; peor aún, discriminados. Y lo es por cuanto se les niegan muchas cosas, se les rechazan clamores vertidos durante decenios; en todo caso, se les promete. Haremos, traeremos, instalaremos... son expresiones comunes que el pueblo escucha con fe, pero que olvida inmediatamente. El puerto; el suministro de agua potable y el eléctrico, racionados; la limpieza, la basura, la soledad de una isla que busca a un sacerdote; la escuela casi totalmente vacia de niños, pero con maestra. Tabarca.


      Superado oficialmente el verano y aun cuando a l'illa siguen llegando los domingueros del yate, Tabarca ha recuperado su paz y tranquilidad clásicas de la temporada otoño-invierno. Es el momento del análisis, es el tiempo de hacerse unas reflexiones, y medir la enorme distancia que hay entre una isla superpoblada en verano (aunque sólo sean visitantes de unas cuantas horas) y esa otra isla semidesierta, ésta que ahora pisamos en la calurosa mañana de finales de octubre. He estado aquí docenas de veces, y siempre, en todo tiempo, he escuchado lo mismo: Tabarca no tiene salvación si sigue así, pero Tabarca puede ser salvada.

      Hay que alargar el puerto

      Viajo en el «Playa de Tabarca», que tiene base en Santa Pola, propiedad de Tomás Parodi Ruso, y es innecesario decir que es tabarquino.
      —Es el último viaje de la temporada; ahora, a pintar, a reparar, a poner el barco en condiciones para la próxima temporada.


      Es un barco grande, lustroso, moderno, que vale unos 30 millones. Es la vida de Tomás, el trabajo de Tomás.
      —En julio, agosto y septiembre hacemos ocho viajes cada día; en junio y octubre vamos sólo cuando vienen grupos, como ahora, que han llegado 20 alemanes desde Calpe. En Santa Pola somos tres los barcos que hacemos la travesía a l'illa, y en Alicante hay dos. No hemos tenido un solo accidente en los últimos años, algún mareo y pare de contar.


      Tomás me habla de las dificultades que tienen para atracar en Tabarca. Son problemas causados por los fondos del puertecillo y por el escaso sitio que tienen para estacionarse.
      —Es que en verano coincidimos muchas veces los cinco barcos, y como sólo disponemos de 20 metros, pues hay que hacer muchas maniobras, para la carga o descarga del pasaje e inmediatamente, para que pueda entrar otro compañero, salimos del puerto y permanecemos en las inmediaciones.

      No hay que olvidar que los tabarquinos siguen teniendo su flotilla, que aún quedan varios que viven por y de la pesca, y que naturalmente han de disponer de atraque permanente, y hay que acordarse de los yatistas de la capital y de otros lugares, que acuden con frecuencia, días de fiesta y domingo, a la pesca.
      —¿Entonces?
      —Mire usted, se lo voy a decir yo con toda claridad.

      El veterano pescador, que trabajó en la almadraba hasta su desaparición, puntualiza:
      —Todos los males de Tabarca vienen del hombre que promete y no cumple. En el puerto no se ha hecho nada en los últimos años y el pescador tiene que emigrar. Hacen falta cien metros más, no sólo para atender a quienes aquí quieren venir, o para nosotros o para los barcos de pasaje, sino para que los barcos anclados en el puerto tengan protección en los temporales, que los padecemos con mucha frecuencia. Pero aquí hay muchas promesas, todo son promesas, y la isla sigue igual.


      En el grupo hay quien recita esta coplilla tabarquina y popular:
      Todos se han vuelto sentones,
      mesquites y mes mesquites,
      todo son predicaciones.
      Tabarca necesita
      más pan y menos sermones.
      Lo recitan hasta los niños, los pocos que quedan en l'illa.

      ¿Dónde está el sacerdote?

      El único chiringuito que queda abierto es el «Rincón de Ramos», donde me dicen que sí puedo comer caldero.
      —Que mi marido ha pescado esta mañana una alacha, aunque empiezo con bacalao fresco, rebozado y frito, sabrosísimo, y unas sardinas.

      Pero los ojos nuevos en la isla, que me acompañan, no ven en la oferta nada de carne.
      —¿Carne? Ni de pelo ni de pluma, en la isla no hay nada; si algún enfermo ha de comer carne, se la traen de Santa Pola. Como traen las patatas, el vino, el agua; las aceitunas, el tomate, la lechuga y el aceite de la ensalada; el pan que comemos, la cerveza del aperitivo.

      Me comentan el último signo de abandono, como la más reciente de las huidas.
      —Este año han nacido en la isla dos niños; bueno, han nacido en Alicante, pero son de la isla, y aquí los trajeron, y resulta que hubo que llevarlos a Santa Pola a bautizarlos, que el párroco no vino, que apenas si aparece por aquí. ¿Es o no es Tabarca una isla abandonada?


      Otro caso, el de dos fallecidos este año, que fueron enterrados sin auxilios espirituales. Contrasta esto no sólo con la espléndida iglesia, sino con su conservación interior, admirablemente limpia.
      —Y no hablemos de primeras comuniones, ni de bodas.


      Quiero conocer el grado de escolarización de la población infantil, que hay escuela y hay maestra. Pero no hay alumnos. El número no me ha sido posible obtenerlo con rigor, pues unos me decían que había seis alumnos y otros que más, que eran ocho.
      —Se marcharon los padres y se llevaron a los críos, casi todos a Santa Pola, y lo que ocurre es que así se está perdiendo la vocación marinera, ya no «salen» pescadores, los chicos quieren otros oficios, ¿usted sabe lo que es vivir aquí, con el agua potable racionada, con la luz racionada, esperando siempre que el mar no impida que lleguen los suministros.

      Desde Calpe a Tabarca

      Rainer Straubel es un avispado guía turístico con sede en Calpe. Hoy ha traído a 20 alemanes, el último lote de este verano.
      —Desde julio a hoy he traído desde Calpe a unos 1.500 alemanes, les entusiasma saber que hay una isla habitada.

      Los turistas han visitado la iglesia, y han ofrecido sus generosas donaciones.
      —A lo largo del verano habrán dejado unas 30.000 pesetas para el templo.


      A los tabarquinos les gustan las visitas, y es natural, pues ambientan las largas horas de soledad.
      —Ojalá vinieran también en invierno, que nos quedamos cuatro gatos.
      —¿Cuántos?
      —Pues yo creo que quedaremos unos sesenta...
      —¡Qué va!, —dice otro contertulio—. Si llegamos a cuarenta, felices.

      Conviene decir que el censo municipal de la isla da la cifra de 159 habitantes.

      La que no se va de «1'illa» es la decana del vecindario, María Parodi Ruso, que D. M. cumplirá 93 años el próximo día 22 de diciembre. Esta casi centenaria tiene dos hijos, dos nietos y tres biznietos.


      En el capítulo de lo positivo, las inminentes obras de restauración de las murallas, y la designación de un correo-cartero, cargo concedido a Tomás Parodi Ruso, que hará tres viajes a la semana, desde Santa Pola, y en caso de urgencia, avisos inaplazables, telegramas, etc., cuantos desplazamientos sean necesarios.

      La isla es «conjunto histórico-artístico», pero el decreto no impide la creciente desolación. Un largo vacío, un hoyo profundo donde quedan sepultadas las promesas.

      La doble página que abarca el artículo finaliza con una pequeña reseña histórica, precedida de un dibujo de Arjones, cuyo titular deja una clara idea del proceso de deterioro que la isla ha sufrido con el paso de los años, reflejado en la evolución del número de sus habitantes.

      Si de algo puede envanecerse Tabarca es que en torno a la isla hay una espléndida bibliografía y, más aún, una copiosa documentación histórica. Poemas, novelas, libros, tesis doctorales, ensayos, análisis folklórico, estudios sobre la pesca y hasta jugosas fábulas y monografías sobre ilustres personajes que fueron desterrados a la isla, todo ello forma una sugestiva lectura digna de ser divulgada, por si acaso así se crea un clima propicio para salvarla del abandono.

      Tabarca ha tenido muchos nombres, y en el índice quedan los de Isla Planesia o Isla Plana, es evidente que por carecer de montículos; de San Pablo, por creer la tradición que aquí estuvo el Apóstol; de Santa Paula, por lo mismo y su proximidad a Santa Pola; del Puerto Ilicitano, y Nueva Tabarca. Para quedarse con el simple Tabarca, inscribiéndose definitivamente en el término municipal de la capital al formar una de sus 12 pedanías.


      La documentación histórica nos informa que «entre las muchas islas que pueblan el Mediterráneo hay una muy pequeña llamada Tabarca, distante de tierra firme de África poco más de un tiro de piedra, que estaba protegida y gobernada por la República de Génova y habitada por cristianos. Fue tomada por el rey de Túnez el año 1741, quedando todos cautivos por este rey bárbaro. Así permanecieron durante más de 15 años, hasta que moviéndose guerra entre Túnez y Argel, sin dejar de ser cautivos pasaron a serlo del argelino, siendo llevados a Argel, en cuyo tránsito parieron muchas mujeres. En Argel permanecieron 12 años, hasta que Carlos III los redimió el año 1769, día de la Concepción Purísima de María Santísima, siendo conducidos primero a Alicante, y después a la Isla Plana de San Pablo, donde se construiría el poblado, del que aún existen algunos edificios, como la iglesia, la prisión, las murallas y la Casa del Gobernador, ésta prácticamente derruida».

      Señalan los antecedentes históricos que con anterioridad exactamente en el año 1541, estuvo en la isla Carlos V, que volvía de Argelia. Cuando lo supo Alicante, los ciudadanos le enviaron «un bergantín con volatería, dulces, vinos, terneras y otros regalos».

      Construido el caserío por Carlos III, éste declara que sus moradores estarán exentos del servicio de armas y del pago de impuestos, particularidad ésta última que estamos seguros está olvidada a efectos municipales.

      Tabarca tenia 71 casas, y 442 habitantes en 1839; años después, cuando se hace el primer censo en España, la isla registra 412 vecinos; era en 1857, En 1930, la cifra sube a 550, para ofrecer un violento descenso en los últimos datos de empadronamiento, los de 1979, en que los censados son sólo 159. La caída es impresionante y justificativa.

      Para finalizar, y a modo de apostilla, en el ejemplar del Diario Información del día siguiente a la publicación del artículo reproducido, es decir el 8 de noviembre de 1981, cuatro firmas redactaban una nota cuyo titular reforzaba los no pocos argumentos de Fernando Gil en el citado artículo.


      Hace unos días estuvimos en Tabarca un grupo de amigos a disfrutar de esta agradable isla, pues son pocos los lugares que quedan sin contaminar, sin ruidos, sin urbanizar y demás cualidades, pero nuestra decepción vino al comprobar que casi todas las calas estaban llenas de desperdicios y basuras, la mayor parte vertida por sus habitantes que no tienen a su disposición, como tiene cualquier ciudadano, ningún medio, formándose en estos lugares putrefacciones, malos olores y con la consiguiente contaminación del mar. Todo esto es totalmente antihigiénico para estas gentes, por ello esperamos que el Ayuntamiento de Alicante solucione pronto este problema, pues estas personas tienen derecho a vivir en condiciones óptimas y nosotros, sus visitantes, a gozar de unas playas limpias.


      En definitiva, a la vista de todo lo anterior y de esas noticias que, refería al principio, nos están haciendo ser optimistas, de acuerdo con que todavía hay mucho camino que recorrer, y que es cierto que la isla necesita argumentos que, simultáneamente, preserven su riqueza natural y su patrimonio, y faciliten por otra parte que deje de ser solo atractiva en verano, pero es evidente que no se trata de una carrera de velocidad, sino de fondo, una carrera que se inició años atrás, y todo parece indicar que vamos por buen camino para llegar a las metas que todos deseamos.

      Hace apenas cuatro décadas, la isla olvidada

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      Jugando con el título del artículo anterior, Hace apenas tres décadas, la isla abandonada, y como continuación al mismo, podemos comprobar cómo el Periódico Mediterráneo de Castellón, una década antes, ya hacía hincapié en el deterioro de la isla, en concreto en sus ediciones de los días 10 y 11 de octubre de 1975, en las páginas 16 y 12, respectivamente. En esas páginas, como ahora veremos, se habla de una isla con graves problemas con el agua y la electricidad, con una creciente emigración de sus gentes, con ilusiones rotas y proyectos que no se convierten en realidad, pero que, paradójicamente, atrajo a visitantes famosos, e incluso llegó a ser objeto del deseo del magnate griego Aristóteles Onassis.

      He aquí el contenido íntegro de ambas partes del artículo Tabarca, una isla olvidada, de la periodista de la agencia Pyresa Gertrudis de Pablos, con las fotografías que le acompañaban, lamentablemente de bastante mala calidad.

      Está un poco más allá de Alicante poniendo proa este-sudeste desde el puerto deportivo donde se apiñan lujosos yates de todas las nacionalidades. A veintidós kilómetros de la ciudad de las palmeras exactamente, abierta a1 mar, a los vientos del Mediterráneo y a la esperanza en una vida distinta.

      Mil quinientos metros de largo, y quinientos de "manga" de una tierra plana, reseca y blancuzca que no produce nada. Dos calles paralelas. Dos plazas. Unas docenas de casas malamente sostenidas en pie y que por excepción sólo alcanzan la altura de la segunda planta. Una iglesia y una capilla sin culto. Varios escudos. Y una muralla de diez metros de altura que lo envuelve todo aislándolo del mundo. Dentro quedan los escasos doscientos habitantes de la isla y, fuera un puñado de barcas despintadas que faenan un poco y van y vienen a Santa Pola y a Alicante en busca de carne, verduras, fruta y agua. Que llevan y traen los muertos y los recién nacidos para que allá, en tierra firme, unas manos consagradas les echen las últimas o las primeras bendiciones.

      Eso es Tabarca hoy. Eso y una espera paciente en los futuros planes de desarrollo nacional que siguen ignorándola a veintidós kilómetros de Alicante y a cinco de Santa Pola mientras sus hombres emigran en todas las direcciones y las mujeres rezan por el milagro del turismo.


      La obra de Carlos III

      La historia de la Tabarca española comenzó en realidad en la primavera de 1770 cuando llegan a ella las sesenta y nueve familias —genovesas, corsas y sicilianas— rescatadas por los ejércitos españoles, cuatro años antes, en la otra Tabarca, el rocoso promontorio tunecino que frente a Bizerta, sirvió durante muchos años de prisión a cristianos y cautivos.

      Carlos III, ante los convincentes discursos de fray Juan de la Virgen, mandó construir para ellos una ciudad amurallada con fuertes puertas y revellines que se convirtió en una importante muestra de la arquitectura militar del siglo XVIII.

      La antigua "isla plana" guarida de piratas berberiscos, temor de pescadores y pesadilla de doncellas levantinas en los siglos anteriores, se convierte, por la fantasía de un fraile y el altruismo de un rey, en un fortín militar al servicio de unos cuantos pescadores que se apellidan Russo, Jacobino, Noli, Colomba, Baro o Caprieta.

      Sobre las recias dovelas del arco de medio punto de la Puerta de Tabarca, una inscripción latina —"Carolus III Hispaniarum Rex Fecit Edificavit"— recordó durante muchos años a los pocos habitantes del islote el bendito capricho de un monarca que costó buenos doblones a la
      menguada y dolorida hacienda española de la época de Aranda.

      Hoy, la inscripción ha desaparecido. Los lienzos de la muralla están rotos y deshechos en muchos lugares y las puertas de "San Miguel" y "de Levante" que con la de Trancada cerraban antaño la isla a curiosidades extrañas, se han desgarrado en prismas de piedra que se amontonan por toda la isla. Los vientos, la humedad salobre, las tempestades y el olvido las siguen azotando con violencia frente a una costa que se puede ver incluso sin prismáticos, donde el dinero desparrama sin medida en atentados al paisaje y en bofetadas a la naturaleza.


      La limosna del agua

      Cuatro horas y media de fluido eléctrico en verano y sesenta minutos más en invierno conseguido por dos humildes grupos electrógenos, mantenidos por un gas-oil que han de pagar los mermados bolsillos de los tabarqueños, no permiten demasiadas fantasías para pensar en la más rudimentaria de las industrias. Ni siquiera son capaces de iluminar precariamente las noches de la isla.

      El agua se recoge como debieron recoger el maná los israelitas que siguieron a Moisés en el desierto del Sinaí, en cántaros alfareros que las mujeres transportan sobre sus caderas, una y otra vez en interminable y repetido itinerario. Un buque de la Marina de Guerra de Cartagena, se desplaza hasta Tabarca cuando los aljibes con agua de lluvia están próximos a agotarse o agotados del todo. Desde la playa bombean el agua hasta los enmohecidos depósitos generales del pueblo como una limosna de la generosa Administración que la envía. Pero el derecho al agua han de pagarlo también los tabarqueños como un impuesto más a la maltratada economía del islote.

      Desde primeros de enero de este año, los doscientos vecinos de Tabarca pueden hablar con la Península por teléfono —"sólo en caso de necesidad porque la vida aquí es dura y a nadie sobra el dinero"—, y recibir noticias de los que se fueron a Barcelona, a Suiza, a Bélgica o a Alemania. Pero el aislamiento y la soledad vuelve cada año con los primeros días de otoño, cuando "Mar y Cielo", "Kon-Tiki", "Santa Faz", "Puerto de Castilla", "Rosa de Primavera", suspendan su servicio desde Alicante o Santa Pola y los turistas que viajan hasta allí —la mayor parte de las veces para husmear nuestra pobreza"—, interrumpen sus visitas que no aportaron a Tabarca mucho más que una distracción para la vista de sus hombres ni dejaron otra cosa que unos puñados de duros a cambio de unas coca-colas y limonadas y algún humilde recuerdo ofrecido por los más despiertos del lugar.
      * * *

      Entre los desmantelados baluartes con los cuarteles en ruinas y los portalones desmochados, destaca todavía en Tabarca la gallarda mole del castillo de San José, un cuadrado torreón de tres plantas con patio interior, azotea circundante, aljibe particular y garitas voladas en los ángulos, que encierra dentro la página más negra de la historia de Tabarca.

      Se escribió durante la primera Guerra Carlista con la sangre de varios sacerdotes y militares —dieciocho sargentos— partidarios del primer monarca tradicionalista que por negarse a reconocer a Isabel II como reina de España, fueron fusilados un amanecer de noviembre ante la atónita mirada de los humildes pescadores de la isla. Todavía se conserva la relación de sus nombres en el maltrecho libro de defunciones de la vieja parroquia hoy cerrada a cal y canto, sin párroco, sin monaguillo, sin campanas, sin funerales y sin bautizos.

       

      Las ilusiones rotas

      Las redes se secan, cosidas mil veces junto a las barcas de todos los colores que siguen, como antaño, permitiendo todavía la existencia de los tabarqueños mientras los cántaros van y vienen y el sol deslumbra los ojos reflejado en las históricas piedras rotas y desencajadas mil veces. Algunas míseras macetas ponen un poco de ilusión en los quicios de las puertas. Nada conmueve la monotonía de la isla que parece haber quedado ya más allá o más acá de todo. Sólo una vez, hace unos años, los ojes de los entonces casi trescientos habitantes de Tabarca, en 1967, se abrieron un poco más ante la noticia que, decían, había llegado desde Grecia. Onassis quería comprar su isla para convertirla en otra Skorpios. Pero la ilusión duró sólo el sueño de una noche y todo volvió a quedar como siempre.


      Visitantes famosos

      No ha faltado la literatura para Tabarca. Ni los proyectos triunfalistas que el tiempo fue deshaciendo como deshizo las piedras de la Isla Plana por donde la fantasía popular hizo también viajar a San Pablo en su venida a España.

      Salvador Rueda fue vecino de Tabarca y queda todavía el recuerdo de «la casa del poeta» y su conocido soneto «Isla gentil que siempre te deseo». Después llegaría Miguel Signes, el novelista alicantino que escribió una «Tabarca» no demasiado conocida pero que leída ahora parece convertirse en profecía. Signes comentó ya que la pobreza era la única señora de la isla, una tierra situada «unos metros más allá de donde llega la mano de Dios».

      También Gabriel Miró buscó refugio en Tabarca para sus inquietudes y nerviosismos y cantó su paz y su sosiego en cien maneras diferentes.


      Los proyectos que no se convierten en realidad

      Los técnicos del Ayuntamiento de Alicante, parece ser, tienen preparado desde hace tiempo un plan urbanístico para Tabarca que. mejoraría enormemente las condiciones habitables de la isla. El Ministerio de Educación y Ciencia nombró hace diez años un delegado local de Bellas Artes para ella que inició tímidamente algunas excavaciones y todo. Se habla incluso de planes gubernamentales que podrían convertir a Tabarca en un paraíso del turismo. Pero los días calurosos o húmedos (28 grados de media en verano, 15 en otoño, 14 en primavera y nueve en invierno), se siguen sucediendo monótonos y míseros para las gentes de este trozo de España que continúa acarreando su agua como en la Edad Media, que tiene prohibida la construcción de nuevas casas desde hace tiempo y que sólo, por media noche, tienen derecho al disfrute de luz eléctrica. Después, sólo la luz blanca y fija de su faro—destellos cada dos minutos—, el único lujo de la plataforma marina de Tabarca, ilumina bajo las estrellas los locos sueños de aquel puñado de españoles.

      Cuando el sol vuelve a levantarse sobre las chumberas y, los niños, medio analfabetos, vuelven a jugar a esconderse en las antiguas mazmorras abiertas hoy de par en par porque ya no tienen que guardar a gentes ni a secretos, la realidad vuelve a herir con fuerza, y algún hombre de los setenta que aún quedan en la isla —setenta hombres, setenta y cinco mujeres, veintidós niños y veinticuatro niñas— vuelve a su casa con rabia y escribe al Instituto Nacional de Emigración para solicitar un puesto de trabajo en cualquier lugar de Europa.

      Así se fueron marchando todos, ochocientos casi desde 1950. Y nadie vuelve.

      La visita municipal a Tabarca en 1878

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      El 12 de junio de 1878, una comisión del Ayuntamiento de Alicante salió muy temprano en dirección a Nueva Tabarca, con la finalidad de conocer de primera mano la situación y necesidades de los tabarquinos. La noticia tuvo repercusión en la prensa de la época y, como curiosidad, de la hemeroteca del Instituto Alicantino de Cultura «Juan Gil-Albert», he podido rescatar de la página 2 del diario alicantino de ideología liberal-conservadora El Eco de la Provincia, del 14 de junio de 1878, la crónica de esta visita.

      Página 2 de El Eco de la Provincia, del 14 de junio de 1878
      (
      Hemeroteca del Instituto Alicantino de Cultura «Juan Gil-Albert»)

      El Eco de la Provincia era propiedad del militar madrileño Julián Ugarte, que fue alcalde de Alicante, cofundado en 1862, financiado y dirigido por el alicantino Antonio Campos Doménech, que sería a su vez presidente de la Diputación Provincial, como órgano de propaganda de la corriente moderada de los conservadores en aquellos años. Se publicó hasta 1892.

      Y hablando de crónicas, uno de los funcionarios que llegaron a la isla en esta comisión municipal era el Cronista Oficial de la Ciudad de Alicante, Rafael Viravens y Pastor, que guardaba estrecha relación con el citado diario, y del que dos años antes se había publicado su famosa Crónica de la Muy Ilustre y Siempre Fiel Ciudad de Alicante (Imprenta de Carratalá y Gadea, Alicante, 1876), con cuyas ilustraciones se acompaña este artículo, que transcribo a continuación completo:


      Defiriendo el Sr. Alcalde [Terencio José Javaloyes] de esta ciudad a los deseos de algunos vecinos de Tabarca, en la madrugada de anteayer se trasladó a aquella isla acompañado del primer teniente de Alcalde D. Eduardo Orts, de los Concejales D. Antonio López y D. José María Celdrán, del Cronista don Rafael Viravens y Pastor, y de otros funcionarios del Municipio.


      El objeto del viaje no fue otro que conocer de cerca las necesidades de aquel caserío para mejorar sus condiciones morales y materiales.

      La Comisión Municipal salió a las tres de la madrugada: y cuando llegó a la Cala Rocha, se embarcó en el laúd Tato que esperaba allí, siendo recibida después por los Sres. D. Constantino Bañó, D. Vicente Chacopino, D. José Pascual y D. Bernardo Ruso, Cura y pedáneos de la Isla, quienes salieron al encuentro de la Autoridad local a bordo de la escampavía Amalia.


      Los moradores de Tabarca recibieron a la Comisión Municipal con inequívocas muestras de consideración y respeto; y el Sr. Javaloyes se dirigió inmediatamente a reconocer la fábrica de la iglesia, cuyas obras, resentidas por el salobre, exigen una pronta reparación.

      Nuestro Alcalde, después de prometer a los tabarquinos su decidido apoyo para la conservación del templo, visitó la escuela de niñas a cargo de doña Josefa Pérez, y la de niños confiada al profesor D. Victoriano Castelló. El Sr. Javaloyes, como los señores que le acompañaban, examinó con detención la manera como están montados estos establecimientos, los adelantos de los alumnos y la aplicación de estos en la lectura, escritura y Doctrina cristiana, reservando poner en conocimiento de la Junta local de instrucción primaria algunas reformas que conviene introducir en aquellas escuelas, cuyo estado deja algo que desear.


      Como advirtiese la Comisión Municipal que los tabarquinos no tienen facultativo y que mueren sin la asistencia médica, excitó a aquellos a que se procurasen esta por medio de una iguala que podría establecerse con un facultativo: el pensamiento fue acogido favorablemente por los isleños, quienes contando con el apoyo que les prometió la Comisión Municipal, gestionan ya por atender a esta imperiosa necesidad cual así cumple a una población que cuenta cerca de 450 habitantes.


      La visita del Alcalde de esta ciudad a la Isla de Tabarca, ha sido fecunda en resultados, pues además de lo que queda dicho, el Sr. Javaloyes hizo que desaparezcan rencillas existentes, que se acallen odios y que se sofoquen los eternos rencores que dividían a los isleños, para que puedan vivir en fraternal unión y consagrados al mejoramiento de sus costumbres y al fomento de las condiciones materiales de la Isla.

      La Comisión Municipal fue obsequiada con una espléndida comida a la que concurrió el Cura Sr. Bañó, el Capitán de la Amalia D. Ramón Onteniente y los pedáneos de Tabarca: a los postres se pronunciaron muy expresivos brindis; el Sr. Alcalde dedicó el suyo a la unión de todos los tabarquinos, para conseguir la felicidad que necesitan y que solo pueden obtener siendo una verdad práctica la concordia que desde entonces quedaba establecida.


      El Sr. Orts (D. Eduardo), brindó por la Marina Española, a quien consideró cómo garantía de las instituciones y sostén de las libertades públicas. El Sr. Onteniente, Capitán de la Amalia, agradeció el brindis de nuestro primer teniente de Alcalde, y dedicó el suyo a la digna corporación Municipal de Alicante. Los señores López y Celdrán brindaron por la paz y ventura de los tabarquinos, y el Cronista Sr. Viravens dijo que estos conseguirían tan inapreciables dones siguiendo los consejos del Sr. Cura y aceptando con sinceridad la senda que les trazaba el Sr. Alcalde, por quienes brindó expresando el interés que demostraban tan dignas autoridades por regenerar las condiciones de la isla que fue colonizada en el reinado de Carlos III.


      A las cinco de la tarde se embarcó la Comisión Municipal en la Amalia, siendo acompañada hasta el embarcadero por las personas importantes de Tabarca y despedida con testimonios de gratitud y simpatía.

      Así desempeñan la misión que les ha confiado el pueblo, las Autoridades que tienen conciencia del cargo que ejercen.

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